- ¡Oh!- dijo el Califa, recordando el pasado y refirIéndose a una de las figuras de entonces - "Ese hombre era un rival venenoso... mandaba espontáneos pagándoles para estropear los triunfos a los demás".
Rodolfo Gaona, por Enrique Martín |
"Una tarde inolvidable, un hombre impresionante atravesó el ancho corredor del Hotel Imperial. De figura imponente a pesar de los años, sus movimientos eran firmes como el acero y flexibles como el mimbre.
- ¡ Rodolfo Gaona ! - exclamó Ruy al verle, avanzando, con los brazos abiertos, al encuentro del abrazo de su antiguo compañero de "sustos".
Los que se abrazaban eran dos hombres de una planta extraordinaria. Distintos uno del otro, como el Sol de la Luna, pero ambos igualmente majestuosos, igualmente orgullosos de su raza.
Gaona nos invitó a su casa, cosa que nos sorprendió mucho, pues le habían dicho a Ruy, al preguntar mi maestro por él, que el gran torero azteca estaba neurasténico y no recibía a nadie.
Al entrar en la casa del célebre inventor de la gaonera sentí una emoción comprensible: era la primera vez que visitaba la casa de una figura, ya legendaria, del toreo. Reparé, sorprendida, que sobre las austeras paredes que nos rodeaban no había ni un solo recuerdo taurino. Gaona, que nos recibió en el hall, nos presentó a su mujer, una señora que fue en sus tiempos gran pelotari.
Durante la comida se habló de toros, y desde mi lugar en la punta de la mesa escuché ávidamente lo que el gran maestro decía sobre la "época de oro", que nunca conocí.
La conversación discurría naturalmente,hasta que se me ocurrió preguntarle a Gaona sus impresiones sobre algunos de sus compañeros.
- ¡Oh!- dijo el Califa, recordando el pasado y refirIéndose a una de las figuras de entonces -.Ese hombre era un rival venenoso... mandaba espontáneos pagándoles para estropear los triunfos a los demás.
No esperaba yo tan dura condenación.Mi mundo de toros era romántico y noble. ¿ Sería posible que existieran en él envidias y mezquindades ? ¡ Qué pena,que pena me daría...!
Miré algo confundida al torero que tenía enfrente, pero la expresión de éste no me tranquilizó... era tan dura como la de una estatua de Cuauthémoc que adornaba el Paseo de la Reforma.
- ¿ Y El Gallo ? - sugerí,ansiosa de saber si el Divino Calvo formaría parte de la lista negra del gran torero.
- ¡ Un genio ! -exclamó-. ¡ Era un muletero inconmensurable ! El más grande de todos los tiempos... tenía una muñeca... - El torero hizo el ademán de girar la muleta -. Este movimiento en él era inigualable. Mientras nuestro taxi de regreso al hotel "toreaba" el tráfico,no podía olvidar las revelaciones de Gaona. Eran duras, cortantes...,pero en él todo era así... fuerte,decidido,apasionado. Cuando hablara de El Gallo lo hiciera con la misma pasión con que anteriormente condenara a otros."
Fuente: Memorias. Conchita Cintrón,Espasa Calpe. Año: 1,962. pp 143 y 144.
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