Un torrente de casta brava
JOAQUÍN VIDAL - Madrid - 17/05/1999
Salió una corrida íntegra y aquello era un torrente de casta brava, embestidas codiciosas, lidia intensa, emoción a raudales. Se acabó, aunque fuera por un solo día, el triunfalismo de los isidros, hartarse de toros aborregados e inválidos, clamar al cielo, aburrirse hasta la desesperación. Por un día -aunque fuera un día-, aficionados, isidros y público en general vivieron las inquietantes vicisitudes de la corrida de toros verdadera, vibraron con las encastadas embestidas, les tuvieron en vilo los esfuerzos de los toreros por embarcarlas.
· Fraile / Vázquez, Canales, Ruiz
Toros de Juan Luis Fraile, de discreta presencia aunque con trapío; íntegros, fuertes, con casta excepcional y varios también bravura. 4º, premiado con vuelta al ruedo. Ovacionado el mayoral, que saludó al acabar la corrida.
· Javier Vázquez: cuatro pinchazos bajos, estocada atravesada y rueda de peones (silencio); media estocada tendida, rueda de peones que ahonda la espada, estocada desprendida y rueda insistente de peones (bronca); estocada caída (silencio). Canales Rivera: cuatro pinchazos bajos, estocada -aviso- y dobla el toro (pitos); seis pinchazos, estocada corta y rueda de peones (pitos). Aníbal Ruiz, que confirmó la alternativa: tres pinchazos bajos, rueda de peones que honda el estoque, dos descabellos -primer aviso adelantado-, un descabello, media atravesadísima muy baja, tres descabellos -segundo aviso retrasado- y cuatro descabellos (pitos); asistido de lesiones de pronóstico reservado. Se guardó un minuto de silencio en memoria de Joselito, muerto hace 79 años. Plaza de Las Ventas, 16 de mayo. 8ª corrida de feria. Lleno.
Sería por un día pero el primer tercio recobró su cabal sentido; la suerte de varas volvía a ser un medio de ahormar aquellos vendavales de irrefrenable poderío, prueba de bravura. Sólo faltó que los picadores y los toreros de a pie estuvieran a la altura del acontecimiento. Esa es la pena. Porque ni unos ni otros dieron la talla. Los picadores tapaban la salida de los toros y los tundían metiéndoles alevosos puyazos traseros; los peones naufragaban en la brega, y aún hubo quien metió bajo el caballo a un toro bravo como si se tratara de un buey de carreta.
En realidad el naufragio fue general. Los toreros actuales, en su mayoría, no están preparados para torear al toro íntegro de casta brava. Les sacan del toro apelmazado y borrego, y pierden los papeles. No ya los tres de esta función memorable. El resto también, las figuras sobre todo. Las habremos de ver -mañana empezarán a desfilar por aquí- fingiendo majezas con toros amodorrados e inútiles, y será lógico preguntarse si serían capaces de repetirlo con toros íntegros como estos de Juan Luis Fraile.
El primero de poco lisia al toricantano Aníbal Ruiz, que en los primeros muletazos sufrió un tremendo revolcón, y luego ya no sabía ni dónde colocarse para librar el vendaval de embestidas que se le vinieron encima. Magullado pasó a la enfermería, de donde no volvió a salir.
Y siguió la corrida con los toros enterizos, serios, duros de pezuña, a cual más encastado. Javier Vázquez y Canales Rivera, en sus respectivos turnos, se echaban en seguida la muleta a la izquierda, era evidente que traían seriedad torera y ganas de triunfo; pero no pudieron con los toros. Las embestidas les desbordaban. Tuvieron ejemplares de evidente nobleza y se les fueron sin torear. Les faltaba mando, les faltaba aguante. Les faltaba ejecutar el toreo según los cánones; ligar los pases con ganancia de terrenos. Y ocurría al revés, que lo perdían. Y el toro se recrecía y a punto estaba de acabar arrollándolos.
Canales Rivera esquivó un derrote metiéndose en los costillares y el toro se revolvió sacándolo de allí y pegándole una voltereta. A Javier Vázquez todo se le iba en esmerar el cite, gustándose en la composición de las formas, mas apenas llegaba la embestida codiciosa ya estaba a merced del toro y había de resolver quitándose presto. Canales Rivera ensayó reiteradamente el natural aunque sin templarlo y pasó por similares peripecias.
La corrida les venía grande, es evidente. A casi todos los demás diestros del escalafón les habría venido grande también. Triunfaba el toro en todos los frentes. Y a uno -que, por cierto, no destacó en la prueba de varas- le premiaron con la vuelta al ruedo. Fue, sin duda, un premio al conjunto de la corrida, y en ese caso sí sería sobradamente merecido. Al terminar la función, el público obligó a saludar al mayoral como en los viejos tiempos.
Ni la afición, ni los isidros, ni el público en general se querían ir. La emoción de la corrida les tenía absortos. Muchos jamás habían vivido una tarde de toros tan apasionante. Y, sin embargo, quizá les sorprenda saber que años atrás las corridas de toros eran tal cual: salía el toro, sencillamente. Lo que se han perdido -y la fiesta que nos han robado- por contemporizar con los pegapases, con las figuras de mentiras, con los sucedáneos del toro bravo y con el fraude.
Juan Luis Fraile: "Los toros así no los quieren las figuras"
LUIS MARTÍNEZ - Madrid - 17/05/1999
Hace dos semanas, Las Ventas cumplió respetuosa un minuto de silencio en homenaje al ganadero Juan Luis Fraile, que acababa de fallecer en Madrid. Ayer salieron sus toros y la plaza no paró un minuto de agradecérselo. La premonición de la tarde anterior se cumplió. Entonces, un astado de noble actitud obligó a más de uno a frotarse los ojos. "Por fin, un toro", fue la frase más repetida. Durante la tarde del domingo, más de uno se dejó la vista de tanta sorpresa encadenada. El primero obligó a limpiar las gafas. El segundo dejó los ojos limpios de pestañas. Y así... hasta el cuarto, Pensante. Ése puso a la concurrencia con la mirada en el cielo. "¡Si no se cae!" y en esto llegó Ángel, el veterinario, y sentenció: "Es que es un toro". Tan sencillo. Acabada la corrida, el patio de arrastre era un bullir de felicitaciones. Allí, el hijo de Juan Luis Fraile, acompañado de sus hermanas Carolina y María y sus tíos Nicolás, Lorenzo y Moisés, con lágrimas en los ojos, no podía ni quería contener un gramo de emoción. El recuerdo del ausente pesaba. Antes, el mayoral saludaba desde el tercio. "Triunfos así son necesarios para un encaste como éste", decía Manuel Sánchez Muriel, del mayoral. El hijo del ganadero seguía el razonamiento: "Las figuras no quieren torear estos toros. Se hace muy duro mantener un encaste así y este triunfo es la justa recompensa a tanto trabajo".
Lidia adecuada
Poco después, llegaban, más calmados, los comentarios sobre el juego del encierro. "Ha sido una corrida de importancia. No han sido ni fáciles ni tontos. Había que darles la lidia adecuada". Las palabras son del heredero. El mayoral, con el gesto más contenido y con el hablar calmo del que conoce y respeta su herramienta de trabajo va un poco más allá: "Los toreros no han sido listos. A toros como éstos no se les puede tratar como a los otros", y en ese "otros" deja al pelotón completo del escalafón ganadero palpándose la cartera. "No puedes ir", continúa, "tocándoles las orejas con la muleta y quedarte tan tranquilo"; ahora es el otro escalafón, el que luce en las revistas, el que se queda mirando para donde no disparan. "A ver si conoces tu oficio. Tenías que salir por la puerta grande", le interpela a Sánchez Muriel un espontáneo. Él calla y se guarda de triunfalismos de feria chica. Lo dicho: la sabiduría de los mayorales no conoce ni fronteras ni palabras de más.
Javier Vázquez, que lidió tres de los astados que salieron tras la cogida de Aníbal Ruiz ("contusión con probable rotura de fibras del músculo vasto interno", de pronóstico reservado, según el parte médico), afirma conciso: "Han sido toros muy encastados que han dado muchos problemas a los toreros".
Para entonces, en el tendido, y con dificultades, aún se podían localizar aficionados con los ojos intactos. Eran los más viejos, los que gustan de resumir jugadas: "¿No se anunciaba una corrida de toros? Pues eso, de toros".
Lo importante es la bravura y estilo del toro,pero la bravura que antes era el factor fundamental de una ganadería,ahora está condenada en la mayoría de las que existen.
ResponderEliminarA las llamadas figuras no les gusta el toro bravo,aunque sean los que proporcionan los éxitos más grandes,los triunfos se consiguen con toros que repiten las embestidas,pero estos éxitos son incómodos y lo prefieren al otro,el que tarda en "venir" y cuando lo hace pasa y deja colocar al torero y así una vez y otra.
Todo muy bonito,pero sin emoción.
La bravura transmite todo eso.
Le Romo.
Cuanta verdad encierra, lo de la mayoría de las llamadas figuras actuales no está preparada para el toro íntegro de casta brava.
ResponderEliminarEl toro bravo pone a cada uno en su sitio y real dimensión.
E.A.V.
El arte de torear toros de lidia se refiere a las llamadas figuras,porque lo de lidiar y torear bravos, ellos no se atreven.
ResponderEliminarLo que pasa actualmente,no es por culpa del taurineo,mucho tiene que ver la prensa taurina servil y un sector del público que se conforma con poco.
Surco Taurino.
Críticos de la talla de J.Vidal.V.,eran los que orientaban al aficionado,defendían al toro bravo e íntegro y a una fiesta sin trampa ni cartón.Por esto tiene muchos detractores entre la prensa taurina áulica y bahorrina.
ResponderEliminarPeña Surcana.
Habría que verlo al que se compara con Joselito(el verdadero), si dura lo que un cigarro frente a estos TOROS TOROS.
ResponderEliminarEl Espartero