(Guía para jóvenes aficionados I)
No ha podido ser más provechosa la escapada a San Isidro. He descubierto una hornada de aficionados jovencísimos que luchan por encontrar la verdad del toreo en medio de la intoxicación que padecen. Entre lo que escuchan a los que tienen fama de aficionados, lo que ven en la televisión y lo que dicen los cronistas se ven envueltos en tal confusión que difícilmente pueden discernir por su cuenta, y si se atreven a disentir se les echa encima el delirio del 'tomasismo' que se ha convertido en el credo de la afición de Madrid. Estamos ante un caos de criterios. Otra torre de Babel y como en el Apocalipsis, el credo del toreo se ha llenado de falsos profetas y por si faltaba algo, ¡el anticristo de Galapagar!
Entre las cosas que me mandan estos jóvenes recibo un artículo de un tal Ignacio Gómez-Acevo, que a juzgar por los cargos que ostenta debe ser uno de los grandes pontífices de la moderna tauromaquia. No me extraña, sabiendo que es parte integrante del aparato propagandístico del osado charlatán Juan Pedro Domecq, también conocido por 'La Bicha'. Entresaco para su análisis algunos párrafos para que las personas sensatas y los aficionados de fundamento os deis cuenta por las veredas que anda este ciudadano. "Decía Marcial Lalanda que la emoción de encontrarse frente a un toro se tornaba en éxtasis, con mucho de erótico".
Ahora, vayamos a la realidad. Para empezar Marcial Lalanda era el torero menos indicado para hablar de 'éxtasis' porque fue un técnico poderoso que aprendió el oficio en el campo. Un lidiador con recursos y no se le puede suponer la sensibilidad necesaria para sentir el 'éxtasis'. Lo podían sentir Gitanillo de Triana o Cagancho en aquella época, porque toreaban con sentimiento, Marcial sólo podía experimentar el poderío del lidiador. Una sensación puramente física o artesana. Así que esa frase puesta en boca de Marcial es como imaginar a Lenin rezando el rosario.
De momento, el tal Acevo desconoce el terreno que debe pisar un buen aficionado para situarse a juzgar. Vuelve con el viejo cuento del sentimiento erótico delante del toro. Teoría divulgada en la época del insípido Luis Miguel (saber sin sabor), donde se llegó a decir que algunos toreros sentían un orgasmo al rozarle 'sus partes' la piel caliente del toro. Tremenda blasfemia, porque sólo los que lo hemos vivido sabemos que delante del toro se te queda la pilila más arrugada que una lombriz.
Hace falta ser un pedazo de necio para pensar que un torero se puede poner cachondo delante de un toro. Otra cosa bien distinta es montar a caballo. Sobre todo, cuando vas a pelo, y el movimiento rozando los huevos y la parte inferior del pene, fácilmente provoca una erección. Este roce galopando a pelo es como una masturbación. Pero comprenderéis que eso no tiene nada que ver con lo que se siente ante el morito astifino de la cara rizada. Por tanto, un buen aficionado debe reírse cuando le hablen del erotismo del torero con la muleta en la mano.
Belmonte y los terrenos. Otro falso concepto muy difundido es que Belmonte acabó con los terrenos del toro. Por no ser menos, este escribidor (sin duda muy leído) también cae en la misma aberración:"Luego tuvo que añadir el revolucionario concepto de que para dar emoción era necesario invadir los terrenos del toro, es decir, 'cargar la suerte'". Lo de relacionar la supresión de los terrenos con las distancias. Todavía los legos siguen confundiendo los terrenos con las distancias. Ponerse más cerca no tiene nada que ver con los terrenos. El torero que no respeta los terrenos del toro es víctima segura. Ni ha nacido ni nacerá quien sea capaz de acabar con esos terrenos. Entre otros ejemplos tenemos la desdichada muerte de Manolete, que al entrar a matar con los terrenos cambiados (dándole al toro los adentros) 'Islero' se lo encontró en su salida 'natural', y no tuvo más remedio que llevárselo por delante.
Los terrenos del toro son sagrados. Un torero puede ponerse más cerca del hocico (acortar las distancias) pero de salida no puede vaciar la verónica hacia las tablas porque el toro le atropella, Las tremendas cogidas de Rafael 'El Gallo' y de Bienvenida con el pecho destrozado fue por un ligero retraso al sacar la muleta en el pase cambiado. Así llamado porque se cita engañando al toro hacia los adentros, pero cuando llega a jurisdicción el torero cambia la muleta hacia las afueras (el tercio) para darle salida natural. Por tanto, basta ya de repetir la barbaridad de 'acabar con los terrenos del toro'. Lo que pasa es que el primero que dijo esta burrada fue nada menos que Gregorio Corrochano, un señor que empezó a ver toros cuando ya era mayor y lógicamene aprendió de toreros y algo de toros pero no llegó a los grandes secretos de la lidia.
Porque no lo había mamado. Corrochano es la Biblia de muchos papanatas y tampoco se dan cuenta que escribió aquella solemne barbaridad de 'cinco verónicas sin enmendarse' como título de una crónica para halagar al torero que le pagaba. Comprenderéis que tantas verónicas 'sin enmendarse' es técnicamente imposible darlas. Lo de Belmonte fue genial. Y muy fácil de entender. Hasta Belmonte se toreaba sobre las piernas. Las suertes se basaban en la agilidad y la destreza. Belmonte dejó quietas las piernas, asentó las plantas y toreó con el brazo y la cintura. El toreo quieto y el toro que se mueva alrededor. Antes los toreros andaban alrededor del toro. Así inventó el toreo moderno.
Fue el único revolucionario. A los que han llamado luego revolucionarios como Manolete y El Cordobés, sólo inventaron trampas y ventajas. MANOLETE Dice así el muy leído Gómez-Acevo:"Manolete volvió a cambiar las cosas. Había que torear erguido y bajar la mano. Como eso es imposible hacer entrando en el terreno del toro, se hacía necesario que el toro entrara en el terreno del torero: Había que embraguetarse. Parecía que se habían definido para siempre los cánones del toreo". Seguimos diciendo tonterías.
Para empezar, habla de los terrenos del torero, cuando el torero no tiene terrenos. Tiene 'sitio'. Cualquier terreno es bueno para el torero siempre que respete los del toro. Lo esencial para torear es el 'sitio' y la colocación ante el toro. Un torero que no tiene sitio ni colocación jamás podrá torear. Así de claro. Sigue el muy leído Gómez, confundiendo las cosas más elementales. Dice que "Manolete había dejado definidos para siempre los cánones". Y jamás toreó con arreglo a los cánones. Convirtió el parar, templar y mandar en el medio pase de perfil con la muleta retrasada. Y lo difícil del toreo lo convirtió en trampa. Por eso, a Manolete lo han imitado muchos toreros y a Belmonte no ha sido capaz de imitarlo nadie. Lo más que han hecho lo más clásicos ha sido seguir sus normas.
El mayor elogio de un torero es decir que es 'belmontino' o 'abelmontado'. Así también queda muy claro que Manolete era el truco y Belmonte, lo auténtico. Manolete tuvo la suerte de que lo matara un toro y nadie se atrevió luego a pregonar sus defectos. Su 'revolución' consistió en lo siguiente: Convirtió al toro de respeto en el utrero y a veces, como en una feria de Valencia, ¡en eral! Introdujo el afeitado, la espada de madera, el torero-nodriza por delante para no sortear. Suprimió el primer tiempo de los pases reduciéndolos a la mitad de su recorrido. Suprimió la verdad del toreo en curva para introducir el perfilero y en línea recta. ¿Se pueden cometer más atropellos juntos?
LO DE EL CORDOBÉS Después de Manolete, contados toreros han mantenido la pureza del clasicismo y de los tres tiempos. Todos los ídolos tremendistas que hubo luego, eran seguidores manoletistas. Eso era lo fácil de imitar. Pocos toreros han copiado la pureza de Rafael Ortega, que acabó cosido a cornadas y en menos medida la de Antonio Ordóñez ¡antes de los sesenta! que también acabó cosido a cornadas porque cuando se torea de verdad los toros cogen más certeros que cuando se colocan al lado de donde va a pasar. No enfrente. Es normal que un aficionado pagado de serio diga pestes de El Cordobés. Y ahí estoy de acuerdo en todo, menos en algo fundamental. Benítez siguió la misma técnica que Manolete pero en línea histriónica.
Una falsa 'sensación' de peligro para embaucar a los ignorantes que llegaron a ser millones (muchos más que tomasistas ahora). Pero tenía algo que han tenido pocos: un sentido felino del conocimiento del toro y una fidelidad con su público. A casi todos los toros y utreros desmochados, les hacía lo suyo. Cosa que por ejemplo no es capaz de hacer el moderno 'revolucionario' porque José Tomás va a la plaza con la idea preconcebida de hacer la misma faena a todos los toros. Y cuando el toro no se pone de acuerdo viene el ridículo, la impotencia y la incompetencia. Por tanto, el payaso de Benítez fue muchísimo más profesional y más conocedor que este 'genio' de ahora, el buscador de mariposas.
'LA HEMOS CAGAO' Hasta aquí tiene cierta explicación que escriba el socio de Juanpedrito 'La Bicha', porque repite de oídas tópicos generalizados por la costumbre. Así lo hacía Zabala que repetía como un papagayo lo que le decía Antonio Bienvenida, sin darse cuenta que el maestro lo despreciaba como mal aficionado. Lo malo de Gómez-Acevo es cuando se pone a juzgar la época que está viviendo y de la que debería de tener más elementos de juicio. Desbaría cuando dice que el aficionado moderno se ha hecho más entendido viendo docenas de corridas por televisión. ¡Vaya majadería! Sin embargo, hay un párrafo que es lo único sensato de su trabajillo. Dice algo tan certero y tan valiente que parece imposible atribuirlo al mismo autor de tantos desatinos.
Así juzga el panorama actual: "Se ha ido convirtiendo en espectáculo ya sólo de ferias. Los buenos toreros, acuciados por la necesidad de torear más de un ciento de corridas y ante públicos festivos, ignorantes y bullangueros, para poder seguir siendo parte del circo ambulante tenían que falsear el buen toreo con toda clase de triquiñuelas, que como el público tragaba, se acabaron ellos mismos creyendo". Pese a lo enrevesado de su escritura, esto es una verdad como un templo. Acevo reconoce que los buenos toreros están falseando con triquiñuelas. Esto no casa con lo de la televisión formando a buenos aficionados que como reconoce luego son ignorantes y bullangueros. Atreverse a decir que la televisión ha ido formando aficionados 'más entendidos' es de una audacia inconcebible. Porque la televisión no ha hecho más que destruir a los que podían llegar a ser buenos aficionados, creando una masa borrega que toma por bueno todo lo que dicen esos desaprensivos palabreros y fenicios que están ahí sólo para engañar a las gentes.
Como tarea de rebatir la ignorancia temeraria del articulista Gómez requiere mucho más espacio y este hoy se me acaba, prometo seguir el próximo miércoles. Porque parece imposible que en un sólo folio se puedan decir tantos despropósitos. Así dejaremos para otra entrega lo de la labor 'formativa' de la televisión, su delirio 'tomasista' que llega a límites idólatras y la poca vergüenza de afirmar que El Juli es "valiente y habilidoso donde los haya partiendo de la vulgaridad del circo ambulante". Y digo poca vergüenza porque a continuación afirma que el chaval "es ya diferente y cada día crece como figura del toreo". ¿En qué quedamos? Como veréis estos modernos teorizantes del toreo cuando se ponen a sentar cátedra se hacen de la picha un lío.
(Guía para jóvenes aficionados II)
José Tomás no torea, juega al escondite
Si continuamos analizando las tesis taurinas de Ignacio Gómez Acevo publicadas en el portal de Internet 'Mundotoro', adscrito al clan Domecq, es porque barrunto que debe ser un personaje muy influyente en las altas esferas del taurinismo del clavel. Asómbrame la cantidad de títulos que acapara en sus envidiable currículum. Yo, en cambio no fui más que cabo de panderetas de la tuna de Salamanca y torero aficionado durante 43 años, hasta que me retiré de los públicos en 1984 formando cartel con Antoñete y Roberto Domínguez. Ahora sigo toreando pero solo en mi plaza ganadera.
Confieso avergonzado que jamás asistí a esos seminarios de verano que organizan los que tienen carnet de intelectuales de la Tauromaquia. A los que por supuesto jamás fui invitado a intervenir. Ni jamás tuve maestro alguno para escribir de toros. Ni se me puede acusar de imitar a Corrochano, o cualquier otro santón de la crítica. Vayamos con el currículum de don Ignacio Gómez-Acebo: Nació en 1932 y es licenciado en Derecho por Madrid y Salamanca. Agente Oficial de la Propiedad Industrial. Presidente de Tauromaquia, S. A., editora de Mundotoro. Vicepresidente del Comité Asesor Europeo del Consejo NYSE. Presidente del Comité Ejecutivo Axa Seguros, Noki España. Patrono de la Biblioteca Nacional. Centro de Estudios Universitarios (CEU). Fundación Humanismo y Democracia. Idiomas: Español, francés e inglés. ¡Tócate los cojones!, después de acaparar tantos títulos hay que ver la cantidad de tonterías que escribe. O sea que estamos ante una persona madura física e intelectualmente.
Me mosquea que tuviera que venir a terminar la carrera a Salamanca, porque en aquella época los que no eran capaces de aprobar en Madrid se venían a la coladera de Salamanca, donde se hizo abogado hasta el mismo ¡Victoriano Valencia! sin pisar la Facultad. O sea, como los demás títulos que pone al final de sus artículos sean así, no llegará muy allá su policultura. Hablará español, pero es evidente que lo escribe encorsetado y cursi. Tengo entendido que además pertenece a la nobleza de este país. Cosa por demás chocante llevando un apellido tan plebeyo como el Gómez y el forestal Acebo.
Y ahora identificado el personaje vayamos en corto y por derecho a sus elucubraciones como aficionado insigne y domecquiano. La deformación de TV Escribe así el hombre éste: 'Dos hechos con probabilidad uno consecuencia del otro han venido a cambiar las cosas: la televisión permite que el aficionado vea docenas de corridas y así se ha ido haciendo más entendido. Por ello y a Dios gracias ah surgido un nuevo concepto del toreo. Parece que en algún lugar de ese sitio llamado el 'caro', que siempre han pisado las grandes figuras, el toro no ve al matador. En ese lugar se ha puesto un muchacho de Galapagar, José Tomás'. Pues resulta que ahí tiene toda la razón, porque gracias a la labor de televisión se ha desorientado tanto al público y se han cambiado tantos conceptos del toreo y del toro que hemos llegado a la situación fabulada en la que el toro no ve al torero y así surge el genio de Galapagar.
De estas líneas se deduce que José Tomás en vez de torear juega al escondite con el toro. Decididamente este aristócrata sabrá hablar español, pero no sabe escribir el castellano porque se le entiende todo lo contrario de lo que quiere decir. Si resulta que el toro no ve al torero saldrá un juego nuevo que no tiene nada que ver con el toreo al convertirse José Tomás en un ente invisible.
Volvamos a la televisión: Recordemos que el primer gran embaucador de espectadores fue Lozano Sevilla, que entre otras barbaridades confundía los tres saltitos de El Viti antes de entrar a matar con los tres tiempos de la estocada. Cuando se perfilaba Santiago y daba tres saltitos balanceándose sobre las zapatillas el osado de Lozano Sevilla exclamaba: "Fíjense como está marcando los tres tiempos de la estocada". Esa ha sido la gran labor informativa que aplaude Gómez. Después de Lozano vinieron otra serie de paniaguados a hacerle el caldo gordo al afeitado, al pico de la muleta y demás trucos para hacerlos pasar por la técnica del buen toreo. Y así llegamos al 'magisterio' del palabrero Fernández y del fenicio Molés.
El uno cuantas más corridas ve, menos sabe y más tonterías dice. Ha mantenido que el truco de Espartaco (torero bastote donde los haya) citando con la pierna retrasada y el pico de la muleta adelantado para luego darle un muñecazo hacia afuera era la técnica depurada del de Espartinas. Cuando Pepito Arroyo tumbaba a los toros a la primera dijo que era el mejor matador de esta época, cuando ahora se han dado cuenta que al entrar a matar con la punta de la espada hacia arriba lo que hace es matar al capón y reduciendo los tres tiempos en uno solo. Y así la gente se creyó que Pepito Arroyo era un virtuoso del volapié olvidando que el último que hizo con limpieza los tres tiempos de la estocada se llamaba Paco Camino, al que siendo perfilero y llevando el pase de abajo arriba proclamaron torero excelso negandole su verdadero mérito de ser el mejor matador de su época.
Con El Viti pasó lo mismo, siendo un gran torero que resucitó la curva de rematar los pases de pecho en la hombrera contraria, lo encasillaron como el as de espadas y resulta que también mataba lo mismo que Pepito Arroyo, a un tiempo y al capón. Glorificaron también como máxima figura a un banderillero saltimbanqui como Paquirri, que también era vulgar con el capote y la muleta. Y como contrapunto de 'torero exquisito' coronaron a Manzanares, que estuvo catorce temporadas sin ser capaz de cortar una oreja en Madrid y además citaba siempre con la muleta retrasada. Luego, con lo de Paco Ojeda fue el delirio. Y ya veis como un torpón saco de patatas aguantó solo un rato y nadie se acuerda de él.
Como estarían de esquizofrénicos aquellos cronistas que el pobre Zabala le dedicó la portada de 'Abc' en uno de aquellos pases encimistas. Desde que Luis Miguel Dominguín se subió a picar un toro en Vista Alegre, ningún torero había ocupado la portada del periódico carca. Está claro que la labor de las televisiones no ha podido ser más nefastas. Le hicieron el juego a los empresarios y a las figuras y difundieron al toro 'artista' de Domecq con el bravo de lidia. Así, que el público desde entonces está hecho un lío. La diferencia entre el Palabrero y el Fenicio es que el uno es un tontito vanidoso y el otro, mucho más ladino, va siempre a lo suyo, caiga quien caiga. Ahora se ha dado cuenta del desastre de José Tomás y le ha dado leña a muerte. Porque no le ve porvenir como cliente.
Si las televisiones hubieran hecho una labor medio seria se habrían cortado de raíz todos los fraudes del toreo. Como se cortó en Madrid cuando había crítica independiente y ningún torero se atrevía a sacar el pico de la muleta porque los crujía la bronca del público. El señoríto Gómez como todos los ignorantes impresionables piensa que ponerse cerca del toro (más bien cerca de la pala del pitón) tiene el mérito de un valor escalofriante. Los buenos aficionados saben que los que se ponen cerca es porque no tienen valor para esperar a los toros desde lejos. A dejarse ver. Y los que se arrodillan es porque no son capaces de triunfar a pie.
Han glorificado todas las marrullerías y todas las mentiras. Antes, a los toreros que se ponían cerca los llamaban despectivamente encimistas y tremendistas. El señoríto Gómez tiene un párrafo delirante para definir a José Tomás y justifica el medio pase de muleta retrasada con este galimatías:¿Es que no comprenden que adelantando solo un poquito la muleta, el resto tiene que necesariamente venir detrás? Vamos a convocar un concurso para saber qué ha querido decir este iluminado, porque semejante chorrada no hay Dios que la entienda.
Si resulta que detrás del pico todo lo demás queda detrás es todavía más evidente que ha suprimido el primer tiempo del muletazo en el más difícil y el de más riesgo. Lo que hace José Tomás y los encimistas es vaciar la embestida con muñecazo casi siempre dejándosela enganchar. En el medio pase no puede haber temple, ni mando, ni dominio. Pero como el dice el señorito Gómez que a José Tomás no lo ve el toro, pues fijaos el enorme mérito que tiene. Como todos los 'tomasistas', el señorito Gómez no soporta que El Juli pueda robarle protagonismo y lo califica como habilidoso y valiente, partiendo de la vulgaridad del circo ambulante. O sea que confunde al chavalín con El Cordobés, porque a los dos los empareja con el circo ambulante.
Este hombre escribe tan mal que todavía no se ha dado cuenta que las plazas no son carpas. Que son una construcción fija. Me canso de seguir. Creía que había escuchado ya todas las tonterías relacionadas con el mundillo taurino, pero este ciudadano ha rizado el rizo. La malo es que tiene ¡carnet de aficionado! ilustre, es amigo de los Domecq y además es duque o marqués, condiciones sobradas para desorientar a los públicos ingenuos. Podía tener mucho peligro si acertara a razonar sus teorías. Pero como no sabe escribir ni digiere lo que quiere decir, ahora resulta que José Tomás en vez de torear hace algo tan genial como jugar al escondite como el toro. ¡Ata esa mosca por el rabo!
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