El sueño trunco de Félix Rodríguez
Diestro español, cuyo arte era de quintaesencia; no alcanza la gloria por una fulminante enfermedad venérea, más letal que las astas de los toros
El Universal martes 27 de marzo de 2007
La fiesta de los toros guarda muchas historias de tragedia, signadas con crueldad por el impredecible destino. Las astas de los toros, símbolo de la fiesta, han impedido que sólidas esperanzas se marchiten antes de alcanzar la gloria en la que, por sus innatas cualidades, podrían situarse esos artistas o toreros considerados como unos auténticos fuera de serie.
En ese grupo, señala la historia, está el diestro Félix Rodríguez Ruiz, poseedor de una inmensa sensibilidad; lleva dentro del cuerpo esa rara y anhelada cualidad por la que suspiran todos, que se clasifica como lo máximo: destilar arte.
Sí, Félix Rodríguez se considera como un estilista de puros procedimientos en ejercer las suertes en el arte de lidiar reses bravas. Da, por tanto, un sello a su trazo que lo distingue de los demás.
Uniforma el criterio de los eruditos del espectáculo y, sobre todo, de todo aquel que se "calza" el terno de luces y cuya opinión es válida en todos conceptos. Los toreros no suelen equivocarse. "es un fuera de serie" pregonan.
No es necesario ir muy lejos. A todas voces se expresa en esa bella época de principios del siglo XX, que el torero de Santander era, así de simple, el sucesor de José Gómez Joselito. Lo anterior da pábulo de calibrar las soberbias virtudes de nuestro héroe en esta rememoración de Martes de Pasión.
No fue el toro, ni las astas de éste, el que rompe esa ilusión. No, su tragedia estaba signada por el halo trágico de una asesina enfermedad, más letal que las defensas de los toros bravos: un mal venéreo se interpuso para que Félix Rodríguez alcanzara la cumbre, la gloria, y pasara a la leyenda como uno de los monstruos sagrados de todos los tiempos.
Da sus primeros pasos
Félix Rodríguez nace en Santander el 23 de junio de 1905. Sin embargo, su infancia la pasa en Valencia, donde sus padres se establecen. Ahí empieza lucubrar la idea de convertirse en todo un héroe de los ruedos.
Así, el 19 de abril de 1922, toma parte en una becerrada en Valencia con tan buenos destellos que de inmediato es incluido en una cuadrilla de niños toreros de esa ciudad naranjera y de la paella. El 23 de junio lo hace en un festival en que se recaudan fondos para una cripta del infortunado Manuel Granero, que lo mató un toro del duque de Veragua en la plaza de Madrid, el coso de la carretera de Aragón.
En los años siguientes, en los ciclos de 1923 y 1924, ya torea novilladas con picadores, lo que hace que, por su buenas maneras, en 1925 se presente en La Corte, el 5 de abril, con un rotundo éxito, mismo que le vale un abultado número de contratos para 1926, en plazas de responsabilidad.
Se eslabonan los triunfos novilleriles y lo llevan al doctorado, ceremonia que se suscita el 27 de marzo de 1927, en la plaza de Barcelona, de manos de Victoriano Roger Valencia II, cortándole una oreja a su segundo enemigo.
Ese mismo año, el 24 de abril, confirma el título en Madrid, con astados de Aleas, y le cede los trastos Antonio Márquez, con el toro Comerciante. El público le ovaciona todo el festejo. Deja una grata impresión por su corte estilista, con un sello personal y de vehemente calidad interpretativa, en que había amalgama de sensibilidad y eso que se llama arte.
No es sólo La Corte, también durante ese calendario, caen a sus pies los entendidos aficionados de Bilbao, San Sebastian, Barcelona y Valencia. Sí, la tarde del 15 de mayo en la plaza de la calle de Xátiva obtiene un triunfo apoteósico. Es cuando se le empieza a comparar, sin ninguna irreverencia, con el fenómeno José Gómez Joselito.
Triunfos y broncas
Para el año siguiente, 1928, el panorama es halagador, invadido de promesas muy firmes para el artista. Toda una tragedia que en ese año aparece la letal enfermedad venérea, misma que trunca ese año que Félix alcance la gloria y pase a la leyenda como un torero de época. Su signo, marcado por el impredecible destino, dicta otro camino.
Todavía, en el año de 1929 suma 65 corridas de toros y hace aventura en México, donde suma seis actuaciones, muy lógicas por su corte de torero. Hubo triunfos que dejó ver el empaque, la esencia e inspiración de su trazo. También la cara de la sombra, de broncas épicas.
Se le tacha de ser un torero apático, que necesitaba estar de vena para perfumar los ruedos. No era así, se puede descartar que la enfermedad juega, en su ánimo, una función total y definitiva.
En México se presenta en la campaña 1929-30. Actúa en El Toreo de la Condesa, en seis tardes, 1, 15 y 22 de diciembre de 1929 y 12, 19 y 26 del año de 1930.
Su debut el día 1 de diciembre, con tan mala suerte que el mano a mano con Ricardo González y toros de San Mateo, se ofrece tras un tremendo aguacero que deja en pésimas condiciones el ruedo. Ni los toros ni los toreros se confiaron.
En su segunda comparecencia, el 15 de diciembre, con Heriberto García y Jesús Solórzano, que se le confiere el doctorado, y se corre un encierro de Piedras Negras.
Una tarde en que consigue Félix, bordar al toro Cafetero, le cuaja un faenón y torea con el capote y la muleta con gran inspiración. México disfruta de la exquisitez de su toreo e inmortaliza al bravo ejemplar del hierro tlaxcalteca.
Y el domingo siguiente, con Antonio Márquez y Ricardo González, ganado de San Mateo, provoca una bronca épica. Los contrastes de los toreros que la diosa inspiración los toca con una varita mágica. En las otras tres corridas la suerte también le voltea la espalda.
Regresa a España, la terrible enfermedad lo mina y en el año de 1932 ya se le considera retirado. Vive todavía más de una década, fallece el 21 de enero de 1943 en Madrid... ¡El destino le impide llegar a la gloria!
4 comentarios:
- AnónimoMay 5, 2011 02:21 PMResponderSuprimir
- AnónimoMay 5, 2011 02:59 PMResponderSuprimir
- AnónimoMay 5, 2011 03:08 PMResponderSuprimir
- AnónimoDec 4, 2011 05:26 PM