ALFONSO NAVALÓN GRANDE
Mucha gente no sabe que me llamaron varias veces para adecentar el puesto de crítico de televisión que ha sido usurpado por influencias desde Lozano Sevilla hasta el Palabrero Fernández, pongo por caso personajes impresentables periodísticamente. Lozano entró por ser taquígrafo de Franco, el Palabrero por su condición de amiguete del director de Televisión. Cada vez que se proponía mi nombre en Prado del Rey aparecía una ficha de la dirección de Seguridad donde mi nombre estaba marcado como “hijo de rojo y desafecto al Régimen”. El último que intentó llevarme a Televisión Española fue Andrés Reguera, ministro de Información y Turismo del primer gobierno de las transición y después de tener preparado un extenso programa para darle otro giro al contenido taurino (toros en el campo, tientas con Domingo Ortega, Pepe Luis Vázquez, Antonio Bienvenida y otros maestros, retrasmisiones de corridas desde patios de armas de castillos y plazas monumentales como la de Salamanca, explicación de las técnicas y las trampas del toreo, etc…) Andrés Reguera me llamó desolado porque en la Policía seguía mi ficha como “hijo de rojo” y no era prudente darme tal cargo.
Desde que nací hasta hoy estuve marcado por mi terrible delito, ser republicano, antifascista, anticlerical y antimilitarista. Y conste que tengo grandes amigos curas, militares y fascistas. Pero el sello ya no hay quien me lo quite. A pesar de haber sido el crítico más representativo de la afición de Madrid y el que más ha luchado por defender el prestigio de Las Ventas. ( El único que protestó el rabo de Palomo Linares y conseguí la destitución del presidente Pangua ).
La Comunidad de Madrid me ha ignorado en los numerosos actos que organiza. Por el “Aula de Cultura” de esa plaza han desfilado toda la morralla del periodismo taurino. A mí jamás se atrevieron a llevarme a pesar de mi antigua amistad con Pío García Escudero. Sólo hace unos meses fui a un acto particular de una peña me invitaron para presentar una conferencia de Rosa Jiménez.
También es verdad que gracias al señor Calzada, director general de Orden Público, me libré de ir a la cárcel tres veces con escritos contra Camilo Alonso Vega y otros jerarcas del franquismo.
Resulta que el señor Calzada era íntimo amigo de padre cuando eran compañeros de fonda en su alegre juventud de Madrid. Curiosa muestra de civilizada convivencia de cómo un rojo y un fascista pueden seguir siendo amigos entrañables hasta la muerte. Calzada vino desde Madrid al entierro de mi padre.
Nací marcado desde que mi buen padre era el primero de la lista de fusilados previstas para el 20 de julio del 36. A mi padre lo salvó el cabo de la Guardia Civil que lo avisó a tiempo para que pudiera escaparse a Portugal. Ya os daréis idea de la categoría humana que tuvo mi padre para que lo salvara un guardia civil de los de entonces.
Ocho años después se presentó voluntariamente a un Consejo de Guerra y en el extenso sumario sólo se le acusa de “Peligroso por su inteligencia”. El informe del cura decía: “No va a misa pero hace limosnas”. Su único pecado es que siendo el rico del pueblo apoyaba a los obreros y todos los años se ponía de acuerdo con ellos para fijar los jornales de la siega y recolección, en vez de darles un sueldo de hambre que es lo que hacía el otro rico, que es el que decía que era “rojo” para quedarse con todo lo de mi familia. No voy a contar ahora las calamidades y rapiñas que padecimos. Pero a los pocos años de salir de la cárcel el gobernador Tabeada lo nombró presidente de la Hermandad de Ganaderos y Labradores, mi padre le contestó que no podía aceptarlo porque en el nombramiento ponía “camarada” y él no era “camarada”.
No me extraña nada la clasificación de “señorito” que me hace Alberto. Tengo todos los signos externos para parecerlo: ¡Un montón de hectáreas, ganadería, viajar por los grandes hoteles y darme la gran vida, son evidentes signos de perteneces a la derechona! Por lo visto desde la óptica fascista sólo tienen derecho a vivir bien los de derechas. Lo malo de la ignorancia derechona es que todos los que no pensamos como ellos nos tachan de “comunistas”. Y creo que hay gran diferencia entre ser republicano de izquierdas y ser comunista. Por lo visto todos los que no somos de derechas tenemos que vivir en la indigencia. Esto me ha pasado toda la vida. “¿Cómo vas a ser republicano si vives mejor que un marqués?”
No siempre los ricos tienen que ser déspotas, explotadores y acostarse con la querida después de comulgar. Un día en la feria de San Sebastián, Fermín Bohórquez se me vino como una fiera en el bar del Hotel Cristina que es donde han parado siempre los millonarios de la derechona. A Bohórquez no le entraba en la cabeza que yo viviera en ese hotel, fuera a los toros a barrera y comiera en los restoranes de más categoría. Le recordé que mi amigo Ramón Sánchez tenía muchas más hectáreas que él y el doble de criados. Que ni Ramón ni yo habíamos matado a ningún cura y teníamos tanto derecho a ser rojos como el fascista.
Pero esto ya es agua pasada. Hace muchos años que la política me da asco. Sigo pensando que la República es la forma de gobierno de los países civilizados y que los grandes talentos de la humanidad fueron siempre gente de izquierdas. Que el respeto y la libertad y la igualdad de oportunidades entre todas las clases sociales, para que el hijo del albañil pueda ser ingeniero y tantas otras cosas de respeto a la convivencia pacífica han sido siempre ideales de izquierdas.
Desgraciadamente a la hora de la verdad también se comportan como fascistas muchos de los que han militado en la izquierda. Por ejemplo, yo viví sin problemas con el franquismo. Salvo algunos caciques, se respetó mi trabajo y me dejaron vivir. Cuando vinieron “los míos”, el pancista de Enrique Múgica, tan fascista como cualquiera de derechas, me quitó de escribir en los periódicos de Madrid porque era partidario de Paco Ojeda, al que yo maltrataba en mis crónicas.
Por eso amigo Alberto, no debes juzgar a las personas por lo que tienen o por lo que aparentan. Efectivamente he vivido siempre con apariencias de burgués pero mi conducta profesional está siempre con la izquierda. Si me hubiera comportado como los críticos de la derechona estaría más millonario que el Palabrero o Molés o comería la sopa boba como los tontainas de Zabalita o Cáceres. Y además no tendría enemigos. Si mi bisabuelo no me hubiera dejado El Berrocal me habría muerto de hambre al salir de Diario 16. Por el orgullo de mantener el tipo y no dejarme corromper estuve dos años pasando estrecheces. Para colmo mi difunta esposa se llevó todo el dinero y viví con mis tres hijos en la casucha de la finca sin luz, sin agua corriente y sin calefacción. Muchos días no tenía ni veinte duros para comprar tabaco y gracias a la ayuda de mis hermanos pude salir adelante y enderezar mi vida cuando encontré dos periódicos que respetaron mi libertad al escribir. Ahora otro fascista me deja en la calle y si no fuera por las tierras del bisabuelo acabaría en un asilo. Esto es lo que llama Alberto “vivir como un señorito gozando de todas las prebendas de la derecha”. Como vereis no es tan fácil mantener el tipo entes ideales. Si fuera de derechas y me comportara como el Palabrero o Molés no habría pasado tantas calamidades ni soportado tantas injusticias. Si no tuviera una idea tan clara de la dignidad bastaría con una conversación con el dueño de Tribuna y convivir sumisamente con el gerente para volver a estar en la cumbre. Pero no olvidéis eso de vale más morir de pie que vivir de rodillas. Y tendría que pasarme una desgracia irreparable para que los déspotas me vieran de rodillas.
Pero, aprende Alberto, que por encima de la política está la amistad. Algunos de mis amigos fachas me han demostrado una gran lealtad. Y eso es lo que vale.