SAN PEDRO EN ZAMORA
29.06.10 - 01:09 -ZAMORA.
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El diestro de Villalpando, maestro de espadas, ofrece alguna de las claves de la fiesta antes de la corrida estelar de San Pedro, esta tarde Andrés Vázquez Matador, regresa de su antepenúltimo homenaje en Candás.
El debate sobre los diestros mediáticos del cartel de este año de la corrida estelar de San Pedro está en la calle pero él, que siempre va por derecho y dice unas verdades mayores que su estatura, prefiere hoy dar una larga cambiada y salir por lo sentimental. En la cartera lleva una pequeña foto plastificada de Carmen, la hermana de Luis Miguel Dominguín, tomada en los años sesenta. Cuando se la enseñó al hijo mayor de Carmina Ordóñez (que ahora se hace llamar Francisco Rivera Paquirri, como su padre) la última vez que vino a la feria de Zamora, se le aguaron los ojos. «¡Pero si es mi abuela Carmen!», se sorprendió el matador más perseguido por los paparazzi.
-En usted se cumple el dicho de que nadie es profeta en su tierra. Lo digo porque recibe más homenajes fuera que dentro. En septiembre le dedican un azulejo en la Feria de Otoño de Madrid, una distinción para aquellos que han salido varias veces por la puerta grande de Las Ventas.
-Sí, acabo de llegar de Candás (Asturias), donde me acaban de dedicar una calle. Allí hay grandes aficionados. Y en Madrid, que voy a decir. Si estoy en un bar a dos minutos de la plaza de Las Ventas y tardo en llegar dos horas porque hasta me vienen a medir el brazo (risas).
-¿Que le queda a Andrés Vázquez de El Nono, su primer sobrenombre?
-Todo, porque el toro es lo que uno conserva en la caja de ahorros de su ser. Cuando quieres abres la puerta y sacas cosas. Es muy bonito. Además, de la época mía sólo he salido yo de matador de toros, el que quedó fuí yo de cuarenta chavales que éramos en Villagodio. También el padre de El Juli anduvo por las capeas. Es que el comiezo era muy difícil. Una vez, Manuel Sánchez Covaleda llevó un semental no toreado para los mozos de un pueblo de Zamora y me dijo: yo te espero en la puerta (tenía un Mercedes descapotable) por si hay que salir zumbando. El toro era muy grande y yo salí de debajo de la rueda de un carro con una muleta y le empecé a torear porque iba bien. Me fui al centro de la plaza y di un pase muy bueno. Me planté y el toro se me quedó mirando y yo a él, mientras llovían los palos sobre mi cabeza. Los mozos tiraban a dar y al final pude librarme. Y en Alija del Infantado me quedé sin chaqueta, con una cornada en el muslo y el rabo del toro entre las manos. Al otro que estuvo en la lidia conmigo le pegó una cornada y le tuvieron que llevar a la enfermería. Allí sólo quedamos el banderillero y yo.
-¿Cuando fue usted consciente de que había llegado su momento, ahora o nunca?
-En esa corrida del 62 toreaba con Julio Aparicio y Jaime Ostos y me tenían abrasado. Cada uno de ellos cortó dos orejas y me dijeron con socarronería: ¿ahora qué, Andresito? Pues que corté las otras dos. Salimos por la puerta grande y nos llevaron a hombros hasta Manuel Becerra. Yo me senté en la plaza de Santa Ana, dejé que viniera el empresario y le dije que no podía pagarme menos que a ellos porque era mejor, y que o me daba 300.000 pesetas o no toreaba para él y me volvía a Villalpando. Le dije: esto no es el toreo, esto son unos señores que tienen la fiesta agarrada y no la sueltan. Al final firmé 30 corridas y corté cinco orejas en Las Ventas. Pero me costó mucho porque, aunque lo bordaras, solamente apoyaban a los andaluces. El Viti y yo, como éramos castellanos, tuvimos que sudar lo nuestro. En 1971, cuando maté la corrida de Vitorino Martín, ya reventé y les dije: si si no me dejáis comer en vuestra mesa, váis a tener que comer en la mía.
Formación
-¿Qué pasa con los nuevos toreros, que no alcanzan los niveles de excelencia de otros tiempos?
-Pues que salen a la plaza sin formación, y eso existe porque los toros tampoco están formados, se les ha quitado la raza. Un pala, un Aguirre o un Miura: esos no los torea ni el Juli ni Ponce. En la actualidad son tan sólo tres o cuatro los que mandan en el toreo, hay poca competencia. Cuando estábamos nosotros éramos casi una treintena: Luis Miguel Dominguín, Antonio Bienvenida, Manolo Vázquez, Julio Aparicio, Litri.... Y al mismo nivel que estábamos nosotros estaban los toros. Ahora no pueden surgir toreros importantes porque el toro está en decadencia, tiene que mejorar la casta. No puede ser que llegue una feria como la de San Isidro de este año en Las Ventas, con treinta corridas, y que ninguno de los toreros salga por la puerta grande.
-Lo que le ha distinguido a usted es la brillantez y limpieza de la estocada, pese a su estatura.
-Porque los mataba con el corazón. Pero hay unas normas que yo las enseñaba en la escuela nacional taurina y que aprendieron El Yiyo, Sandín, Maestre (los príncipes del toreo, con 14 y 15 años), Uceda Leal. Hacía los tres tiempos del volapié, en corto y por derecho. Y al toro hay que irse a meter la muleta debajo del morro, en corto y a lo que yo llamo abrir el buzón (el hoyo de las agujas, que el toro lo tiene guardado). Hay que girar la muñeca y no salirse de la línea recta. Tienes que matar el toro de memoria. Cuando me dicen «yo mato a mi aire», yo respondo que esa técnica no la conozco. El arte no es violencia; es templanza, ritmo, naturalidad, no estás con un pico y una pala. Hay que mirar hacia Belmonte.
-¿Y cómo está la cantera zamorana, en su opinión?
-Hay dos novilleros de Villalpando, Antonio Boyano y Diego Luna, que creo que tienen potencial.
-El 18 de julio se inaugura la plaza de toros de Toro. ¿Va a acudir a la apertura?
-Posiblemente. Yo toreé en ella y recientemente he llevado a Rafael de Paula para que la viera. Para mí, es comparable a la de Ronda porque conserva todos los detalles de la época en que se construyó.
-Si no hubiera sido torero, ¿qué le hubiera gustado ser?
Hubiera sido profesor. He sacado adelante grandes matadores. En la escuela de tauromaquia hay tres dichos. Para ser torero se necesita afición, ambición y carácter. Afición para trabajar; ambición para sacrificarte y conseguirlo; y carácter para salir a la plaza.
-El sueño de la escuela taurina en Zamora se desvaneció.
-Sí, pero sigo creyendo que aquí sería una maravilla, porque hay muchos muchachos con interés.
-En usted se cumple el dicho de que nadie es profeta en su tierra. Lo digo porque recibe más homenajes fuera que dentro. En septiembre le dedican un azulejo en la Feria de Otoño de Madrid, una distinción para aquellos que han salido varias veces por la puerta grande de Las Ventas.
-Sí, acabo de llegar de Candás (Asturias), donde me acaban de dedicar una calle. Allí hay grandes aficionados. Y en Madrid, que voy a decir. Si estoy en un bar a dos minutos de la plaza de Las Ventas y tardo en llegar dos horas porque hasta me vienen a medir el brazo (risas).
-¿Que le queda a Andrés Vázquez de El Nono, su primer sobrenombre?
-Todo, porque el toro es lo que uno conserva en la caja de ahorros de su ser. Cuando quieres abres la puerta y sacas cosas. Es muy bonito. Además, de la época mía sólo he salido yo de matador de toros, el que quedó fuí yo de cuarenta chavales que éramos en Villagodio. También el padre de El Juli anduvo por las capeas. Es que el comiezo era muy difícil. Una vez, Manuel Sánchez Covaleda llevó un semental no toreado para los mozos de un pueblo de Zamora y me dijo: yo te espero en la puerta (tenía un Mercedes descapotable) por si hay que salir zumbando. El toro era muy grande y yo salí de debajo de la rueda de un carro con una muleta y le empecé a torear porque iba bien. Me fui al centro de la plaza y di un pase muy bueno. Me planté y el toro se me quedó mirando y yo a él, mientras llovían los palos sobre mi cabeza. Los mozos tiraban a dar y al final pude librarme. Y en Alija del Infantado me quedé sin chaqueta, con una cornada en el muslo y el rabo del toro entre las manos. Al otro que estuvo en la lidia conmigo le pegó una cornada y le tuvieron que llevar a la enfermería. Allí sólo quedamos el banderillero y yo.
-¿Cuando fue usted consciente de que había llegado su momento, ahora o nunca?
-En esa corrida del 62 toreaba con Julio Aparicio y Jaime Ostos y me tenían abrasado. Cada uno de ellos cortó dos orejas y me dijeron con socarronería: ¿ahora qué, Andresito? Pues que corté las otras dos. Salimos por la puerta grande y nos llevaron a hombros hasta Manuel Becerra. Yo me senté en la plaza de Santa Ana, dejé que viniera el empresario y le dije que no podía pagarme menos que a ellos porque era mejor, y que o me daba 300.000 pesetas o no toreaba para él y me volvía a Villalpando. Le dije: esto no es el toreo, esto son unos señores que tienen la fiesta agarrada y no la sueltan. Al final firmé 30 corridas y corté cinco orejas en Las Ventas. Pero me costó mucho porque, aunque lo bordaras, solamente apoyaban a los andaluces. El Viti y yo, como éramos castellanos, tuvimos que sudar lo nuestro. En 1971, cuando maté la corrida de Vitorino Martín, ya reventé y les dije: si si no me dejáis comer en vuestra mesa, váis a tener que comer en la mía.
Formación
-¿Qué pasa con los nuevos toreros, que no alcanzan los niveles de excelencia de otros tiempos?
-Pues que salen a la plaza sin formación, y eso existe porque los toros tampoco están formados, se les ha quitado la raza. Un pala, un Aguirre o un Miura: esos no los torea ni el Juli ni Ponce. En la actualidad son tan sólo tres o cuatro los que mandan en el toreo, hay poca competencia. Cuando estábamos nosotros éramos casi una treintena: Luis Miguel Dominguín, Antonio Bienvenida, Manolo Vázquez, Julio Aparicio, Litri.... Y al mismo nivel que estábamos nosotros estaban los toros. Ahora no pueden surgir toreros importantes porque el toro está en decadencia, tiene que mejorar la casta. No puede ser que llegue una feria como la de San Isidro de este año en Las Ventas, con treinta corridas, y que ninguno de los toreros salga por la puerta grande.
-Lo que le ha distinguido a usted es la brillantez y limpieza de la estocada, pese a su estatura.
-Porque los mataba con el corazón. Pero hay unas normas que yo las enseñaba en la escuela nacional taurina y que aprendieron El Yiyo, Sandín, Maestre (los príncipes del toreo, con 14 y 15 años), Uceda Leal. Hacía los tres tiempos del volapié, en corto y por derecho. Y al toro hay que irse a meter la muleta debajo del morro, en corto y a lo que yo llamo abrir el buzón (el hoyo de las agujas, que el toro lo tiene guardado). Hay que girar la muñeca y no salirse de la línea recta. Tienes que matar el toro de memoria. Cuando me dicen «yo mato a mi aire», yo respondo que esa técnica no la conozco. El arte no es violencia; es templanza, ritmo, naturalidad, no estás con un pico y una pala. Hay que mirar hacia Belmonte.
-¿Y cómo está la cantera zamorana, en su opinión?
-Hay dos novilleros de Villalpando, Antonio Boyano y Diego Luna, que creo que tienen potencial.
-El 18 de julio se inaugura la plaza de toros de Toro. ¿Va a acudir a la apertura?
-Posiblemente. Yo toreé en ella y recientemente he llevado a Rafael de Paula para que la viera. Para mí, es comparable a la de Ronda porque conserva todos los detalles de la época en que se construyó.
-Si no hubiera sido torero, ¿qué le hubiera gustado ser?
Hubiera sido profesor. He sacado adelante grandes matadores. En la escuela de tauromaquia hay tres dichos. Para ser torero se necesita afición, ambición y carácter. Afición para trabajar; ambición para sacrificarte y conseguirlo; y carácter para salir a la plaza.
-El sueño de la escuela taurina en Zamora se desvaneció.
-Sí, pero sigo creyendo que aquí sería una maravilla, porque hay muchos muchachos con interés.
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