Piensan en las naciones donde desconocen el toreo,
que es brutal salvajada. Sin embargo en nuestro suelo es una de
las bellas artes.
Tiene arte intrínseco; además heredó de la época
de sus orígenes un señorío, una belleza en su escenario y atuendos, una
luminosidad profunda y propia que ningún otro festejo posee.
Se encabezan estas líneas con el mismo título que
ha dado Benítez Carrasco, gloria de nuestra poesía, a su libro de versos
sobre motivos taurinos: "Cuando pasa el toro" y lo hago así por
creer, como el poeta, que ese es el momento grande, el momento en que surge
toda aquella belleza..
Si el toro no pasa, no hay nada que hacer. Pero
cuando acomete y en cada una de sus arrancadas quiere destrozar cuanto tiene
ante sí, el torero en un trance tan difícil y trágico, crea su obra.
Efímera, sí, momentánea; pero tan profundamente
artística y personal como pueda serlo un Velázquez, un Greco o un Goya,
pues produce sensación estética y además es arte creado frente a un
implacable enemigo que no se rinde hasta que la muerte le inmoviliza.
Por esto los aficionados somos fanáticos y no
faltamos a presenciar las corridas, con la ambición de ser testigos de
aquello que, a veces, es verdadero y sin mixtificación.
Pero es el caso que algunas veces el toro no pasa, y
no siempre es por culpa suya. No, es por falta de bravura, es porque el
torero no quiere que pase.
Como en el toreo, todo es matemático. Todo
responde a realas fijas y en él no existe la «ilógica». El fenómeno a que
acabo de referirme tiene una razón o fundamento de ciencia —el toreo también
es ciencia— que es la que quieren exponer estas líneas.
Todos los toros, salvo rarísimos casos, salen del
chiquero acometiendo a lo que se les pone enfrente. La forma como después
continúen embistiendo depende de como se les toree.
Habrán podido observar que a los buenos toreros, a
los maestros de la torería, les embisten mejor los toros que a los
principiantes. Esto es así porque al toro hay que enseñarlo a embestir
durante la lidia, y 'cuanto mejores sean los maestros encargados de esta
enseñanza, más pronto y mejor aprenderán.
El macho, hasta que no sale al ruedo, se conserva
virgen de lidia, por cuanto que jamás se le ha toreado —antes no se le puede
torear si no es a caballo— y ese toro, una vez que está en la plaza, será lo
que el torero quiera que sea. Cuando en la plaza hay un torero, el animal
saca la casta que tenéa, embiste y repite, y termina siempre por ser bravo.
El secreto está en aguantar, en tirar despacio de
él, y no quitarle el engaño de la cara, mientras está embistiendo,
e irle ligando un pase con otro. Estos son los toreros que
hacen "el prodigio de que hasta los mansos sean buenos".
Todos los que visten de luces —desde el matador al
más humilde peón de briega— lleban esa responsabilidad. La desafortunada
actuación de cualquiera de ellos puede hacer que se malogre el estilo y
forma de pelear del toro e incluso que se convierta en ilidiable.
Esto lo conocen perfectamente todos los foreros —que
saben bastante más que los que nos sentamos a verlos «desde la barrera» —lo
malo está en que algunas veces hacen un uso ilícito de este conocimiento, y
lo emplean para habernos creer que tienen delante un toro que no pasa y que
no se puede torear; porque, naturalmente, es más cómodo pegarle cuatro
mantazos por la cara y sobre la marcha largarles un golletazo.
El espectador, que es buen aficionado, distingue
perfectamente cuando el toro es, por su propia naturaleza o porque está
resabiado, difícil de lidiar, y así mismo se da cuenta cuando son los
toreros los que han conseguido, con su forma de torearlo desde el principio,
que el toro aprenda a frenar su viaje y a no pasar.
A las personas que van poco a los toros —por ejemplo
nada más que a las corridas de feria— les parece que todos los toros son
iguales. Esto es una tremenda injusticia para el torero, pues hay veces que a
toros que son dificilísimos, porque buscan al hombre en cada embestida,
están más con éste que con el engaño, olfatean siempre al bulto, se quedan
debajo en la mitad de la suerte y mil peligros más, y se les está haciendo
faena de muchísimo mérito, lo está poniendo todo el torero ante la
indiferencia de la mayor parte del público, de «esa masa que da orejas, rabos
y patas cuando se le antoja.
Es necesario observar mucho al toro, desde que
sale, si se quiere ser justo con el torero.
Tengamos presente que el arte de torear
es dificilísimo. Eso de hacerle a todos los toros y a cada uno el toreo,
según sus características exijan, es una facultad que sólo poseyeron los
elegidos.
Hoy se torea mucho, insisto en que la forma de
embestir el toro se ha mejorado por la selección y cuidados del ganadero,
pero esto no le puede quitar mérito al torero actual, y prescindiendo, en
este momento, de que la res tenga más o menos peligrosidad, lo cierto
es que hoy todos los toreros torean más, con más belleza en las suertes y
les dan muchos más pases a los toros.
Si hojeamos la gran cantidad de tratados de
tauromaquia, escritos en la antigüedad por los maestros de antaño,
Pepe-Hillo, Paquiro, Montes, Fuentes..., vemos que todos ellos son una
especie de doctrina, redactada por célebres toreros retirados y escrita por
sus literatos contemporáneos, con las que pretendía enseñar a los futuros
toreros.
Allí se daban consejos emanados de la experiencia
vivida, y en todas ellas observamos que, el concepto que entonces se tenía
del toreo era pura y exclusivamente defensivo.
En todos aquellos manuales prácticos se estudian las
suertes como si no fueran nada más que recursos para defenderse del toro. Allí
se habla de los terrenos del toro y de los del torero, de no invadirlos, de
permitirse arrojar el engaño y huir, etc... todo, en fin, cual si de un campo
de batalla se tratara.
No lo hemos vivido, pero se puede presumir que
aquello sería una guerra, con imperio de la violencia y, posiblemente
bastante lleno de convencionalismo y exageración.
De aquello, que vagamente adivinamos, a lo de ahora
hay gran diferencia. Me refiero a lo bueno de los últimos años, hablo
pensando en Joselito, Belmonte, Manolete... (aquí no hay más remedio que
citar nombres), es decir, desde 1913 a 1947.
Es lógico que así haya sucedido y muy natural que
sobre los trágicos ensayos practicados por aquellos «machos» del toreo, se
haya construido —durante siglos— una técnica experimentada del toreo, basada
en el conocimiento de las características del toro (al principio
desconocidas), y que, ya en posesión de tan indispensable base, se haya
podido llegar a un perfeccionamiento de lo artístico y belleza plástica, que
hoy es superior a la de los demás tiempos.
Sí. Ahora las corridas son más artísticas; más bonitos
los lances y muletazos. Los toreros modernos se quedan más quietos cuando
pasa el toro, se les torea más cerca y durante más rato.
Es la perfección que se produce por la repetida
experiencia, pero no despreciemos a los que construyeron los cimientos de
este soberbio y colosal castillo que guarda a la Fiesta original y propia de
nuestra Raza Española.
Tampoco descuidemos esta fortaleza, espejo de los
españoles, no dejemos que el tiempo demoledor destruya sus sillares, ni que
la ambición robe sus meteriales —como ha ocurrido con los auténticos
Castillos y Baluartes que tan densamente poblaban el suelo hispánico— para
con ellos construir edificaciones extranjeras.
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La LIBERTAD, supone un compromiso con la VERDAD, que cual valor supremo debe presidir todos nuestros actos. El REY de la fiesta, el TORO, exige que se predique de él con LIBERTAD.
EL EJE DE LA LIDIA
domingo, julio 22, 2012
Tertulia 7.º Cuando pasa el toro
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Una buena forma de defender la fiesta es orientando al nuevo aficionado.Felicitaciones.
ResponderEliminarAyer para ser figura había que estár por encima de los toros "malos".Las grandes faenas se logran cuando el torero supera las dificultades que presenta el toro y no con los toros de carril o moribundos.Eso de que cada toro tiene su lidia es una gran verdad.Ahora la misma faena vale para todos los toros,ahora dan muletazos empleando el alivio del pico,pegan distanciados unos derechazos mal hechos rematándolos hacia afuera, y oyen unos olés de clamor,para terminar matando saliéndose de la suerte y el público festivalero pide la oreja.
Desde Surco.