"Entre los toreros sevillanos sus mejores amigos fueron «Chicuelo» y «Cagancho». Por este último, a pesar de las rivalidades artísticas que entre ambos hubo, sentía un sincero y fraternal afecto..."
El natural de "Curro Puya" (Dibujo de Saavedra) . ¡Qué distinto al pico de Ponce¡
CÓMO era «Gitanillo» en su aspecto humano?
Paco Fernández Arranz, que fué su representanto en Maáíid
, y es nuestro guia, según ya dijimos, en este reportaje, responde
emocionado:
—Si como torero su arte alcanzó cimas difíciles de lograr, como
hombre no se quedó atrás. Era inteligente y era bueno. Apenas triunfó
en la vida, se preocupó de sí mismo y cultivó su espíritu buscando en los libros la cultura necesaria para andar por el mundo. Yo recuerdo
que en cierta ocasión en que pretendieron molestarle en una reunión
de amigos, dió una contestación tan oportuna que desde entonces
Taviel de Andrade —uno de sus más fervorosos admiradores— siempre decía cuando hablaba de él: «Ese no tiene de gitano más que el
color.»
La bondad de «Curro Puya»
—¿Era hombre caritativo?
—Sí. Para los suyos era... rumboso. En realidad, para él el dinero
tenia poco valor. No era interesado. Quería mucho a sus hermanos,
sobre todo a Rafael. «Ese —decía el pobre Curro— conseguirá lo que
quiera en el mundo. Vencerá, cualquiera que sea el camino que elija.»
—Y... ¿para los demás?
—Ya le dije que era un hombre fundamentalmente bueno. Cuando
conocía una necesidad la remediaba, calladamente, sin ostentaciones...
Recuerdo que una vez fué a visitar a un banderillero humilde que se
hallaba en cama, y sin que nadie se diera cuenta dejó bajo la almohada
un billete de quinientas pesetas. A su peón Mayano|, le siguió
pagando cuando cayó enfermo de gravedad, y hasta que el pobre murió no le faltó su asistencia. A otro banderillero que hubo de ingresar en otra cuadrilla porque «Gitanillo», a consecuencias de una
cogida, no toreaba, y que sufrió un serio percance en Valencia, le pagó
como si hubiera estado trabajando con él... ¡Era muy bueno Curro!
La verónica de "Gitanillo" (Dibujo de Saavedra)
Los amigos del torero
—Mire usted —continúa Fernández Arranz— lo que hizo con un muchacho malagueño que andaba mal de cuartos y llegaba a la alternativa sin dinero para adquirir un buen traje de luces: se lo llevó a su casa, abrió
el ropero donde guardaba los suyos y, encarándose con él, le dijo: «Escoge
el que más te guste.» El aspirante a matador de toros se fué al más deslucido. Pero Curro, sin darle tiempo a pensarlo, le ofreció el mejor terno que
tenía, a la vez qué le reprendía su cortedad: «Pero... ¡hombre! Para un
día así hay que ponerse lo mejor.» Y le obligó a llevarse un traje que él
no se había puesto más que una sola vez.
—¿Frecuentaba tertulias taurinas cuando venía por Madrid?
—Aquí tenía muy buenos amigos. Lo mismo que en Sevilla y en Málaga, donde incluso puso casa para pasar algunas temporadas... En Madrid iba mucho por Fornos, Achuri y el Palace. Sus amistades aquí
eran don Carlos Moltabán, notario de la Vicaría; don Carlos Vázquez, don
Demófilo Villalba, Taviel de Andrade, Casimiro Ortas, don Clemente del
Oro, Pagés, Antonio Diéguez. primer actor de la Comedia; los hermanos
Sarachaga, Fuentes Bejarano, Antonio Márquez, Maximino Martínez, Gerardo Doval (hijo), y los ganaderos don Antonio Pérez Tabernero y don Félix Gómez. En Sevilla frecuentaba el trato de Juan Belmonte, al que
tenia por su mejor maestro; Domingo Ruiz, Cazorla y el ganadero don
Antonio Gómez. Entre los toreros sevillanos sus mejores amigos fueron
«Chicuelo» y «Cagancho». Por este último, a pesar de las rivalidades artísticas que entre ambos hubo, sentía un sincero y fraternal afecto.
"Gitanillo" visita el Estudio de un escultor que le hizo un busto
Lo que ganó «Gitanillo»
—¿Ganó mucho dinero?
—Sí. Pero gastó mucho también.
—¿Cuánto cobró en la corrida que más le pagaron?
—Dieciocho mil pesetas. Eso entonces era una cantidad muy respetable,
—¿Dejó mucho al morir?
—Creo recordar que tenía algunos bienes en Sevilla: una casa en la plaza de la Mata, otra en la de Santas Patronas, otra en la de San Jacinto
(que la compró siendo aún novillero), y otra más no recuerdo en qué
calle. Tenía también alhajas, aunque él era sobrio
en el vestir y no le gustaba presumir de hombre
adinerado.
"Si acaso, en la elección de los colores de sus trajes mostraba preferencias por determinados tonos, pero, nunca por estimar que le daban suerte o desgracia ( Dibujo de Saavedra) |
El torero y ellas
—¿Le gustaba el cante y el baile?
—Le gustaba oír el buen cante y ver bailar
«lo suyo», lo gitano. Pero él ni cantaba ni bailaba. Bien ... ¿Quiere usted decirme algo sobre la vida amorosa de «Gitanillo»?
—Comprenderá que... en «eso» sea un poco discreto. Diré tan sólo que Curro tenía gran éxito entré las damas. Su natural simpatía, su popularidad, su logrado triunfo en el arriesgado juego de
los toros... eran suficientes motivos para que las
mujeres se sintieran atraídas hacia él. Muchas, sin
graves preocupaciones, le asediaban... a todas horas. El no tomaba nunca demasiado en serio estas
manifestaciones de admiración. Creo que en una
sola ocasión sé enamoró de verdad. Ella era una
artista famosa que triunfó incluso fuera de España. Pero... respetemos su nombre, porque ella
murió también.
—Pero...
—Le contaré una anécdota graciosa que le ocurrió en Málaga. La gracia no está en el coloquio
amoroso, sino en... las consecuencias que pudo tener. Verá usted. Un día recibió una notita de una
señorita que le citaba para charlar con él. Curro, sospechando que se trataba de una pesada broma
de sus amigos malagueños, no quiso acudir a la cita. Pero la dama insistió y «Gitanillo», al fin,
acudió a la misteriosa entrevista. El lugar escogido para el encuentro era la playa. La hora, las
nueve de la noche. Total, que... cuando Curro paseaba con la incógnita amiga por la orilla del mar,
un carabinero se presentó, e invocando la prohibición de pasear a tales horas, intentó llevarse a la
Comandancia al torero y a su acompañarte. Menos mal que en una ráfaga luminosa de un faro
próximo, el agente de la autoridad reconoció a
Curro y, ante la sorpresa de la pareja amorosa,
resolvió el caso con estas palabras: «¡Ah!... ¿pero era usted? Haberlo dicho, hombre. Yo soy un admirador suyo... ¡Menudo torero!» Y dió media
vuelta y dejó a «Gitanillo» y a la dama...«Nunca
—decía después Curro— me alegré tanto de haber
triunfado en la Fiesta de toros.»
El remate de una verónica del torero "calé", en la Plaza de toros de Sevilla.
Contradicción
—¿Era supersticioso «Gitanillo?»
—No. Yo era mucho más supersticioso que él. Quizá esto parezca raro...
pero es la verdad. «Gitanillo» no tenía supersticiones, a pesar de su sangre
«calé». Si acaso, en la elección de los colores de sus trajes mostraba preferencias por determinados tonos, pero, nunca por estimar que le daban
suerte o desgracia. Sus fervores religiosos, como buen trianero, eran el
Cristo del Cachorro y la Esperanza.
FRANCISCO NARBONA
Fuente: Semanario gráfico de los toros El Ruedo, Año VI, Nº 284, Madrid, 01 de diciembre de 1949.
Colaboración de Germán Urrutia Campos.
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