(Artículo extraído de la revista taurina 6Toros6 de 1 de enero de 2002).
"A continuación transcribo la conferencia que pronunció el matador Ignacio Sánchez Mejías en la Universidad de Columbia Nueva York, en 1929, sobre la Tauromaquia":
Vamos a hablar de Tauromaquia, que es la ciencia del torero, y del torero, que es la ciencia de la vida. Saber torear es saber vivir. Cierto es que en Tauromaquia cada concepto produce un inmenso campo de consecuencias. Pero antes de seguir adelante con ellas analicemos el toreo español que se practica en las llamadas plazas de toros y, para ello, comencemos por analizar, certera y detenidamente, los elementos que lo componen.
El toro y el torero:
El toro es el que embiste, el que acomete, el que quiere enganchar al torero para herirlo o matarlo. El toro es el peligro, la muerte, la muerte que nos rodea por todas partes, que nos busca o que nos espera, que nos acecha o que nos viene al encuentro. El toreo es el que sortea el peligro, el que engaña a la muerte traficando con ella, el que crea unas reglas, un arte para no morir. El que se enfrenta con el toro, con el peligro, con la muerte y en sus mismos hocicos elabora su triunfo, conquista su gloria, accede a su bienestar.
El caballo:
El caballo pacta con el hombre contra el toro, pacta con la muerte. Yo presencié un diálogo que voy a referir palabra por palabra, letra por letra:
El hombre: Necesito de tu ligereza para herir a la muerte con el morrilo.
El caballo: Cuenta conmigo. Yo corro mas que ella, pero es preciso que me guíes.
El hombre: Yo te llevaré por la boca y te impulsaré por los ijares. Respondo con mi vida de la tuya.
El caballo: Conforme.
El hombre: Conforme.
Después los hombres y los caballos, "informales" en su trato, se engañaron los unos a los otros, de modo que unas veces moría el caballo y otras el hombre. Sin embargo, un hombre y un caballo, si van de acuerdo, siempre triunfan de la Muerte.
El capote:
El capote es un trozo de seda de colores vivos que sirve para llamar la atención del toro, para atraerlo, para invitarlo al juego, a la lucha. También sirve para trastearlo, para adivinar sus intenciones, para establecer la categoría del peligro. De la misma manera que el toro abanto corretea, va y viene de un lado para otro, hasta que se encuentra con nuestro capote, así la idea vagabunda un día se detiene en nuestros pensamientos. El capote en suma es la imginación del torero.
La pica:
La garrocha del picador hiere suavemente al toro en el morrillo, que es el sitio de su muerte, mientras los cuernos tiran cornadas mortales al aire. La herida es como un carril, una vereda que se abre para que camine nuestra seguridad, es como el túnel que hace posible el recorrido por debajo de la Muerte, por debajo de la nada hacia la Vida, hacia el Ser. "Ser o no ser": he aquí la disyuntiva de todo picador, que es la misma de todo aquel que traf¡ca con la muerte.
Las banderillas:
Son las flores que el torero fácil, el torero dominador, el torero seguro, pone esquivando la muerte. La suerte de banderillas a cuerpo limpio es la manifestación poética del lidiador que la practica. No es comúnmente ni práctica ni útil, es solo un derroche de alegría infantil que se descara insconciente ante el peligro. Si son de fuego -cosa que se elige cuando el toro es manso-, es una provocación para que surja la furia; un deseo perverso, como el ritmo ensordecedor que imprime el alcohol a la cultura de los negros.
La muleta:
Es la herramienta de los trabajadores del valor. El que la domina, sabe manejarla y conoce sus secretos, es el único que juega tanquilo con el peligro, con la muerte. La muleta es el pararrayos de las cornadas, la "maquinilla" donde va la muerte a estrellarse.
El estoque:
Es el rayo de plata y de sangre que alza, en la mano derecha, todo el que triunfa sobre la muerte.
La puntilla:
Es el cuchillo carnicero que se clava en la nuca del toro rebelde. Este enemigo "Marrajo" es la muerte moribunda que se empeña en estropear nuestro triunfo con las malas artes de la resistencia.
La plaza del mundo:
El mundo entero es una enorme plaza de toros donde el que no torea, embiste. Esto es todo. Dos inmensos bandos: manadas de toros y muchedumbres de toreros, y en consecuencia, es una lucha por nuestra propia vida la que nos obliga a torear. Nunca puede decirse que el público no actúa pues siempre tiene su turno. Al público lo forman todos cuantos están de vacaciones y cada individuo que lo constituye tiene su turno para bajar al ruedo del mundo. Hay que exceptuar, naturalmente, a Sancho Panza. Sancho Panza no es el actor sino el espectador eterno, estático y sin rostro. Sancho Panza es público puro, es el estómago del arte de torear. Don Quijote, por el contrario, es la perfección suma de la tauromaquia, el mejor de los toreros españoles. Toda su fortuna la ganó con los toros, la hizo toreando, lidiando el peligro, a la muerte, a la Nada. Triunfa Don Quijote de los toros aun a costa de Sancho, su enemigo. Sancho Panza es el mayor enemigo de la tauromaquia porque en ella es el estómago lo que mas peligra. Las cornadas en el vientre son mortales de necesidad. Y Sancho no quiere morir nunca. Don quijote torea con la izquierda y con la derecha, pica y banderillea, lidia y mata. A esta lucha eterna se llama lidiar o torear un cuerno que quiere clavarnos la punta de su muerte.
Fuente: http://blancoyoro.blogspot.com/2011/09/la-tauromaquia-por-ignacio-sanchez.html
El Sancho a que se refiere es actualmente la prensa taurina,- estômago lo que mâs peligra -
ResponderEliminaralgunos consideran mâs "provechoso"apoyar publicitariamente a empresarios,apoderados y toreros,que arriesgarse a narrarle al pûblico lo que pasa en el ruedo y el abuso que se comete con el toro.
U.D.S.