EL EJE DE LA LIDIA

EL EJE DE LA LIDIA
"Normalmente, el primer puyazo lo toman bien los toros, y si ése fuera el único del tercio, todos parecerían bravos. En el segundo ya empiezan a dar síntomas de su categoría de bravura. Y es en el tercero donde se define de verdad si el toro es bravo o no. En el tercer puyazo casi todos los toros cantan la gallina, se suele decir". JOAQUÍN VIDAL : "El Toreo es Grandeza". Foto: "Jardinero" de la Ganadería los Maños, primera de cuatro entradas al caballo. Corrida Concurso VIC FEZENSAC 2017. Foto : Pocho Paccini Bustos.

domingo, julio 03, 2011

PRUEBA DE LA BRAVURA EN INMINENTE PELIGRO

"El picador es protagonista principal en la Fiesta; a su cargo está una de las más bellas suertes.El picador debe ser un buen jinete, caer bien al caballo, procurar caer poco a tierra, corregir los defectos que el toro pueda tener..No barrenar, no hacer la "carioca", no dejar enhebrada la vara, no....
Para "usté" la "jaca" amigo!!!...


Adios suerte de varas, adios, y...¡qué aburrimiento!
19 Junio 2011
Escrito por Paco Ruiz.
Asociación E l Toro de Madrid.

"Se acabó la suerte de varas. Y si no vean: su finalidad es mermar la fuerza del toro y ahormar su cabeza. El toro, debe tras ponerle en suerte, estar parado, quieto frente al caballo del picador, de forma que pueda demostrar su bravura al decidirse a acometerle sabiendo qué hace, incluso en los siguientes y subsiguientes puyazos, después de conocer el castigo del picador.

¡Qué ignorancia cuando se pide que al primer puyazo se coloque al toro de largo!. Al toro se le pone de cerca a lejos, puyazo tras puyazo, para que se entere del castigo y demuestre su bravura.
Hay que saber que la suerte de picar consta de tres tiempos: cite, reunión y salida.

El cite se consigue moviendo al caballo hacia adelante y atrás (hay que se ser jinete para ello, cosa que los piqueros actuales solo hacen montándose, sin más, en un caballo, en muchos casos jamelgo) y hasta llamando al toro con la voz del picador.

Cuando el toro acomete al caballo y llega a jurisdicción, ahí está la reunión, el picador debe colocar la puya en el cerviguillo para ahormarle la cabeza, cargar la fuerza de su brazo sobre el palo y dar salida al toro por la derecha, sacando al caballo por la izquierda. Ultimo tiempo de la suerte.

Nada de ello se hace ahora. Ni se pica en lo alto del morrillo, habiéndolo llamado en condiciones y ni se da salida al toro.

Toda la suerte, dice el Reglamento Taurino (de la Plaza de Las Ventas de Madrid), se hará donde el lidiador lo estime oportuno, pero el sitio adecuado para apreciar la bravura del toro será en el extremo opuesto de la salida de chiqueros (en Las Ventas, tendido 8, pegado al 7). También, si se quiere, aparte de pequeñas minucias establecidas en el Reglamento, como que el picador cuidará que el caballo lleve tapado sólo su ojo derecho (claro, que si de ello tampoco cuida el Sr. Presidente de la corrida no lo va a hacer el picador por la cuenta que le trae) y que los lidiadores de a pié se vayan por la derecha del caballo. Pues ahora vean lo que pasó en nuestra corrida con el descontrol más absoluto de matadores y subalternos.

Primer toro: primer puyazo: no se agarra mal el piquero, la verdad. Segundo encuentro: esto ya es picotazo y además a la grupa del caballo.

Segundo toro: penoso; cada peón por su lado y no digamos el tercero (peón se entiende) con lo que el animal se lleva un picotazo por el picador que hace puerta en terrenos del tendido 4, saliendo suelto, otro picotazo por el picador de tanda en el tendido 2 y finalmente otro picotazo en el 8 y ¡se acaba la suerte!.

Tercer toro: aprieta bien en un puyazo en terrenos del tendido 9 y después un picotazo casi en el 10.

Y para no aburrir más a mis lectores; en los sucesivos toros, puyazo trasero en el 8, picotazo en el 10, puyazo trasero en el 1, picotazo en el 4 y dos puyazos en el 10. A modo de resumen.

Vayamos con los de a pié: el mejor toro de la tarde se lo llevó David Mora que lo brindó al público. Después del simbólico castigo (tres picotazos en varas) logra, francamente, cinco buenos derechazos en el centro de la plaza, una segunda serie, peor, apretando a correr en ocasiones, otra tercera serie aceptable, con la izquierda cinco naturales vulgarotes y para finalizar otra tanda de derechazos que...vaya.

El toro aguantó por el escaso castigo y lo pudo torear sin excesivas dificultades, poniendo en ocasiones temple y largura el diestro que acabó con una extraordinaria estocada.

Le valió la faena una oreja en mi opinión inmerecida. Me explico. Hay una expresión, pienso que tópica, que una buena estocada merece una oreja. Expresión acuñada a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando el toreo era una preparación a la muerte del toro, muerte que constituía la suerte suprema, la estocada. Hoy la fiesta ha cambiado y la suerte de matar (fundamental) creo debe entenderse como la culminación de una gran faena en todos los sentidos (se incluye toreo de capa y muleta) y por tanto el trofeo. Este no fue el caso de David Mora con todos mis respetos. El resto de la corrida, cinco toros más, pues eso, sopor y aburrimiento como decía al principio.

David Mora en su segundo, Serafín Marín y Oliva Soto en sus oponentes, aparte de toros por los suelos, toreo perfilero, naturales con el compás cambiado en que el toro va por un lado y el torero por otro, mil derechazos acompañando el viaje en unos casos, en otros acelerados, poco mando, algún que otro enganchón, estocadas caídas y al fin…nada. Como anécdota puedo decirles que hubo un toro que entre las escandalosas voces del diestro, jaleándose su faena al final de cada serie y las de sus peones (tenor él, barítonos ellos) mientras que se le obligaba a humillar para el descabello, acabó sordo antes que muerto.

No quiero acabar sin también decir que se está perdiendo la liturgia en los toros. Se define la liturgia como el orden y la forma en que se deben llevar a cabo las cosas.

Mi querido Oliva Soto, según la liturgia, brinde el toro al público, deje caer la montera en el ruedo como se ha hecho siempre y no se desplace a continuación al callejón para dejársela al ayuda y volver después a la cara del toro. ¡Qué cosa tan fea!.

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