"Esta frase pronunciada como una verdad incuestionable por los taurinos, de tanto repetirse, se ha convertido en una especie de santo y seña por el que se quiere defender y justificar la fiesta sin admitir ninguna crítica a semejante “verdad revelada”. Desde siempre, el “hoy taurino” se ha considerado la edad dorada de la Tauromaquia sin atender a críticas ni al viejo adagio de cualquier tiempo pasado fue mejor. La torería andante nunca, ni antes ni ahora, ha permitido que críticos y, menos aún, aficionados hayan cuestionado lo que para ellos es terreno del que sólo entienden y por lo tanto pueden valorar los profesionales. Buen toreo versus mal toreo, he ahí el dilema.
Son muchas las claves que nos llevan a juzgar lo que vemos en el ruedo: valor, técnica, duende personal de cada torero, personalidad...y sobre todo el toro. Ante qué animal se enfrenta, terrenos apropiados, lidia, ¿quién torea a quién?, capacidad de mando, casta y bravura, mansedumbre... y público, plaza, ¿es lo mismo torear en Madrid que en cualquier otro lugar? Estas y muchas más cuestiones se despliegan ante los ojos del aficionado asistiendo a una corrida de toros y juzga si está viendo buen o mal toreo. Por eso es tan legítimo su juicio como el de cualquier profesional de la fiesta y muchas veces por su experiencia y objetividad puede emitir una opinión más certera. Toda esta reflexión viene a cuento porque es quizás ahora cuando más se oye y se escribe aplaudiendo el “magnífico momento” que vive el arte taurino siendo por tanto, mucho más increíble y preocupante la desafección del público a las plazas y las críticas en parte de la sociedad a la existencia misma de las corridas. Parece una contradicción cuando mejor se torea la fiesta vive sus momentos más críticos. ¿No será que no estamos en un momento “tan brillante” y que muchos elementos esenciales se han olvidado en aras del todo vale? Es verdad que hay toreros muy técnicos pero también fríos, sin personalidad, auténticas fotocopias de las llamadas figuras, empezando por los novilleros mal asesorados que sólo aprenden posturitas, el pasito atrás, perfilarse de costado y bailar frente al novillo o torito caído en suerte. No se si se torea mejor que nunca pero que salimos muchas tardes de las plazas no recordando nada de nada y pensando ¿quién fue el tercer espada, no era fulano...? todos repetitivos, monótonos sin aportar nada especial o personal. Por eso cuando aparece en el ruedo una pincelada de originalidad, un asomo de riesgo y emoción, un pellizco de arte, de pronto prestas una atención nueva: hay de verdad toreo. ¡Pero qué poquitas veces sucede! Sobre todo porque para valorar en justa medida la calidad, como he dicho, hay que ver a qué toro se enfrentan y hoy la falta de casta y la elección de toros de hierros comerciales y tontorrones están vaciando de arte y autenticidad el toreo, por eso nunca será bueno sino vulgar destoreo.
Y para que no caiga toda la ira de los taurinos sólo sobre esta humilde aficionada ahí van las palabras que el gran maestro Domingo Ortega, nada sospechoso de no saber qué era esto y que se jugaba la vida en el ruedo, dijo en su famosa conferencia en el Ateneo de Madridel 29 de marzo de 1950; por cierto, cuando el mundo de la cultura empezando por el ilustre Ortega y Gasset, sin complejos, invitaba a un torero a un foro cultural tan importante.
Ante la afirmación de estar viviendo momentos estelares del toreo el maestro reflexiona: “Hoy que según muchos se torea mejor que nunca son muy pocos los toros que se torean con capote ¿y por qué si se torea tan bien. Pues muy sencillo porque no se ponen en práctica los conceptos, no se torea, se dan pases; eso sí, muchos pases (...) ¿Cómo es posible que me diga que se torea mejor que nunca? ¿Cuántas veces han visto echarle a los toros la pierna adelante, antes de llegara la jurisdicción del torero? Yo he visto lo contrario: cuanto más de perfil, para atrás, destoreando (...). Señores estamos ante un momento grave con relación al arte: el buen aficionado está en minoría y el público se deja convencer de que hoy se torea mejor que nunca (...) y si no se pone coto y se pierden las buenas normas clásicas por completo y si éstas desaparecen, el toreo será una cosa distinta de lo que pudo ser”. Yo lo suscribo y añado: este remedo de fiesta no tendrá salvación posible.
El maestro Ortega nos infunde ánimo y cierta esperanza cuando afirma: “Cuando empecé ya entonces aprendí que para el arte de torear es más importante el toro que el público y que cuando los toros se entregan, a la larga termina entregándose el público también”. El Toro, siempre el Toro. Leyendo estas líneas tan válidas y oportunas para estos tiempos de vulgaridad, pérdida de cánones y oportunismos ganaderos, sólo me queda recomendar a taurinos, “mesas del toro”, escuelas de Tauromaquia, prensa y aficionados que volvamos a los clásicos si queremos conseguir que la fiesta brava sobreviva a base de dignidad y vuelta a los valores de aquellos que lograron crear arte y belleza basándose en normas de dominio ante toros. “A mi me parece un poco temerario afirmar que cualquiera de los muchachos de hoy torea mejor, y por lo tanto es mejor torero, que Largatijo, Frascuelo, Paquiro o Pedro Romero”. Así terminaba Domingo Ortega; su opinión debería meditarla y tenerla en cuenta tanto cantor de estos tiempos en los que se atreve, más de uno, a despreciar el toreo de siempre como antigualla frente a la modernidad del destoreo que nos inunda. ¿Mejor que nunca?"
Yolanda Fernández Fernández-Cuesta
Aficionada y miembro de La Asociación El Toro de Madrid
Fuente : La Voz del Afición, Órgano de Expresión de La Asociación El Toro de Madrid n° 38 , mayo de 2011.