La tendencia a disminuir el potencial del enemigo se
debió iniciar hace, relativamente, muchos años y ha ido progresivamente
desarrollándose de manera simultánea a la dejación paulatina del amor propio,
y de acuerdo con los intereses creados, cada vez mayores, a medida que
aumenta el número de «comparsas» de la organización comercial taurina.
Los aficionados de finales de siglo, ya protestaban
y abroncaban a los matadores, pues decían que los toros no eran
grandes. ¿Qué liarían si vieran lo que se torea hoy?
Parece que en la citada época, el salir toros
chicos fue culpa de ciertos ganaderos, quizá por descuidar el cebado de las
reses; y más tarde, sobre el 1915, la presentación de toros pequeños se hizo
más frecuente.
En una de las eras más brillantes de la tauromaquia
—por no decir la mejor— ocurrió que Juan Belmonte y Vicente Pastor sufrieron
un boicot de los ganaderos.
Todos ellos hicieron causa común para no vender sus toros «cuando toreara
alguno de estos espadas. Ello fue a consecuencia de que los dos se habían negado
a lidiar más ganado de ciertas ganaderías (dejo en silencio los nombres) que
venían enviando toros de poca presencia; y como en tales corridas el
público arreciaba su cólera contra el torico que al fin y al cabo es el
único que siempre tiene que dar la cara, tanto al toro como al
espectador decidieron negarse a torearles más toros. De aquí surgió la
represalia colectiva, y ahí tenemos a los dos pundonorosos matadores, toda
una temporada, condenados a no pisar los ruedos porque no quisieron torear
unos toros que, entonces, parecieron chicos.
Ahora, se ha llegado a la más incomprensible
insignificancia del torete.
Menos mal que se inició cierta reacción, por parte de algún torero y de los
públicos de ciertas ciudades que han empezado a reclamar.
Se han fijado y quieren que no se permita el
«afeitado». Particularmente soy de opinión de que eso es lo menos malo que se
le puede hacer al toro.
Creo, porque lo he visto, que un toro afeitado
puede perfectamente pegar una grave cornada, cosa siempre lamentable y que
debe evitarse por todos los medios. Dicen que «Islero» estaba afeitado y sin
embargo nos quitó a uno de losmejores toreros que ha tenido el mundo, yo no
lo vi.
Personalmente sí he presenciado dar una cornada
espantosa un toro cárdeno de Pablo Romero lidiado en novillada de desecho de
tienta y cerrado, al novillero Gallito de Zafra, en la Plaza del Triunfo. Al
toro aquel le faltaba casi todo el pitón derecho, por accidente natural
desde hacía años; cogió al novillero al entrar a matar porque confiado en tal
circunstancia se atracó de toro. Pero como tenía edad, más de seis años,
pesó más de 320 kilos en canal, y mucha fuerza, le partió cuatro costillas y
gracias a Dios no murió, pues este quiso que la operación la hiciera el
inmenso cirujano don Francisco Mesa Moles, gloria de la Facultad de Medicina
de Granada.
Se les han hecho a los toros, en estos últimos
años, otras muchas cosas antes de salir al ruedo, bastante más perjudiciales
y eficaces para anularlos:
Hemos visto recientemente, grandes «figuras»
«tremendos revolucionarios del toreo» que se han hecho millonarios, matando
erales engordados, condenable infanticidio bovino.
Toros que se caen, también los vemos todos los
días. ¿Por qué se caen?: por muchas cosas: Un par de días bebiendo agua
con sal de higuera. La dieta rigurosa con ausencia total de habas, garbanzos
o cebada. El «calentarlos» en los chiqueros con un saco de arena contra el
espinazo. Obligarlos a permanecer en corrales de piso durísimo, con grava,
los siete u ocho días inmediatamente anteriores a la corrida, cosa dañina
sobre todo si se trata de reses criadas en marismas... En fin para qué
seguir, de estas cosas ya sabe bastante el público y parece que las
autoridades se preocupan mucho de evitarlas, a juzgar por las más recientes
disposiciones sobre la materia.
La integridad física del torero es algo que nos
interesa sobremanera a los verdaderos aficionados, aunque sólo fuera por el
egoísmo de recrearnos viéndoles torear, pero merecen un recuerdo los que
sucumbieron. También eran toreros y seres humanos. Cobraban menos para
exponer más, hoy se cobra más para exponer nada o muy poco.
Fuente autorizada por http//:www.elchofre.com |
La LIBERTAD, supone un compromiso con la VERDAD, que cual valor supremo debe presidir todos nuestros actos. El REY de la fiesta, el TORO, exige que se predique de él con LIBERTAD.
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Por ese gesto de Vicente Pastor y Juan Belmonte están en la memoria y que el paso de los años agiganta su recuerdo.
ResponderEliminarRespecto al toro de hoy,la afición sabe y acepta que puede ser bravo o manso,y lo asume,lo que no es de recibo es que sea anovillado,justo de fuerzas,sospechoso de pitones y borrego,lo que le hagan está ayuno de emoción.
Le Romo.