La terrible cornada de 'calao'
Luis Castro `El Soldado`, travieso como niño; ofrendó una condición humana sin igual, y sufrió una herida que pudo haberle matado
Martes 22 de junio de 2004 Guillermo Salas / El Universal
Una tarde de 1931, Luis Castro, en la plaza de Mixcoac, alternó con Francisco Aparicio. Y gustó.
Triunfó, sí, pero acaso ni él mismo lo esperaba, pues era, esa, la primera ocasión en su vida en la que se ponía delante de un toro de lidia, capote en mano.
No le fue mal, y en los siguientes doce meses toreó 22 novilladas en El Toreo y en otras plazas del interior de la República. No le fue nada mal a este hombre a quien desde pequeño, por sus jugueteos militares, le apodaban El Soldado . Hasta que encontró a "Calao".
Torero singular y elegante
Nació el 25 de agosto de 1912, en Mixcoac. Tiempos de dolor, de guerra y de hambre. Años de lucha por el poder; de un México que se reinventaba a cada instante. La fiesta brava mucho tuvo que ver con el México bronco.
Nació el 25 de agosto de 1912, en Mixcoac. Tiempos de dolor, de guerra y de hambre. Años de lucha por el poder; de un México que se reinventaba a cada instante. La fiesta brava mucho tuvo que ver con el México bronco.
Hablar de Luis Castro El Soldado, es hablar de un torero singular, con una personalidad propia, inconfundible y de relieve. Vivía cerca de un cuartel y gustaba de vestirse como los militares, con ropa que ellos le obsequiaban. De ahí el mote de El Soldado pues además, de niño daba órdenes militares a sus amiguitos, y, como era común en tiempos de rebeliones, los hacía marchar incesantemente. Luis Castro se formó en el rastro de Tacubaya, considerado no sólo una escuela taurina, sino una auténtica universidad.
Como novillero debutó en 1931 en la plaza de Mixcoac y dejó ver, desde ese momento, su singularidad. En El Toreo de la Condesa lo haría el 3 de abril de 1932. Fue rauda y exitosa su campaña novilleril, pues al año siguiente, el 5 de marzo de 1933, tomó la alternativa de manos de Joaquín Rodríguez Cagancho y como testigo David Liceaga, ganado de Coaxamalucan, doctorado al que renunció para irse a España, donde dejó constancia de sus cualidades en esas confrontaciones con Lorenzo Garza, sobre todo en Madrid.
¿Quién no recuerda esos mano a mano en la capital española? En especial la tarde en que El Soldado se tiró a matar con un pañuelo y obligó a que Garza hiciera el engaño con la mano.
Y esos triunfos del 33, con pleno reconocimiento, lo llevaron a tomar la alternativa en marzo de 1934, en la primera feria anual de España, Castellón de la Plana. Su padrino fue nada menos que el sevillano Rafael Gómez El Gallo o El Divino Calvo , con una corrida de Carmen de Federico, encaste de Murube.
El mismo diestro andaluz, Rafael El Gallo, se la confirmó el 12 de mayo del mismo año en la Monumental de Las Ventas de Madrid, con toros de Clairac, y como testigo Marcial Lalanda, quien empezaba a concebir el boicot contra los toreros mexicanos.
El más caro del mundo
Temporadas triunfales tuvo Luis Castro en México. Gustaba vestir con elegancia. En ese tiempo se hizo llamar "El torero más caro del mundo". Imborrables tardes de gloria. Ahí están los toros inmortalizados, trasteos con aroma y sensibilidad, a los que se recuerda con placer pues se vuelven a saborear y a disfrutar.
Hablemos de las faenas a "Rayito" y de "Famoso" de San Mateo que reunieron esa elegancia que era cualidad innata del maestro. Su peculiar caminar ante la cara de los toros, ese trazo nítido y natural.
No se olvidan las verónicas que realizó con "Porrista" de Torrecilla, tan bellas, tan sutiles, tan impregnadas de arte y gusto, que la ovación atronadora que provocaron todavía se escucha nítida en la memoria, cuando de ellas se habla.
Todas las mañanas, justo a las cinco, se levantaba el maestro a ensayar a Chapultepec, una, dos, cien verónicas con el capote a lo alto. A la número sesenta ya los brazos pedían tregua por el esfuerzo, pero el corazón de torero le exigía la perfección.
La muerte de cerca
Un torero de su corte siempre está en el filo del riesgo, en los extremos. También armó unas broncas tremendas, entre ellas la de la tarde del 11 de enero de 1942 con el toro "Corvejón" de San Diego de los Padres. Actuaba mano a mano con el maestro Fermín Espinosa Armillita . A Luis, mal y de malas, el ruedo se le cubrió de almohadillas y, dentro de un burladero, le dio un puñalada a mansalva...
¡La bronca fue sin precedente! Es de los líos mas imponentes que se hayan registrado en la historia de la fiesta brava en la capital. La gente se lo quería comer vivo...
Al domingo siguiente armó la grande pidiéndole, ante el azoro generalizado, un cojín a un espectador. Uno de los muchos que le arrojaron los suyos una semana antes, y que inundaron el ruedo de El Toreo, envió la almohadilla; el maestro la colocó, se paro en ella e inició la faena con unos ayudados por alto suficientes para reconciliarse con el público.
Qué desplante.
Pero Luis Castro resultó muy castigado por los toros, cornadas graves como las que le infirieron "Joyero" y "Buena Suerte", pero hubo una de singular espectacularidad. La más grave, la que pudo quitarle la vida, se la infirió "Calao", de Piedras Negras.
Esa es una de las más impresionantes de que se tenga memoria: el maestro Luis gustaba de los colores "pastel", claros preferentemente. Ese día vestía un terno blanco bordado en plata.
Era una tibia tarde del 22 de noviembre de 1942, inauguración de la campaña 4243 en la plaza "El Toreo". Cartel: Jesús Solórzano, Luis Castro El Soldado y Paco Gorraez, toros de Piedras Negras.
En segundo lugar apareció "Calao", un cárdeno que fue recibido con ligeras protestas pues a lo lejos lucía chico. Pero el burel tenía ya su historia dentro de la ganadería, pues, según cuentan, cuando se le iba apartar embistió al corcel que montaba el ganadero Romárico González, a quien derribó y dio una cornada en la cabeza, por fortuna no profunda, pero el toro se enceló con el caballo, y lo mató. Acabaría con la vida de otro corcel, días después.
"Calao" traía lo suyo...
Y ¡caló a El Soldado ! Luis Castro empezó el trasteo, como era clásico en él, con pases ayudados por alto. Al segundo, la bestia se le quedó corta, tiró la puñalada y penetró en el cuerpo del torero. El chorro de sangre fue impresionante, como de manguera. El inmaculado terno blanco se tiñó de púrpura. El doctor Rojo de la Vega intervino de inmediato, tratando de contener esa hemorragia. Instantes valiosos que le salvaron la vida.
El parte médico de José Rojo de La Vega y Javier Ibarra reportaba: "Herida por cuerno de toro, en el triángulo de scarpa derecho, de 10 centímetros de extensión por 12 de profundidad, que desgarra piel, tejido celular, aponeurosis, músculo sartorio y vena femoral profunda. Hemorragia venosa, que produjo anemia aguda. Estado de shock. Contusión de segundo grado en la región externa. Herida que pone en peligro la vida y que tardará en sanar, si no hay complicaciones, más de 30 días".
El Soldado, superó esta adversidad, primero salvó la vida y después la pierna, pues rondó seriamente el peligró de amputación. Se habló en la prensa, inclusive, de que había sido embrujado.
En la historia su nombre está con letras de oro. Inauguró el 5 de febrero de 1946, con Manuel Rodríguez Manolete y Luis Procuna, toros de San Mateo, la Monumental Plaza México.
Al año siguiente, el 23 de noviembre de 1947, hizo lo propio: estuvo en el cartel inaugural en la plaza de toros "El Toreo" de Cuatro Caminos, alternando con Lorenzo Garza, quien mató el ejemplar que abrió el espectáculo, y Jorge Medina, con toros de San Mateo. En ambos cosos, el primer toro se llamó igual, "Jardinero".
Su adiós de los ruedos se marco el 29 de abril de 1962, en la plaza de toros "El Toreo", acompañado de Manuel Capetillo y el catalán Joaquín Bernadó, con toros de Tequisquiapan. Al último burel que mató se le identifica como "Perlito".
Tiritando de frío
A Luis Castro le gustaba ir a jugar su dinero al jai alai, en el Frontón México.
Un día, frío como él solo, salió del escenario y en la puerta estaba un pordiosero al que siempre saludaba. El matador había ganado aquella noche y traía mucho dinero en la bolsa del abrigo.
Hola, matador, cómo está le dijo aquel hombre, y la respuesta: Bien, ¿cómo estas tú?...
Con mucho frío, está calando fuerte, hasta los huesos...
El matador ni lo pensó, se quitó el abrigo y se lo dio. Y fue él, El Soldado , quien partió tiritando de frío. Al día siguiente, aquel hombre al verlo nuevamente le dijo: Oiga, matador. Dejó usted en la bolsa del abrigo este dinero... El diestro lo miró con sorpresa por la honestidad, y su respuesta, sin dudarlo e inmediata, fue: Quédate con él, es tuyo...
De broma en broma
Estaba en su auto esperando el siga y un oficial de tránsito, parado, muy serio, se le quedó mirando... El Soldado dijo a su mozo de espadas, Pascual Gutiérrez El Diablo : Cuando me dé el siga, le mienta la madre al oficial. ¿Cómo matador? ¡Con la boca!... Cuando tenga luz verde me arranco y usted le grita; no pasa nada. Cambió el semáforo la luz, arrancó el torero, y ni corto ni perezoso el buen Pascual le mandó una sonora mentada al oficial. En efecto, arrancó el torero, pero de inmediato frenó y cuando llegó el agente, le indicó muy zacatón: ¡Fue él, oficial! ¡Fue él! Claro, después entre risas y tras explicar al oficial el tamaño de la broma a su amigo, y con algunos billetes de por medio, todo se arregló sin mucho inconveniente.
Los límites de la travesura
Cuando se gestó el boicot a los toreros mexicanos, por barco retornó a la patria el numeroso grupo de matadores mexicanos que estaban en España, encabezado por Armillita.
Entre otros hacía el viaje El Soldado, acompañado por Pepe Ortiz, Jesús Solórzano, Silverio Pérez, Ricardo Torres y otros diestros y banderilleros que no podían pagar primera clase, y la gran mayoría viajaba en segunda.
Pero este Soldado era travieso de mar y tierra. Se le ocurrían la peores travesuras. La siguiente anécdota, escatológica, fue relatada por Silverio Pérez y Alfonso Ramírez Calesero, y era objeto de un destornillamiento de risa.
Ya para llegar a México el capitán del barco ofreció una cena. Armillita adquirió un boleto de primera, como muchos otros viajeros de un nivel social realmente distinguido. Permitieron entonces a los de segunda darse una vuelta por el elegante comedor adornado a todo lujo y con una orquesta amenizando la acción de gracias por llegar a buen puerto. Luis Castro embarró los pasamanos de eso que no se vende... ¡Y la que se formó!...
Con toda compostura, elegantemente vestidos de etiqueta, conforme se iban sentado en las mesas, a los comensales empezaba a llegarles el fétido olor. Se veían unos a otros como culpándose en silencio, "¿fuiste tú?" "¿no, y tú?" Y aquello fue el acabóse. La cara de quienes estaban ahí, imitadas en el relato, provocan aún profunda hilaridad.
Luis Castro también tuvo una incursión en el cine. Se protagonizó a sí mismo en "Torero", en 1956, donde Luis Procuna cuenta sus impresiones sobre el toreo, la muerte y el miedo ante la próxima corrida. Blanco y negro es una de las cien mejores películas del cine mexicano. Dirección: Carlos Velo.
Luis Castro desde que sobrevivió a "Calao", se empeñaba en aparentar ser el mismísimo diablo, pero en realidad era un ángel travieso de un gran corazón, órgano vital de la materia que se negó a seguir trabajando el 13 de noviembre de 1990.
Hasta siempre, matador.
Interesante lo del diestro mexicano El Soldado.
ResponderEliminarEn su momento los toros de Piedras Negras,eran muy solicitados por su bravura y fiereza en los tiempos de Gaona y las figuras españolas.
Fue fundada en el siglo XIX,por José Gonzales Muñoz y a la fecha sigue en manos de sus herederos,pastan en Tlaxcala.Era un encaste puro Saltillo y madre de algunas ganaderías de México.
En su historia tiene la cogida y muerte del considerado en su momento inigualable por la afición mexicana; Alberto Balderas.El toro se llamó Cobijero,fue el 29 de Diciembre de 1,940 en la plaza el Toreo de la Condesa,alternaba aquella tarde con Carnicerito de México y Andrés Blando.
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Le Romo.