Los aficionados de solera, -que vieron toros
grandes- por su volumen y sus dificultades –para
toreros agrandes- por su poderío y arte viril- es a quienes se dirigen estas
líneas.
Después de leerlas, no piensen —desfavorablemente
para mí— que todo su contenido es viejísimo y muy sabido. Lo sé.
Precisamente por esto es por lo que las escribo acordándome de ellos.
Estas son charlas a sostener con el grato y desconocido
conversador que las leyere, y el presente tema trata de una cuestión, vieja y
sabida porque desde hace bastante tiempo está en el ánimo de todos.
Es decir, que los toreros actuales todos practican
una forma de hacer el toreo exactamente igual. Todos ejecutan los mismos
lances, pases y suertes. Adoptan todos la misma figura y gesto. Es un toreo
en serie, hecho con el mismísimo molde. Se copian unos a otros y es imposible
distinguirlos entre sí.
Únicamente se destacan toreando de modo inconfundible:
Antonio Ordóñez, Antonio Bienvenida, y quizá algún otro más. Su toreo es
original, exclusivo e inimitable. Esto es el Arte: originalidad y
personalidad. Lo demás es copia, repetición, plagio y, por tanto, de calidad
y valor mediocre o nulo.
La materialidad de hacer pasar al toro, torear, y
hasta el matarlo... está al alcance de todos los toreros que aprendieron el
oficio —también hay muchísimos pintores, escultores, músicos...— pero el
crear Arte, es un «quid divino» que derrama Dios en la cuna de los
elegidos. No se puede comprar ni aprender.
Todos los que se han fijado un poco en el toreo y en
los pases de hoy, enseguida han dicho que está inspirado y que son una copia
de lo que los toreros bufos les hacían a los becerros.
Y es que, todo lo trágico, aún en la esfera de lo
más íntimamente privado de la vida, está siempre a trueque de resultar
cómico.
De los trances apurados y terribles que sufrían los
medianos toreros, ante los toros de respeto, surgía, frecuentemente, lo
trágico-cómico, que sin querer, hacía reír.
Se da el paso de separación entre lo serio y cómico.
Se recurre, por los que no pudieron llegar a impresionar trágicamente, a
provocar premeditadamente la risa de las gentes, mediante la grotesca
actuación. Así es como surge el toreo cómico y ciertamente, la cosa no deja
de tener su origen en el amarguísimo y doloroso desengaño del fracaso; pues
todos los toreros bufos, empezaron pretendiendo triunfar en el toreo
serio; igual que la mayor parte de los clownes se decidieron por ser
tirititeros; que hacen de graciosos, porque su trabajo formal interesaba
menos.
En las charlotadas se vienen practicando, desde hace
lo menos cuarenta años, las más inverosímiles suertes y lances. Todo les sale
bien y resulta gracioso, pues los becerros y becerras, con su juventud y
vivacidad, todo lo hacen posible con el mínimo o nulo riesgo.
De estos conjuntos cómico-taurinos, han salido los
pases más estrambóticos que puedan imaginarse. A esos animalillos se les cita
cerquísima, sin dejarles ni el más pequeño espacio para la salida, y sin
embargo, pasan y salen, resultando, a veces, una cosa casi lucida Se les
ponen banderillas sentándose el payaso en el suelo y, desde luego, se las
ponen, aunque el clow-torero salga revolcado ¡qué más da! Como es un becerro
no les puede dar la cornada (aunque luego haya que gastar un caldero de
árnica o entablillar varios huesos).
Se montan encima del animal. Acostados en él le
pegan la estocada. En fin... mil diabluras más... y todo para ganar cuatro
perras gordas y otras tantas carcajadas de chicos y niñeras.
Los aficionados que van a estas mojigangas, son
aquellos que no pueden faltar ni una sola vez de las que se abran los
chiqueros, sea para lo que sea, pero no suelen reírse con tan descarada
ridiculización del toreo. Sin embargo al observar estas charlotadas, el
aficionado al toreo, saca consecuencias muy interesantes:
Una de ellas es que el torear, en general, se puede
hacer de dos maneras, bien distintas, según que el enemigo sea joven —menor
que utrero— o sea mayor de esa edad.
Al bicho joven se le pueden hacer cosas
inverosímiles, totalmente opuestas a toda norma, porque de una parte su
acometida tiene menos sentido. Es decir, se fija menos, lo hace con menos
intención; pues esta cualidad peligrosa la adquieren con la edad.
Por otra parte con esa res de poca edad,
precisamente porque posee menos sentido, se atreven los toreros e intentan
practicar las suertes y los lances en terrenos y de forma que de ninguna
manera, salvo contadísimos toreros, se atreverían a practicar con el toro de
edad por el sentido ese y peligrosidad que adquieren como consecuencia de
las frecuentes riñas «entre ellos a partir de haber cumplido la edad en que
sienten el celo y no les permiten padrear. Desde entonces es cuando aprenden
a saber para lo que tienen los pitones.
Los payasos toreros, en su día, y después algunas
«grandes figuras» —cobrando mucho dinero— se dieron cuenta de las debilidades
humanas del espectador y, practicaron el toreo estrambótico (acepción gramatical
que significa: extravagante, irregular y sin orden: así son las modernas
faenas de muleta) pero era preciso para ello que el bicho fuera un becerro.
Cuando sale el toro con sus 5 o 6 años, se terminan las payasadas; o se
torea con formalidad y exposición de la vida —billetes y gloria bien
ganados— o se fracasa y... al cabaret a camelar a las señoritas cúrsiles.
Señores: no es exagerado decir que el toreo bufo y
el que nacen, los otros toreros, cuando los toros salen chicos, es una misma
cosa.
Hagan memoria y comprobarán que todas esas cosas
extravagantes, que hacen los toreros «innovadores», sin orden ni concierto,
sin necesidad ni oportunidad, a las cuales se les llaman lances o pases
personales y se les pone un apelativo, formado por el nombre del autor
añadiéndole la terminación «INA», no son, ni más ni menos, que una copia del
repertorio del gran «L,lapisera»...
Fuente autorizada por http//:www.elchofre.com *Nuestro agradecimiento a Juan Antonio Hernández Sánchez "Toni",de http//:www.elchofre.com, la revista taurina de aficionados independiente más importante de España, por permitirnos reproducir esta relación de 13 tertulias que nos han servido para corroborar que el TORO (íntegro, encastado, fiero y noble) es el que dota de EMOCIÓN a la fiesta y es el que da la talla de todo aquel que como torero se viste de luces. Somos de la opinión que el estado actual de la fiesta es más que preocupante, por la degeneración a la cual la han llevado, que da la impresión que cualquier mortal podría bajarse a los ruedos a plantarles cara a las fieras que por lo general "acompañan" a las llamadas también por lo general "figuras del toreo actual". A los colectivos taurinos independientes y a los aprendices de aficionados como servidor, nos queda la árdua labor de luchar por defender la integridad de la fiesta: denunciando el fraude que sólo favorece a quienes viven de la fiesta a costas de los aficionados que somos quienes la sostenemos; reivindicando al TORO, que en nuestro concepto es la piedra angular de la fiesta y que en concepto del taurineo es la última rueda del coche. (Pocho Paccini Bustos). |
La LIBERTAD, supone un compromiso con la VERDAD, que cual valor supremo debe presidir todos nuestros actos. El REY de la fiesta, el TORO, exige que se predique de él con LIBERTAD.
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Es de agradecer al señor Juan Antonio Hernández Sánchez por el contenido de las tertulias y al señor Jorge Paccini Bustos por la publicación.
ResponderEliminarLa fiesta;la auténtica fiesta,se salvará mediante el regreso del toro íntegro,de irreprochable presencia,por su comportamiento encastado y serio,por su sorprendente derroche de fortaleza,vibración,movilidad y que emociona contemplar su lidia.
Los toreros son la otra cara de la fiesta,son el complemento de todo esto.
Porque el toro es el principal protagonista de la fiesta.
Los buenos aficionados por ser minoría,no debe significar que los del taurineo los pretendan pisotear en sus derechos impunemente como es su objetivo.
Por eso dejan oír su descontento;al comprobar de que va la cosa y no aceptan el timo.
Desde Surco.
Agradeceros a vosotros el que estéis ahí luchado por nuestra fiesta.
ResponderEliminarUn Abrazo desde el otro lado del charco.