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De la torrera al vulturno, de la quemazón a la ardentía. Libelos de toda laya han cantado la excelencia de la Feria de Badajoz. Una feria al arrimo de las figuras, donde al sofocante regazo de una de las plazas de toros más feas y de más paupérrimas dotaciones de cuantas existen, se les ríen las gracias a estos muchachos tan propicios a “jugar al toro”.
En este universo de cuernos y embestidas, empellones y topetazos, duelos y quebrantos, el sollozo y la llorera andan a la orden del día, pues todos cuantos obtienen réditos de este negociado estiman siempre pírrico su provecho. De ahí que siempre se busquen equivalencias con otros espectáculos de concitación de masas. Y qué otro mejor y más a mano que el del Fútbol. Pretenden apelar a la comparativa los cantamañanas, bacinillas, usureros y mercaderes que tanto han agitado el cántaro de los últimos posos, sin darse cuenta, o sin querer dársela, de que el Fútbol es un ejercicio serio, auténtico, veraz y honesto. Muy al margen de toda esa catarata de irregularidades con que se adultera el Calcio, llegados a una competición europea, no es necesario poner de manifiesto hasta dónde son capaces de llegar los italianos. Para muestra, lo acontecido.
Y es que en ese deporte hay un momento en que no cabe el narcótico de la evasiva. Inevitablemente, siempre tiende a sustanciarse en un aquí y un ahora abstemio de aplazamientos, ayuno de demoras. Cuando suena la hora de reivindicarse no hay ocasión, ni modo, de adormecer peligros, soslayar dificultades, o aletargar contingencias.
Es entonces cuando la pasión del Fútbol genera pasión por el Fútbol. Cuando al margen de filiaciones, o apegos, lo que se sustancia al fondo es un debate de epopeyas, un prontuario de gestas, una nómina de proezas. Donde la genialidad de Iniesta no precisa de los ingenuos acomodos de zagueros irlandeses, porque su talento es capaz de reverberar entre el oscuro fielato de Bruno Alves, o Andrea Barzagli; donde la fulgente brega de Busquets no requiere del candor de volantes croatas, dado que su alcance es el mejor lenitivo para Pirlos o Ronaldos; donde la áurea fogosidad de Pedro no espera su oportunidad ante balompedistas de carril, sino que es capaz de sacar de sus casillas tanto a Ribery, como a Pepe.
¿Y se pretende comparar los Toros con el Fútbol? ¡Por el amor de Dios! Es como comparar peras con manzanas, que dijera aquella Botella, lumbrera del Pensamiento. El Fútbol, insisto, es una cosa muy seria donde una serie de señores dotados de idoneidad y virtudes pelean por medirse con los mejores, que son los más difíciles, porque saben que esa dificultad les mejora.
Pero esto de los Toros…
Lo de la última feria de Badajoz es una callada alarma que no deja atronar la sordera de los prebostes que dirimen esta falseada mentira en que cae en picado el cada vez más exiguo crédito de la Tauromaquia. La becerrada de Garcigrande de que abusaron José Tomás y el Juli no es, a pesar de la corrompida orla acreditativa en que han pretendido envolverla, sino una palmotada en la cariada encía de una liturgia con dolor de muelas; y la de a continuación de Zalduendo, con criaturas cuyo trapío busca equivalencias con los festejos de solteros y casados de Peraleda del Zaucejo, una ignominia con ecos de reclamación al maestro armero. En esta última pantomima, por cierto, evaporada la estela hipnótica del Iluminado de Galapagar, con un cartel vertebrado por Morante, José Mari y Talavante, la plaza no dio más de sí que media entrada. ¡Y me lo quieren comparar con el Fútbol, que hasta ha condicionado la confección de ferias de por estas calendas! ¡Vayan ustedes con Dios, oigan!
No vale, pues, señalar sólo a los usureros que todos conocemos y que gastan tarjeta de empresario; hay que señalar, y muy mucho, a los toreros que la gastan de figura. Esa tarde a cara de perro de el Juli por acartelarse con Tomás–que está muy bien- dirímala usted también en Pamplona con toros que no sean de Victoriano del Río, o de Torrehandilla, o en Bilbao con alguna ganadería que no sea Núñez del Cuvillo que, a este paso, va a conocer usted incluso el mohín en el mirar de estas estirpes, mientras no sabe siquiera cómo se pestañea en Zahariche, o en cualquier otra finca que no guarde emplastos Domecq.
Y seriedad, oigan (o lean, o quiérase que sea lo que hagan).Mucha seriedad, como en el Fútbol, si tanto aspiran a compararse. Allí no hay afeitados (sólo hay que ver a algunos sportsman), no hay reconocimientos para terminar trayéndose lo más aparente y más inoperante, y, sobre todo, no hay mentiras encubiertas para engañar al personal. Lo que ves, y hasta lo que no ves, es lo que hay, no como en Badajoz que, de seguir así, su siguiente lleno de “no hay billetes” puede ser como el anterior al de la tarde de Tomás: el del Bombero Torero. Al menos, le cabrá el consuelo de que no le engañarán con lo que vea. Ni siquiera lo pretenderán.
Francisco Callejo.
Buen artículo del Sr Callejo.
ResponderEliminarAsí es,a las figuras se les pide que hagan una gesta con los hierros que "molestan".
Cuando hacerlo es un destello de un profesional digno y una señal de respeto a la afición.
Antes las figuras elegían dos o tres hierros de los duros en ferias de categoría y hacían legitimo su mando.
Desde Surco.