Victoriano García ‘El Legionario’
Paco Cañamero
En su casa de Boadilla hay decenas de trofeos conseguidos en las más prestigiosas plazas. Todos ellos reflejan la magnífica labor profesional de Victoriano García ‘El Legionario’, una de las grandes figuras de los picadores de la última época.
Hombre callado, prudente, ajeno a los focos y a cualquier protagonismo, ha hecho de lasensatez y profesionalidad, la bandera de su vida. Por eso, ahora goza del respeto y admiración de todos los profesionales, que ven en él además de las virtudes que debe atesorar un buen varilarguero todo un maestro de su arte.
Victoriano, ¿cómo va la vida? Bien, ahí andamos, toreando y también pendiente de la finca, porque hay que estar muy preocupado del ganado y más ahora, con este tiempo.
¿Cómo comenzó todo? Al principio yo quería ser torero y con esa ilusión fui muchas veces al campo, sobre todo a casa de Antonio Martín, el de Casasola; también en la de los Guerra, de aquí, de Boadilla y después estuve en Campo Cerrado, en la finca de Atanasio, pero siempre con la firme idea de ser torero.
¿Y cuándo se hace picador? Allí mismo, en casa de Atanasio. Un día me dijo Juan Mari García, el picador, que me animara. Él fue quien me ayudó a sacar el carné y me dio muchos consejos, tan necesarios en esos primeros pasos. Es un hombre al que admiré como profesional y como persona y a quien siempre guardo mucho agradecimiento.
Con el carné en su mano ¿empezó a torear ya? Sí, poco después me llamó Paco Pallarés y con él ya comencé.
¿Dónde fue el primero? En Salamanca, un festival que se celebró a beneficio de Cruz Roja y donde se lidiaron 20 novillos. Toreé con Paco Pallarés y estuve fatal, pero Paco Pallarés siguió confiando en mí y estuve en su cuadrilla hasta 1973, cuando tuvo aquel accidente de tráfico tan grave que lo quitó del toreo. Precisamente aquel día yo lo acompañaba e íbamos a tentar a la finca de Baltasar Ibán.
¿A qué se debe el apodo del Legionario? Porque hice la mili en
La Legión, entonces quería ser torero y se portaron muy bien. En agradecimiento le prometí que llevaría ese apodo y así fue, de lo que me siento muy orgulloso.
A partir del accidente de Paco Pallarés, ¿con quién actúa después?
Mientras tanto, toreo con los de Salamanca, como era el caso de Juan José, Víctor Manuel Martín, Aníbal Sánchez, hasta que una vez, en casa de los Guerra, donde siempre iba a picar las vacas, fue invitado a un tentadero el torero palentino Félix López ‘El Regio’ y aquel mismo día me contrató para su cuadrilla. Con él fui 4 ó 5 años, hasta que me llamó Julio Robles.
Ya en las filas de Julio Robles arranca una nueva época,
¿verdad?
Sí, la más bonita y apasionante de mi vida. Julio Robles cada año va a más y yo me consolido a su lado. En su cuadrilla estuve hasta la triste tarde de Beziers.
¡Qué personaje era Robles! No te puedes imaginar, yo enseguida me compenetré con él a la perfección. Y hasta el último día de su vida estuve a su lado, iba a su casa a ver los
toros, a pasar la tarde con él, si había tentadero, a echarle una mano; luego, en invierno a prepararle la matanza. En el toreo ha sido la más persona más importante que me encontré y a nivel personal, para mí era como un hermano.
Y qué torero! Una figura muy importante, que marcó una época. Todo el mundo lo recuerda y sus grandes faenas siguen vivas.
Vamos, ¿en Julio Robles encontró la horma de su zapato?
Pues sí.
Al lado de Robles, además empieza a destacar entre los picadores, gana muchos premios en las ferias y le empieza a llegar el reconocimiento, ¿no?
Sí, ya te digo fueron unos años magníficos. A su lado, además viajo por primera vez a América y se viven momentos muy felices, como las salidas a hombros en Madrid, el triunfo de Sevilla, los faenones que hizo en casi todas las plazas.
Tras el percance de Robles, ¿con quién torea? Después enseguida me llamó Manzanares y estuve con él cinco temporadas; posteriormente llegó Julio Aparicio y más tarde, José Tomás. En los últimos años toreé mucho con Curro Vázquez, hasta que se retiró y también con Juan Diego, con el que sigo en la actualidad.
Aparte de Juan Diego, ¿qué otros toreros le llaman?
Ahora voy también con Javier Valverde, pues Angelito Rivas está lesionado. Luego he picado con El Jarocho, que su padre es de aquí, de Boadilla y con El Millonario. Pero vamos, que me llaman muchos, pero ya sólo voy con los de confianza.
En tantos años de profesión tendrá muchos
toros en el recuerdo, háblenos de alguno.
Una vez que toreaba con Juan José, en Madrid, uno de Murteira Grave me trajo loco, me tiró del caballo tres o cuatro veces. También recuerdo otro de El Regio, éste en Frejus. Luego, de buen recuerdo, uno del Puerto de San Lorenzo en Salamanca, un día que toreé con Sánchez Puerto.
Cuando empezó, ¿a qué picadores tenía como espejo? A los veteranos, en la gente mayor que es con quien aprendes. Yo me fijaba en Epifanio ‘El Mozo’, en El Moro, en Juan Mari García, en su hermano Aurelio, en Salitas, en José ‘El Rubio’ y su hermano Antonio.
Aunque a usted no le guste alardear para los verdaderos profesionales y los aficionados es la auténtica figura actual de los picadores, ¿se siente respetado por el gremio?
Sí, casi todo el mundo me tratan con respeto, pero también hay mucha malicia.
¿Cómo? Algunos que andan por ahí diciendo que por qué no me jubilo, que si le estoy comiendo el pan y bobadas de esas. Cuando lo que deben hacer es presumir menos y preocuparse de ser unos buenos profesionales y a de aprender de los veteranos.
¿Qué opina del túnel? Me han dicho que existe y hay picadores que van y vienen de cualquier forma. Me parece increíble que pasen esas cosas y ahora haya tanta falta de respeto en la profesión.
¿Cuándo se picaba mejor, antes o ahora? Ahora todo es más fácil, pues cualquier cosa vale y apenas hay exigencias. Cualquier se ha hecho picador.
Todo un personaje, éste Victoriano García ‘El Legionario’, destacado miembro de su gremio y un hombre de arriba abajo, con quien es un lujo compartir tertulia y también verlo actuar en las plazas dictando sus lecciones de maestro. Las lecciones de una figura de los picadores.