Alfonso Navalón: el hombre que sabía demasiado
Por: José Luis Merino | 27 de agosto de 2012
ALFONSO NAVALÓN (1933-2005)
Tal un día como hoy, siete años atrás, moría el crítico de toros y escritor, Alfonso Navalón. Tuvo en vida tantísimos detractores como admiradores. Era considerado por los primeros como un tipo deplorable, campeón del insulto y del improperio, faltón, desagradable, áspero y desabrido, pertinaz injuriador, grosero, maleducado y cuantos apelativos negativos más se quieran añadir.
Opuestamente, sus admiradores decían que él era quien más sabía de toros y el mejor crítico de la historia. No ocultaban que abusaba del sarcasmo y del ataque personal y directo, por lo que frecuentó más de un juzgado de guardia, además de sufrir agresiones por parte de iracundos toreros. Quedó probado que fue el crítico más cotizado. Acudían por centenares a escucharle en los coloquios de las principales ferias. Todos querían saber cómo diseccionaba cada corrida.
Conocí a Navalón hará unos treinta años. Todos los agostos nos veíamos en Bilbao. Hablábamos de toros (él hablaba, yo aprendía). También compartimos algunas francachelas (incluida la exhibición metílica del toreo de salón por las calles bilbaínas). En una ocasión me presentó como discípulo suyo a unas aficionadas francesas. A mediados de los noventa le entrevisté para un libro que tenía en preparación (llegó a editarse en 2002 con el título Las palabras del toro). Mas ese libro mío no es nada si lo comparo con su libro, titulado Viaje a los toros del sol. Agotado enseguida. lo leí fotocopiado, y lo adquirí después cuando se volvió a editar en 2005, el mismo año de su muerte. Treinta años antes, Juan Luis Cebrián lo mandó editar, juntando las crónicas que Navalón escribiera para el periódico Informaciones (el verdadero autor de un libro es aquel que lo hace editar, aseguraba Jules Renard).
Releo una y otra y otra vez ese libro. No he encontrado en ninguna de sus páginas una sola muestra de aquello que los detractores le acusaban. Al revés. Se vislumbra al hombre franco-directo-honesto. Suena a verdad cuanto dice. Te lleva al corazón de las dehesas (por las salmantinas primero, para terminar en las andaluzas), contándolo con amena sencillez. La gracia y la profundidad de los contenidos –trufado de anécdotas chispeantes– están escritas con una prosa vigorosa de enriquecido léxico. Viaje a los toros del sol fue declarado texto oficial del idioma español en la Universidad de París (La Sorbona).
Esta literatura de los toros en el campo es una defensa a ultranza del toro de lidia, cuya majestad, la infame cohorte de palmeros de las figuras y la mayoría de ganadineros, trata de convertir en vergonzante vasallaje.
Treinta años después de haberlo escrito, Navalón recordaba en el prólogo de la reedición su lucha de entonces con emotivas-contundentes-adoloridas palabras: “Este mundo fascinante de emociones y ensueños se ha convertido en un burdo negocio donde todos quieren vivir a costa de humillar al toro. Ya no es el Rey de la Fiesta. Es sólo una pobre víctima del egoísmo de los taurinos que le quitaron la casta, la fuerza y encima le asesinan en el peto, y luego unos presuntuosos toreros se hacen millonarios, practicando la trampa y no la arriesgada técnica del buen toreo. Para colmo, los cronistas corruptos ignoran su gloria en el triunfo de los toreros y lo difaman para justificar el fracaso de los incompetentes”.
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Cada vez que escribimos estamos examinándonos de algo. Eso me ha pasado con Navalón a largo del tiempo. Todas mis crónicas de toros, aparecidas primero en Diario 16, más tarde en Deia y El Mundo, para culminar, a partir de 1998, en El País, fueron escritas pensando en llegar a ser algún día un digno discípulo de tan afamado maestro... Mas no habrá continuación. Doy por concluida mi relación activa con el mundo de los toros. Me despido a la manera de Robert Graves: "Adiós a todo eso".
Cada vez que escribimos estamos examinándonos de algo. Eso me ha pasado con Navalón a largo del tiempo. Todas mis crónicas de toros, aparecidas primero en Diario 16, más tarde en Deia y El Mundo, para culminar, a partir de 1998, en El País, fueron escritas pensando en llegar a ser algún día un digno discípulo de tan afamado maestro... Mas no habrá continuación. Doy por concluida mi relación activa con el mundo de los toros. Me despido a la manera de Robert Graves: "Adiós a todo eso".
Decía la verdad sobre el toro y toreo de forma clara y valiente.La mala actitud de muchos de la prensa taurina al servicio del taurineo dañan los cimientos de la fiesta,porque no sólo no cuestionan,sino que además jalean y dan pábulo.Poco hablan del toro,precisamente lo que más falta hace en este momento.Ocultan la falta de casta,apoyan al toro comercial y miran para otro lado el fraude que vemos y los aficionados por ser minoría están a su merced.
ResponderEliminarE.A.V.
Fue un ejemplo que muy pocos han sido capaces de seguir