UNA ENCINA EN LA MAESTRANZA
Sólida faena de El Viti, Cortés con muchas ganas y las "cosas de Paula"
Una mansada sin clase de MARTÍN BERROCAL
Tarde nublada, con lluvia en los últimos toros. Casi lleno. Presidió bien el señor Toribio, que denegó una segunda oreja a El Viti por haber pinchado dos veces. El público reaccionó con sensatez cuando unos partidarios de El Viti dieron la nota de mal gusto al final de la corrida. Seis toros de Martín Berrocal, todos con el hierro de Núñez Hermanos, desiguales los tres primeros y cuajados los otros tres.
Todos con los pitones discretamente romos, y ni uno solo astifino. Solo el primero cumplió discretamente en varas y llegó a la muleta con temple y bondad. Los demás fueron mansos, y algunos con verdadero descaro, escarbando, berreando, doliéndose al paso y saliendo huidos. El segundo tuvo mucho peligro, tirando derrotes a la pechera de El Viti. El tercero, manso y escarbón, llegó a la muleta tardo y pegando oleadas, aunque mejoró un poco al final. Se acostó en los medios al doblar, pero se levanto buscando las tablas para morir como corresponde a un manso. El cuarto fue bronco y corto. El quinto salió frenándose en los capotes. Fue el más manso con los caballos, volviendo ancas cuando lo ponían en suerte. Cambió totalmente en la muleta, quedándose manejable. El sexto romaneó en los caballos, para salir luego escandalosamente rebotando. En la muleta escarbó, fue tardo y bronco. Rafael de Paula, aseado de capa, faena sin confiarse, con pases armoniosos, aislados y excelentes derechazos. Media a la espera. Vuelta. En el cuarto, grandes precauciones. Media atravesada, y se cortó en una mano al descabellar, pasando a la enfermería. Descabelló El Viti a la tercera.
Manolo Cortés lances de capa recreándose, y anduvo con mucho celo en los quites. Faena entregada al tercero, poniéndolo todo el torero. Pinchazo y estocada. Oreja. En el sexto se puso pesado, porfiando sin resultado. Media y dos descabellos. Palmas.
Bregó bien Peñalver. Clavó dos pares lucidos Guillermo de Alba, y picó con acierto Eduardo Cid.
Sí no fuera por las ganas de triunfo que sacaron El Viti y Manolo Cortés, esta corrida hubiera sido un verdadero desastre artístico, porque el único toro bueno le tocó a Rafael da Paula, y los demás fueron una colección desesperante de mansos sin clase que hicieron todas las cosas malas que se le exigen a las becerras en las tientas para mandarlas al matadero. Algunos, nada más pisar el ruedo, se pusieron a escarbar. Otros se frenaban en los capotes, cortando el viaje a los banderilleros; los cinco fueron rematadamente mansos en el caballo, con la curiosa travesura del sexto, que entraba al caballo con empuje y hasta romaneaba, pero inmediatamente salía rebotado y huyendo. Para colmo, hubo hasta un toro peligrosísimo, que fue el segundo, al que El Viti no pudo meter en la muleta, a pesar de su maestría y su tesón. Mala corrida de Núñez Hermanos; porque, a u n q u e s e a n u n c i a r a n a nombre de Martín Berrocal, ninguna responsabilidad corresponde a esta señor, porque los compró cuando ya estaban criados por los Núñez.
El señor Berrocal todavía no ha tenido tiempo de mejorarlos o de estropearlos (más, si cabe) y el juego de estos toros sólo le afecta de una manera pecuniaria, por el dinero que puso para el cambio de nombre. Fue pues, una mala corrida de los Núñez, donde Berrocal solo puso el nombre en los carteles. Ante el único toro bueno vimos a un Rafael de Paula muy en su línea quebradiza, con muletazos primorosos y una espantá a carrera tendida, tirando los avíos. El público paladeó sus destellos de artista singular y dio la vuelta al ruedo. Luego, en el cuarto no cabía pedir milagros. Paula estuvo delante con las naturales precauciones, y luego se cortó una mano descabellando...
Cortés estaba embalado, No se parece en nada al torero vacilante de otras temporadas, que dejaba escapar toros sin hacerles la faena adecuada. Ayer revalidó esa impresión de celo que apuntábamos en la crónica pasada. Toreó con verdadero gusto y aplomo de capa al sexto, y con el tercero puso todo de su parte para aguantar, consentir y encarrilar la descompuesta embestida del manso; una faena gallarda con pases de verdadera emoción, soportando las oleadas de un enemigo que tardeaba y escarbaba, echando la cara al suelo antes de pegar la brusca arrancada. Sevilla, que sabe medir a los toreros por el material que tienen delante, se dio cuenta del mérito de la faena y le otorgó la oreja. En el sexto le perdieron las ganas de sacar pases a un toro cobardón y retrancado que echaba la cara arriba, derrotando, y en la porfía se pasó de rosca. Pero es que los toreros abúlicos si sacan ganas de arrimarse es bueno.
EL VITI: PUNTO Y APARTE
Lo que ha hecho El Viti ayer es un compendio do madurez artística, sentido de la responsabilidad y ganas de convencer. Ya con las dificultadas del segundo le echó enjundia a unos muletazos por bajo qua jalearon justamente la cátedra, y hubo una ovación a pesar que no hubo ni un natural.
Sería en el quinto donde el seco mozo castellano llegó profundamente a la cascabelera afición del Sur. Es muy difícil que un hombre tan adusto como el señor presidente de la Cámara Agraria de Salamanca logre conmover a un público pendiente de los adornos de Paula o de las pinceladas de Curro Romero. Pero la faena del castellano tuvo tal carga de hombría, dominio y seguridad técnica que Sevilla se quedó de una pieza jaleando y recreándose en aquel alarde de quitarle los resabios al manso y meterlo en la muleta hasta lograr el recorrido adecuado para una faena donde todo fue autentico, y profundo, desde los derechazos sin dejarse rozar la muleta hasta los naturales templados, abrochados con esos pases de pecho magistrales echándose el toro entero por delante del corbatín. Y para remate, la vieja tauromaquia de las trincheras a dos manos. Por eso cuando el presidente denegó justamente esa segunda oreja por haber pinchado dos veces nadie reparó en la cuantía del premio porque Santiago Martín había puesto en el albero de la Maestranza una encina en vez de un clavel. Una encina recia y solemne, que es un bello contraste con este aroma del azahar que emborracha a los sevillanos. Porque El Viti toreando es como una encina, por eso no podía plantar claveles en esta plaza. Sevilla se rindió a la sombra seria de la encina, pero rechazó de plano esos gritos improcedentes de unos vitistas que confundieron la categoría de esta plaza con una feria de pueblo. Cada cosa en su sitio.
Publicado en el diario Pueblo el 23 del 4 de 1974, por Alfonso Navalón Grande
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