“Primavera en el otoño de Antonio Bienvenida”.
"Ya puedo morir tranquilo, porque he visto torear como yo soñaba
el toreo", Le
comentó el Papa Negro su hijo Antonio,
cuando volvió al callejón después de la lidia de “Parlador”, del hierro de
“Cerralto”. Era el 5 de septiembre de 1964. El escenario, San Sebastián de los
Reyes. Y en efecto, aquello fue como una nueva primavera en el toreo.
Precisamente por ahí iba el título que Antonio Díaz-Cañabate
escribió para su crónica en ABC: “Primavera
en el otoño de Antonio Bienvenida”. Se lidiaba aquel 5 de septiembre una
corrida de los hermanos Cembrano, con el hierro de Cerroalto, en la que
adquirió el grado de matador de toros el venezolano Ramón Montero “Maravilla”,
siendo testigo Victoriano Valencia, entrado a última hora por cogida de “El
Viti”. Tras un preámbulo extremadamente critico con lo que habitualmente ve en
los ruedos: “Me desespero. Me aburro
–escribe—en medio de ovaciones sin cuenta. Me abruman cuánta oreja, cuánto
rabo, y qué poco toreo.( ….) Esto no es torear. Torear es la faena de muleta realizada por Antonio Bienvenida al
cuarto toro”.
El relato que el cronista no deja lugar a dudas. Comienza
situándonos en el contexto de los hechos: “Antonio
Bienvenida se encuentra en el otoño de su vida de torero. Pasó la primavera
novilleril. El verano, plenitud de matador de toros, pasó. Se anuncia el otoño.
Antonio Bienvenida entra en él sin la fatiga ni los calores estivales, y los
ardores primaverales. Entra ligero de cuerpo y de espíritu. Terribles tormentas
le cercan, pero no le contaminan. Fuegos de artificio deslumbran ojos incautos,
pero deja a los suyos intactos. Ojos que han visto el toreo. Ojos que conocen
el toreo. Y sigue su camino otoñal. ¿De cara al invierno? No. De cara a la
primavera. Antonio Bienvenida sabe que en el otoño cabe la primavera, que en el
otoño también florecen las rosas. Y Antonio Bienvenida ha realizado una faena
de muleta de primavera en el otoño”.
“¿Como fue?”, se autopregunta de seguido el
cronista. Su respuesta no deja espacio para la duda: “No me pidáis descripciones imposibles. Fue un florecimiento, no de unas
rosas, sino de un pensil. Se abrían los capullos de los pases. Se abrían como
si la muleta fuera una varita mágica. Que alumbraba tan pronto un natural, como
uno en redondo, como un ayudado por bajo, como uno de pecho, como uno por alto.
Todos ellos unidos, ensamblados, arraigados en una unidad, en un conjunto,
formando un ramillete, formando un manojo de belleza, la belleza del ritmo que
acompaña, de la serenidad que entona, de la elegancia que engrandece, del
temple que suaviza, de la majestad que sublima y de la gracia que embelesa.
¡Torear! ¡Dios mío, torear! Lo que uno no ve nunca. Primavera en otoño.
Primavera del arte en el otoño de la vida”.
Más adelante escribe Cañabate: “Mató de media delantera y le concedieron las orejas y el rabo. Yo que
Antonio Bienvenida, con toda humildad. Pero también con todo orgullo, hubiera
rechazado tales recompensas, buenas para lo falso, mezquinas para la verdad. No
se puede pagar igual el oro que el plomo. Aunque a veces el plomo valga más que
el oro”.
Le quedaba al maestro la conclusión de su crónica. Le bastaron
dos líneas de periódico, nada más. “Antonio
Bienvenida: En ti se confirma la regla. El arte cuando es puro es eterno”.
Y es que acababa de ver la que el propio toreo consideró siempre
la mejor faena de su vida, la plasmación perfecta del concepto del toreo que le
inculcó su padre, Manuel Mejías “Bienvenida”. Lo cuenta muy bien Vicente Zabala
en su libro “Hablan los viejos colosos del
toreo”, un trabajo periodístico y literario que leído con el paso
de los años recobra nuevos valores. De aquellas conversaciones, extrajo una
gran verdad: “Antonio no entendía el
toreo de otra forma que no fuera como arte. Se lo habían inculcado desde niño”.
Fuente: http://www.taurologia.com/primavera-otono-antonio-bienvenida-1936.htm
Fuente: http://www.taurologia.com/primavera-otono-antonio-bienvenida-1936.htm
Poco se ven hoy en día faenas precisas, con pases hondos, clásicos y engarzados, con estocadas con guapeza y verdad.
ResponderEliminarDon Antonio Bienvenida sonreía al torear, cierto,lo cual mostraba fácil lo que estaba realizando con el peligro que entraña ejecutar la versión más pura de cuantas conforman la tauromaquia .
El arte del maestro no se limitaba al estilismo sino que era un lidiador nato con vastos conocimientos acerca de las características de los toros y un amplio repertorio para dominarlos.
Un maestro que fue arte,valor,compromiso y honradez.
E.A.V