EMPLEADA COMO RECURSO Y CONTRA TOROS MANSOS
Nuestra fiesta taurina, tanto la institucional como la popular, tiene tras de si un recorrido histórico tan amplio que, en ocasiones, se hace imposible de abarcar. Ahora nos interesa un único punto de todo ese devenir histórico, nos interesa una de aquellas suertes de recurso pero celebrada en demasía en el momento de su ejecución que, el tiempo y la razón práctica, han hecho desaparecer.
Nos referimos a como no puede ser de otro modo la suerte de desjarretar.
No podemos empezar nuestra andadura por el mundo de los toros sin dibujarles la finalidad de esta suerte y como, sus efectos, serían más que aconsejables metafóricamente hablando, claro- sobre gran parte del elenco de personajillos a cargo del mundillo taurino en la actualidad. Y si no... lean.
Aunque hay autores que afirman que dicha suerte puede remontar su origen al medioevo español algo complicado de demostrar, es curioso en cambio como en los tratados taurinos de los siglos XVII y XVIII no se nombra -solo en muy contadas ocasiones esta especialidad. Los textos de Luis de Trexo (1639), Cárdenas y Angulo (1651) o Marcelo de Tamariz (1771), bastan para confirmar que, de ser realmente práctica medieval, permaneció prácticamente perdida en el subconsciente colectivo durante época moderna, no siendo hasta el XIX cuando constatamos su puesta en práctica de modo regular.
Tal vez ello sea consecuencia de que, más que estar ligada a las suertes de a caballo principales protagonistas de época Moderna y consecuentemente de los tratados mentados anteriormente, fue más bien una práctica exclusiva de los de a pie, bien fuese popularmente hablando o a cargo de los auxiliares de las caballerizas.
De hecho, el gran torero Francisco Montes “Paquiro”, llegó incluso a incluir normas para practicar el desjarrete en su popular tratado sobre el arte de torear, siempre dentro de las advertencias sobre los modos de torear a pie. Escribe así “Paquiro” en 1840 que:
“Cuando no hay medio de hacer morir al toro por el orden regular que se lleva en las plazas, se manda sacar el asta ó media luna para desgarretarlo. Este instrumento consiste en un cuarto de círculo de acero cortante en su borde cóncavo, y por el convexo unido á un palo igual al de las varas de detener. El uso que se hace de él se limita á cortar los tendones de las piernas, con lo cual el toro cae, y puede ser muerto como se quiera”.
La popularización de esta práctica vino en cambio no desde la letra impresa, sino desde la imagen impresa. Francisco de Goya y Lucientes, en su serie de grabados “La Tauromaquia”, incluyó una lámina según creía él era utilizada la media luna en época mora, dentro de su afán en la contextualización histórica de los orígenes y desarrollos de la tauromaquia. Hoy día, como ejemplo de la popularización a la que hacemos referencia, si vamos a Internet, al buscador Google e insertamos en él la palabra «desjarrete», el 80% de la búsquedas que veremos localizadas pertenecen a referencias de los grabados goyescos.
Desjarrete de la canalla con lanzas, medias-lunas, banderillas y otras armas. Serie Tauromaquia, 1815. Grabado 249 x 355 mm, aguatinta, punta seca. Cortesía de: Editorial Casariego
Para otros autores como Sánchez Lozano -según expone en su Manual de Tauromaquia (Sevilla, 1882)-:
“No habiendo medio de hacer morir á un toro en el órden regular que se lleva en las plazas, por sus malas condiciones ó por impericia del espada, se acostumbra en algunos circos á desjarretarlo con el asta ó media luna.
Compónese esta herramienta de un tercio de circulo cortante en su borde cóncavo y unido por el convexo á un palo semejante á las varas de detener; limitándose el uso que de él se hace á cortar los tendones de las extremidades, con lo que el animal cae y puede ser acachetado impunemente.”
La diferencia sustancial entre “Paquiro“ y Sánchez Lozano estriba en que el primero era claro partidario de la desaparición de la suerte, mientras el segundo decía al respecto:
“[Estas prácticas] están hoy abandonadas en la inmensa mayoría de las plazas, y aunque respecto de la segunda (se refiere aquí a la de echar perros al toro, otra suerte que también explica en su manual) encontramos una razón poderosa en su repugnancia, por lo cual la creemos llamada á desaparecer completamente, no sucede lo propio con relación á la primera, puesto que ni es desagradable ni innecesaria, si se ha de cumplir en ciertos trances, el principio taurino de que el cornúpeto que pise útil el redondel no debe salir de él más que arrastrado.”
Finalizaremos recordando como Pepe Illo insertó en su tratado (Cádiz, 1796), en su edición grabada, una lámina con la representación de los diferentes trastos de torear, incluyendo, tal y como vemos –con el número 10-, un desjarrete.
Sr:Paccini Bustos,felicitaciones por el primer aniversario así como por el interesante artículo sobre el desjarrete.
ResponderEliminarE.M.S.