Nuevamente traigo a la consideración, un par de acontecimientos de tiempos arcaicos, que por su curiosidad y venturosa desaparición de una de ellas, gustosamente brindo a continuación y en especial al Dr. Salas, “culpable de insuflar en mi”, la costumbre viciosa de escarbar en el pasado mítico de los toros y algo más... con el afecto que le profeso.
Una de las suertes utilizada desde épocas pretéritas en los festejos de toros para abatirlos, y que ha pasado a mejor vida, era la “media luna”, que consistía en un palo como el de la garrocha o vara de detener, que en uno de sus extremos llevaba colocada una media luna de acero cortante en su borde cóncavo.
Desjarretadera
El encargado de desjarretar se acercaba al toro por detrás, y de un golpe le cortaba los tendones de las patas traseras al toro.
Las armas que llevaban los guardias reales, llamados "Alabarderos" desde tiempos de Fernando el Católico, llamadas "alabardas" incorporaban como una de las tres utilidades, de dichas lanzas, una desjarretadera. (foto) Esta bárbara suerte, de origen venatorio, era una práctica tan antigua y extendida, como, lo demuestran las referencias citadas en la Biblia, cuando Jacob (hacia 1.800 a.C.) antes de morir, al bendecir a sus hijos, le dice a dos de ellos: “Simeón y Leví son hienas, instrumentos de violencia son sus espadas... porque en su furor degollaron hombres y caprichosamente desjarretaron toros”.(Génesis, 49, 6)
En otro pasaje comprobamos que no solo se desjarretaban toros, como cuando los reyes del norte de Israel unidos en alianza marcharon contra Josué (sucesor de Moisés, hacia 1.200 a.C..), Yahvé dijo a Josué: “No los temas, porque mañana, a esta misma hora, yo te los daré traspasados delante de Israel: desjarretarás sus caballos y quemarás sus carros”. (Josué, 11, 6-7)
Alabarda con desjarretadera
En el pasaje no se citan los caballos que se desjarretaron, presumiendo fueron algunos cientos o miles, como ocurrió cuando David (1.015-975? ), venció a Hadadecer, rey de Soba: “Tomóle David mil setecientos caballeros y veinte mil infantes; desjarretó a todos los caballos de los carros de guerra, no dejando más cien tiros de carros..."(2Samuel, 8, 4-5) , total mínimo de 3.000 caballos aproximadamente, de los 3.400 de los carros, reservándose 400 caballos para los carros de tiro, a cuatro por carro.
Entiéndase que esa práctica, aunque bárbara, solo se daba con ocasión de las contiendas tribales que se sucedían con bastante frecuencia, ya que en la vida normal es reconfortante encontrar que códigos como el de Hammurabi (1.730-1.686 a.C.) penalizaba costumbres semejantes, como lo prueba su articulado, al igual que las Leyes Hititas (1.500-600 a.C) que en su artículo 74 establece: “Si alguno quiebra el cuerno o las patas de un buey, debe tomar a ese animal y dar al dueño del buey otro en buen estado”.
Entiéndase que, en pueblos agrícola-ganaderos, la pérdida de un animal tan valioso suponía perder parte de la hacienda. Por ello tanto babilonios como hititas, lo mismo que en las leyes mesiánicas, se dedicaron muchos artículos a la protección de los animales que eran de utilidad para el hombre.
En los siglos XV y XVI, la media luna que usaban los cazadores, llamados cimarrones en las Indias occidentales, eran “garrochas largas de veinte palmos que en la punta tienen un arma de fierro, de hechura de media luna, de agudísimos filos, que llaman desjarretadera, con la cual, dichos cimarrones, acometen a las reses al tiempo que van huyendo, e hiriéndolas en las corvas de los pies, a los primeros botes las desjarretan”, según escribe un autor de la época.
En principio los que desjarretaban los toros, eran los esclavos moros, después fueron negros y mulatos, como refiere Lope de Vega en su Jerusalén: “...que en Castilla los esclavos hacen lo mismo con los toros bravos”.
Esta práctica infame servía de regocijo para muchos espectadores, quienes al toque de desjarrete, saltaban al ruedo armados con todo tipo de armas regodeándose en la masacre, como lo reseña D. Nicolás Fernández de Moratín, en su Carta histórica: “...y después tocaban a desjarrete, a cuyo son acometían al toro acompañados de perros; y unos le desjarretaban y otros le remataban con chuzos y a pinchazos con el estoque... sin esperarle y sin habilidad...”. Precísamente Goya pintó para ilustrar la "Carta histórica" de Moratín, doce litografías y precísamente la número doce corresponde al desjarrete de un toro. (foto)
Grabado de Goya, n° 12
Otro divertimento consistía en arrastrar los toros desjarretado vivo, como ocurrió en la plaza de Burgos, en tiempos de Felipe IV, con motivo del casamiento de Luis XIII de Francia (el del Cardenal Richeliu) con doña Ana de Austria, en 1.615, celebrándose una fiestas de toros, y en las mismas “se usaron cuatro mulas, no domadas, con sus cuerdas tirantes, y estando el otro desjarretado, las meten en el coso y amarran el toro, y como van huyendo de él, tiran tanto, que lo hacen saltar, y de esta manera, regocijan mucho a la gente, y pareció muy bien como cosa nunca vista”.
Una de las últimas veces que se tiene noticia de que a un diestro le sacaron la media luna, en una corrida, fue a Cayetano Sanz en la plaza de Madrid, el 9 de mayo de 1.861, alternando con Julián Casas y El Tato, con tres toros de Agustín Salido y otros tres de Cúhares y Santiago Martínez. El boletín de Loterías y toros dice del torero: “Cayetano Sanz, después de once pases naturales, tres más con la derecha, dos por encima de la cabeza y uno de pecho, dio una corta y delantera a volapié, una en los cuernos, otra baja y delantera a volapié, otra lo mismo, otra igual, otra al aire, otra corta a volapié, en que le descordó y tres estocadas arrancando, saliendo la media luna...”. Total diez estocadas
Tras este rosario de pinchazos, no sabemos que era más desagradable y repulsivo, si la media luna o el recital del señor Cayetano.
La Lidia, 21 -Octubre-1895
Tras su abolición, aún permaneció la obligación de mostrar al público la media luna y estaba recogida en varios reglamentos de la época, como lo reflejan los de las plazas de Madrid, Barcelona y Puerto de Santa María, entre otras, aprobados en 1.880, estableciendo en su articulado la obligación, del empresario de la plaza, de proveer al menos una media luna y que la autoridad: “transcurridos quince minutos, hará una señal el Presidente y el toque de un clarín anunciará haber pasado dicho tiempo y servirá para que el espada se retire al estribo, y que el puntillero saque y muestre al público desde el callejón la media luna para ludibrio (escarnio) del espada, pero no hará uso de ella por ser este un acto repugnante”.
PLACIDO GONZALEZ HERMOSO.
Feliz aniversario y a seguir en la buena senda.
ResponderEliminarMuy buen artículo sobre la antigua media luna.
Desde Surco.