Escrito por ELCHOFRE
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jueves, 14 de octubre de 2010
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No puede negarse que las cosas deben ser como a sus
consumidores les agraden, y un buen sentido comercial aconseja darle al
público lo que su gusto pida. Bajo el punto de vista del espectáculo
taurino, la mayor parte de los espectadores prefieren hoy la filigrana
vistosa, casi siempre falsa, al toreo de verdad que descansa en el valor,
el conocimiento y el arte. Se fijan mucho en el torero y no le hacen ningún
caso al toro.
En los últimos años cada vez va menos público a las
corridas. Es cierto que este espectáculo se ha hecho irremediablemente
costoso y los precios de las localidades son prohibitivos para muchas
personas. Pero hay otros muchos que son tanto o más caros y sin embargo se
les agotan las entradas.
¿Es que ya no interesan las corridas de toros? En
parte, esto es lo que ocurre como consecuencia de tanta adulteración.
Pero esta adulteración se ha producido por la gran indiferencia de la
mayoría del público. De nada se protesta, nada se reclama y todo se acepta
con la misma pasividad. Da la impresión de que sólo asisten invitados con
entrada regalada.
Cuesta trabajo comprender que se paguen las elevadas
cantidades que valen las localidades, con la sola y exclusiva finalidad de
matar las tres o cuatro horas de la tarde dominguera, y uno no se explica
cómo es posible que sin tener afición haya quien sea capaz de soportar una
corrida.
Estos espectadores a los que todo le es
indiferente, son en su totalidad lo que ahora se dice «toreristas». Creen
que el torero es lo único del festejo. Han olvidado que su nombre es Fiesta
de los Toros y no de los toreros. Van solamente a ver al torero, sin
importarles si hay o no hay toro, ni si este está ya medio muerto antes de
saltar al anillo.
Esta es la verdadera causa de que en su trabajo los
toreros hayan introducido tanta mixtificación y mentiras. El público pide preciosidades: pues
a dárselas. Si para ello es preciso que salga el torito joven y chico: éste
es el que se les suelta. Si es necesario aplastarlo, primero en el
chiquero y después en la «mala suerte» de varas: se le aplasta y en paz.
Naturalmente, el torero, así endiosado, cobra
verdaderas atrocidades y ésta es una de las partidas del presupuesto que
tanto han encarecido el espectáculo.
Pero es el caso, que el mismo público que cree
gustar de esa dulzaina «torerista», llega a darse cuenta, acaso
inconscientemente, de que ello le empacha, hastía y aburre. —Cosa natural
por la falta de emoción— y vuelve a caer, también por este camino, en la
maldita indiferencia.
Cree que la cosa no tiene remedio, piensa que las
corridas de toros carecen de interés y este error es el peor mal que
padecemos.
Que salga el toro con edad, con peso y sin mermarle
alevosamente sus defensas ni sus facultades y ya verán si este festejo es, o
no es, interesante y si merece la pena pagar caras las entradas, para
presenciarlo.
Cierto es que en las plazas entran muchos buenos
aficionados. Aficionados que sienten pasión por ver torear, que prescinden
de muchas cosas para poder comprar la entrada.
Pero estos, que son tan magníficos espectadores de
las corridas porque comprenden y conocen bien lo que es el toreo, están en
minoría; en una minoría tan insignificante que, paradójicamente, se
encuentran como extraños o intrusos cuando, en realidad, ellos son, mejor
que nadie, quienes pueden juzgar con certeza.
Aquélla aplastante mayoría, comete muy grandes
errores al enjuiciar, porque no entienden, ni se preocupan de aprender un
poco. Siempre dicen: «Yo de toros no entiendo, pero lo que está haciendo
ese torero es muy bueno»... ¿Si no entiendes de toros, cómo puedes
calificar tan rotundamente?...
El aficionado que le escucha se limita a mirarle y
sonreír... El aficionado bueno de verdad, el que si sabe ver el toreo, no
discute; habla poco y sólo lo hace con quien lo va a comprender.
Por lo demás, todos tienen derecho a opinar —aunque
no tengan derecho a cometer injusticias— pero da lástima ver y oír tanto
disparate en los laudos de las mayorías, porque esta es la causa de que la
fiesta vaya de capa caída. Es lamentable que se dejen engañar tan fácilmente,
y todo porque no se paran a pensar en que el elemento principal de las
corridas de toros es: el toro.
Al toro es al que se debe observar con más atención.
Observarlo en su tamaño, su edad, presencia. Seguir sus movimientos durante
la lidia, ver bien lo que le hacen los toreros y entonces se podrá apreciar,
sin error, lo que esté ocurriendo, y se podrá ponderar con justicia la actuación
de cada uno.
Es difícil llegar a comprender el
toreo, porque es una lucha muy compleja, en la que se dan infinidad de
características y realas indefectibles. No ocurre como en los demás
deportes —pese a lo mucho que éstos apasionan— que todos son muy fáciles de
aprender a contemplarlos. Pero, en términos generales, se puede afirmar que
la persona que tenga medianamente desarrollado el sentido de la observación,
enseguida se convence de que no hay otro espectáculo que le aventaje en
interés y emoción.
Si los españoles supieran ver torear, porque lo
entendieran, no buscarían el entretenimiento, el interés y la pasión en
deportes bobos. Pues
conociendo el toreo —para ello basta con fijarse mucho en las cualidades
del toro— sabrían exigir, y como consecuencia, la actuación de los
profesionales y promotores sería siempre honrada; con lo cual la corrida de
toros mantendría ese enorme interés que le es inherente y le hace ser
superior e incomparable a todos los demás espectáculos.
Es lamentable que hoy, cada día más, se está
reduciendo a una Fiesta de toreros, y no es esto lo peor, sino que a fuerza
de querer complacer tanto al público, que gusta de las preciosidades, algunos
toreros se traen estudiadas unas modalidades en los pases y unas posturitas
que, la legendaria varonía del toreo está quedando muy mal parada.
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Una buena puesta en valor de lo que pasa en la fiesta.
ResponderEliminarEl público es hoy en día más amigo del toreo superficial que de la ortodoxia y la prensa está en manos de corruptos,miedosos,que en lugar de orientar a los equivocados,educar a los entusiastas y enseñar a los ignorantes,solo sirven para perpetuar el fraude,contribuyendo con su postura aduladora a acelerar la caida de la fiesta.Pero no todos son timados,quedan aficionados que en cuanto comprueban de qué va la cosa,no lo aceptan.Es de verguenza ajena las crónicas donde dicen que todo es un derroche de arte y buen toreo.Hoy cuando se habla del toro hay que dar explicaciones.Antes era de imponente lámina,preciosa estampa,poderoso y fiero.
Va por ustedes, celadores de la verdad.
E.A.V.