"Victorino ha confiado en el crítico. Vosotros me habéis perseguido y hasta queríais meterme en la cárcel hace bien poco. Uno ha demostrado mucho más que vosotros el amor al toro y a la dignidad del ganadero".
D.E.P. Señor Ganadero
Victorino Martín, una horma hecha ala medida
Victoriano Martín y Alfonso Navalón
Desde muchos años antes de la irrupción de Victorino Martín- fenómeno producido en parte gracias a Alfonso Navalón, quien tanto hizo para alzar esa ganadería al pedestal del éxito-, el crítico sentía la tentación de buscar un ganadero del pueblo para convertirlo en figura, lejos del señoritismo que envolvía a la mayaría de criadores del toro bravo. Quería alguien distinto, con callos en las manos, más cercano a la gente llana y que se identificara con el pueblo. Al principio buscó a alguien en Salamanca para que tuviera ese papel que acabaría desempeñando, con gran éxito, Victorino Martín y se fijó en el prototipo de dos hombres del Campo Charro.
“El Raboso y Dionisio Rodríguez pudieron ser los ganaderos de leyenda de Salamanca. El Contrapunto serio y formal del estúpido señoritismo. Dos auténticos hombres de campo. A los dos les dio miedo “romper”. A los dos les dio miedo ponerse al lado del crítico para ganar la batalla del toro bravo frente al borrego desmochado. El pobre Raboso se puso a la orden de Pedrés y los hijos del bueno de Dionisio se ampararon en Chopera.”
Alfonso conoce a los hermanos Victorino, Venancio y Adolfo en los primeros años de la década de los sesenta cuando compran un nuevo lote de ganado bravo a la familia Escudero Calvo y durante un tiempo permanecen en la finca La Nava de Yeltes, situada en tierras salmantinas de Retortillo. Escudero Calvo es la herencia natural de Albaserrada, una ganadería de procedencia Saltillo y con muy buena base, como se evidenciará al poco tiempo en la recuperación de su cartel. A La Nava de Yeltes, un buen dia invitan a Alfonso a tentar al haber coincidido con el crítico en un bar de Sancti Spíritus en el que hablaron de toros, de la ganadería y de sus dedicaciones en su pueblo natal de Galapagar. De entrada, a Alfonso le llamaron mucho la atención aquellos personajes y enseguida vio en ellos lo que no quisieron ser El Raboso, ni el señor Dionisio, el de Villavieja. De momento sabían lo que querían y se observaba su listeza natural, también en su forma de vestir y de vivir existían muchas diferencias respecto a los ganaderos de bravo, todos ellos tan señoritos.
Después de aquel encuentro pasaría tiempo hasta que Alfonso vuelve a la senda de los hermanos de Galapagar que han comprado la ganadería de Escudero Calvo y ya será cuando lidian las primeras novilladas y corridas a su nombre, cuando ya han abandonado la finca de Salamanca y se han instalado en Cáceres.
“No hará falta recordar quién era aquel carnicero desconocido que compró a precio de carne la ganadería de Escudero Calvo, maldita por los toreros y que sólo lidiaba sobreros. Y quién fue el que lo puso en la cumbre de la fama y el dinero. No hará falta recordaros que la empresa de Madrid, y sobre todo don Livinio, le tenían cerrado el paso a San Isidro y sólo lo dejaban lidiar en corridas fuera de abono. Hice cuestión de honor romper el veto y, ante el asombro de todos los ganaderos cuando las corridas se pagaban a cincuenta mil duros, me fui a Galapagar con Jardón, Alberto Alonso Belmonte y Juanito Martínez, consiguiendo que le pagaran ¡un millón de pesetas! Cuatro veces más que a Miura, Atanasio o Pablo Romero. Luego le escribí la primera conferencia que dio en el Círculo de la Unión Mercantil y lo llevé por toda España dando charlas hasta que aprendió a soltarse con su particular y productiva “elocuencia”.
Alfonso disfruta de muchas corridas de Victorino Martín, quien finalmente opta por separase de sus hermanos Venancio y Adolfo para empezar a crear su propia leyenda. La misma que germina el diez de agosto de 1969 en la plaza de Madrid. Esa tarde sale al ruedo el toro “Baratero”, de gran bravura, que protagonizó una gran pelea en varas y fue premiado con la vuelta al ruedo. A “Baratero”, que abre el telón a la leyenda de los victorinos, Andrés Vázquez, que llega esa tarde a Madrid casi sin cartel, le corta las dos orejas y vuelve a relanzar su figura para recuperar su sitio en las ferias. A pesar del colosal éxito, durante años los toros de la “A” coronada, se mantienen lejos de la Feria de San Isidro, en la que debuta en 1976 gracias a las buenas labores de Alfonso con la empresa de Madrid. Desde entonces, numerosos triunfos fueron a parar a esta ganadería, con varios toros premiados con la vuelta al ruedo e incluso un indulto, el de “Velador”, en 1983, que ha sido el único que se ha producido en la plaza de toros de Las Ventas.
De tantos éxitos hay uno que marca un antes y un después. El de la tarde del primero de junio de 1982 cuando Victorino lidia una corrida en Madrid para el recuerdo, la que propicia un éxito redondo a Ruiz Miguel, Luis Francisco Espla y José Luis Palomar. Al grandioso éxito de esa corrida se une que fue televisada en directo por TVE, lo que fomenta que gracias a ella la nómina de aficionados se incremente espectacularmente. En aquella crónica de Pueblo titulada “Una tarde histórica”, Alfonso canta el memorable éxito, a la vez que reivindica lo mucho que había hecho por los toros de Victorino Martín.
Un toro de nota es eso que ha echado Victorino, uno detrás de otro, con cuajo, con casta, con los pitones íntegros y un triunfo en cada pitón para el que se quisiera arrancar. No me extraña que esos mequetrefes que se hacen llamar ganaderos hayan querido repudiar a Victorino por “falta de compañerismo”. Está claro que echando estos toros tan del gusto de los públicos no se puede ser compañero de todos esos criadores de borregos, inválidos y descastados. Ahora a muchos os dará envidia adivinar lo que va a pedir el cateto de Galapagar por sus toros. ¡ Lo que le dé la gana¡ ¿Os enteráis?
Y ahora vais a escucharme a mí. Durante muchos años me habéis acusado de ser el padre de la criatura. De que sin mi, Victorino no sería nada. Y esa es la respuesta. Victorino ha confiado en el crítico. Vosotros me habéis perseguido y hasta queríais meterme en la cárcel hace bien poco. Uno ha demostrado mucho más que vosotros el amor al toro y a la dignidad del ganadero. De momento ya podéis curaros de este ataque de bilis que os ha entrado viendo a Victorino en hombros convertido en un ídolo popular, mientras que a vosotros os persigue la policía por andar con el serrucho y provocar escándalos de orden público con la falta de casta y de fuerza de vuestros borregos. Esto no es el invento de un crítico. Es que las cosas son así, como las queremos los aficionados, Con la verdad por delante y con el respaldo de ese mismo público que habéis engañado tantos años con el torito desmochado y los toreritos de la mentira.
Ahí está la verdad de una corrida seria, con algunos toros tan suaves y tan nobles como no los pariría en su vida una vaca de Atanasio o de los Nuñez. Ahí están hombres sintiéndose toreros de las zapatillas a la montera, mientras las figuritas de la publicidad y las exclusivas siguen haciendo el ridículo delante del público y de la crítica.”
Fuente: Alfonso Navalón: Escribir y Torear. Paco Cañamero. Editorial Sombras Chinescas, 2010. p 124 -127.
Justo Homenaje.
ResponderEliminarQué buena crónica.
Felicitaciones