«Si con las facultades de Plutarco hubiéramos de escribir unas nuevas Vidas Paralelas, pondríamos a Cagancho con Rafael el Gallo, salvando la distancia que existe entre las antiguas normas de ejecución de Rafael Gómez y las modernísimas de Joaquín Rodríguez.»
Se preguntará el lector por qué, a estas alturas, traigo a colación a Cagancho, el inolvidable torero gitano de los ojos verdes. Fácil me pones la respuesta, amigo. Barcelona fue testigo de sus triunfos y desigualdades apenas asomó las narices en nuestra plaza. Debutó el 4 de julio de 1926 en nuestra ciudad con una novillada de Sánchez Rico y tuvo por compañeros a Ricardo L. González y al caraqueño Julio Mendoza. Quienes le vieron -que ya quedan menos- aseguran que anduvo perdido toda la tarde sin rumbo que le diera luz. Cuando apareció el último novillo continuaba Cagancho siendo una perfecta incógnita, al punto que el público desilusionado, empezó a abandonar la plaza. Cogió muleta y estoque el gitano, ordenó que le dejaran solo y con extraña serenidad compaginó lo gracioso con la majestuosidad, la arrogancia con lo pinturero y brotaron, en efecto, de sus brazos las más puras esencias del toreo. Se le concedió la oreja.
Seguirá inquieto el que leyere, sin respuesta, estos mis razonamientos. No nos precipitemos. Volvió el gitano el día 25 con Mérida y Enrique Torres. Entusiasmó con su prosopopeya gitana y le cortó una oreja a un novillo de Villamarta. Y hubo contrapartida. El 1 de agosto volvió a torear con Lorenzo Franco y un tal Pozo Cueto y la cosa se dio medio bien. Y ahora, atento lector, que el parche retumba que da gusto. Azares decía: «....Cagancho es el torero de la actualidad, el que ha logrado enardecer las pasiones y llenar la Monumental hasta la bandera, sumando en su favor innúmeros admiradores.»
La respuesta sea pues ésta: El público no va a los toros porque los toreros, todos, se han puesto uniforme y son tan iguales como una gota de agua a otra gota de agua. Son honrados trabajadores, monótonos y rutinarios y pesados como una lona mojada. Lo dice Joaquín Rodríguez Cagancho dulce y sensible buscando disculpa a sus inapelables fracasos, con una sentencia injusta, inexacta, pero no exenta de cierto contenido: «En Andalucía se torea, de Despeñaperros arriba se trabaja.»
Y Curro Puya -gitanería de fragua, al fin- va más lejos, con mayor filosofía, también: «Sí, es desigual. Porque en la vida hay momentos de avanzar y momentos de retroceder.»
Pero todos los conceptos, con expresiones más o menos convincentes, se alejan, huyen, como alma que se lleva al diablo, de la más aplastante y feroz rutina.
¿Cagancho? Sí. Existían ya en su familia otros Caganchos, célebres como cantantes y que, a lo bien que cantaban debieron su mote, pues cagancho parece ser que es el mote de un pajarito excelente cantarín al que los andaluces bautizaron tan gráficamente, teniendo en cuenta alguna particularidad del animalito que en otras partes no han notado, sin duda.
Otra versión que también es válida, mantiene el criterio de que el padre de Joaquín era vendedor ambulante de colgadores de ropa. En su cotidiano que hacer callejero pregonaba su mercancía diciendo: « ¡A real cagancho ¡». Y el «ca» gancho (cada gancho) se convirtió por cacofonía en Cagancho, nombre con el cual pasó a la historia el singularísimo torero.
Gitano puro, alto, moreno, apuesto en quien el empaque, la elegancia, hasta la solemnidad de su toreo se conjugaban con llaneza, ajenos a toda pretensión. Le vi torear. Y lo recuerdo en una gran tarde suya en la Monumental de Barcelona. Fue el 7 de junio de 1942 cuando ya paseaba el ocaso de su vida en los ruedos.
Magistral faena al toro «Campesino», bravísimo y noble ejemplar de Domingo Ortega. «....El gitano -escribía Eduardo Palacio- hizo una faena preciosista y graciosa, llena de garbo y arte. Un pinchazo y un volapié clásico echaron a rodar sin puntilla al toro, otorgándose al espada que dio dos vueltas al ruedo y por otras dos veces salió a los medios, las orejas y el rabo de «Campesino», más un sinfín de cigarros puros, ramos de flores y hasta cajetillas de egipcios. Un aguafiestas comentó: «¡Que buen toro le ha tocado a este torero ¡». Y respondió rápidamente Pepe Berard, gran amigo de Cagancho: «¡Que buen torero le ha tocado a ese toro ¡» Y los dos tenían razón, añado yo ahora.»
Cagancho necesitabatoros lentos, suaves, pastueños y de buen estilo. Un toro, en ocasiones, muy raro.
Cagancho necesitaba
Torearon con Cagancho Morenito de Talavera y Domingo González Dominguin que tomó la alternativa. Cagancho pudo decir parodiando la frase de un orador genial: «He venido a torear y me habéis obligado a tomar parte en una batalla de flores». ¿Qué hizo Cagancho? Difícil de explicar. Porque en sus manos todo tenía gracia y suavidad: El capote, la muleta, los pases y los desplantes. Todo se movía suavemente al soplo de la inspiración.
Fue su vida desde sus comienzos, una constante contradicción y tras verle por primera vez la afición de Madrid el 5 de agosto de 1926 y conmoverse con su arte, don Ventura Bagües al finalizar la temporada escribe de él: «Si con las facultades de Plutarco hubiéramos de escribir unas nuevas Vidas Paralelas, pondríamos a Cagancho junto a Rafael el Gallo salvando claro está, la distancia que existe entre las antiguas normas de ejecución de Rafael Gómez y las modernísimas de Joaquín Rodríguez.»
Días azarosos y triunfantes
Paradigmas. Retrocedamos a los días más azarosos y triunfantes del gitano de la tez bronceada. Torea en Toledo el 8 de mayo de 1927 con Marcial Lalanda y Antonio Márquez. La musa del genio le inspira. Corrochano le ha relacionado en su crónica con la talla de Montañés (Martín Montañés, Juan 1568-1849, escultor y arquitecto español nacido en Alcalá la Real , que murió en Sevilla). Escribe una de sus más bellas crónicas y dice: «....Se presenta a la multitud ese hombre seco como un cartujo, del color de la madera que eligiera para sus tallas el Montañés. Pasa el toro sin que el leño se mueva y hay en el tendido ruido de apoteosis. La izquierda mano, huesuda o leñosa asoma obscura por la manga blanca salpicada de oro....»
El 16 de junio de aquel 1927, festividad del Corpus obtiene Cagancho un clamoroso triunfo en la misma plaza de Toledo con un toro de Guadalest. En el cartel: Cañero, el Gallo, Rayito y Cagancho. El público ha llenado el ruedo de sombreros. Orejas, rabo y el delirio.
A Zaragoza va a las corridas del Pilar. El 17 de octubre torea con Antonio Marques y Gitanillo de Triana, toros de Concha y Sierra. Cagancho ha estado fatal. Y en el quinto oyó los avisos reglamentarios y el sonar de los cencerros. Anochecido, vestido de paisano, partió para Casetas para tomar el tren. La Voz de Aragón publicó una caricatura, original de Teixi que representaba a un ratón en la cárcel consultando un reloj y comentando con extrañeza:¡Las ocho, y Cagancho sin venir!
Cagancho murió el 1 de enero de 1984 en Méjico. Me sorprendió su arte. Para eso había que nacer gitano como él y tener su planta torera y su color cobrizo y estar tocado por el dedo de la gracia.
(El subrayado es nuestro)
Fotos incertas cortesía de Germán Urrutia Campos
Fotos incertas cortesía de Germán Urrutia Campos
TEXTO: ANTONIO SANTAINÉS CIRÉS
¡Dice el artículo:Cagancho necesitaba toros lentos,suaves,pastueños y de buen estilo.Un toro,en ocasiones muy raro.!
ResponderEliminarEs decir el toro de hoy.
Y lo que menos se ve es arte.
Le Romo.