"El torero a torear con verdad, el ganadero a criar el toro encastado y el aficionado exigiendo que uno y otro cumplan su papel en la fiesta ¿Utopía? No, pues cuando eso fue así la Tauromaquia siempre fue grande"
Alvaro Domecq, Rafael “El Gallo” y Juan Belmonte en Ronda, 1957 , sentados junto a la afición
LOS PILARES DE LA FIESTA
(Ganaderos, Toreros y Aficionados)
Según dictan la tradición y la ortodoxia académica, la fiesta de los toros se ha sostenido desde hace muchos años en tres pilares básicos: ganaderos, toreros y aficionados. A lo largo de su historia el equilibrio al que se han visto obligados a mantener cada uno de estos estamentos ha ido variando en sus empujes y pre- siones, pero siempre unos u otros han hecho lo posible para que la fuerza de cada uno hacia la defensa de sus intereses se viera más o menos compensado con la capacidad de aguante de los demás. Dicho de otra forma y en el terreno práctico, los toreros, una vez que escalaban puestos y se decían figuras, procuraban lidiar el ganado más fácil y cómodo para mitigar riesgos, lo que obligaba a ciertos ganaderos que se dejaban manipular a bajar el listón de la casta y ello motivaba el rechazo de aficionados que en las plazas exigían y denunciaban con sus protestas el juego de intereses que iba desvalorizando la fiesta.
A pesar de ello, y para compensar fuerzas y así poderse mantener la fiesta auténtica, todavía hasta hace unos años, la presión de los aficionados era un contrapeso importante a la hora de confeccionar los carteles, tanto es así que las figuras, conscientes del poder de la afición exigente y de los ganaderos íntegros, se veían obligadas a hacer algún gesto importante ante toros de los menos comerciales, es decir, serios y encastados, con lo que mantenían su prestigio y lo más importante, el respeto de la afición. Toreros mandones sabían ponerse en su sitio y en Madrid, Bilbao y plazas importantes, solían dar un aldabonazo para ser respetados a lo largo de la temporada. Ordóñez, Camino, El Viti, por citar algunos no muy antiguos, mantenían el equilibrio de fuerzas para no acabar con la fiesta, pues eran conscientes del sentido heroico y épico que está en la raíz del espectáculo.
Privar a las corridas de toros de su esencia era convertirlas en entretenimientos llenos de plástica, colorido y pases, que no toreo, para pasar un rato de domingo sin emoción y riesgo; algo que poco a poco fue calando en el ánimo de los toreros que vieron el camino fácil de las ganancias. Por si esto fuera poco, la llegada del boom económico trajo al mundillo ganadero un grupo de advenedizos inversores sin tradición ni verdadera afición que rompió casi por completo el equilibrio de fuerzas. Movidos por el ansia de figurar y ganar dinero, se dejaron embaucar por veedores, apoderados y empresarios para criar el toro comercial que ayudara al triunfo fácil de las figuras, verdaderos dictadores de la fiesta y lograr pingües beneficios a las empresas.
¿Y la afición? Lamentablemente debemos reconocer que aunque gozó de gran importancia en otros tiempos, hoy vive un debilitamiento preocupante y es notoria su falta de contrapeso pues, aunque sigamos protestando unos pocos, en este proceso se ha ido aburriendo y alejando de las plazas, harta de sentirse demonizada por la prensa y los críticos y de escuchar el discurso del taurinismo, falso y contradictorio en su esencia: “... comprenderán que el público quiere ver triunfos y orejas y con los toros que uds. quieren... las figuras se niegan a venir”. Argumento “de peso” que deja en muy mal lugar a la torería y la profesionalidad de quienes se llaman figuras y que sólo ha tenido como resultado la crisis profunda que vive la fiesta.
Por ello, considero llegado el momento de dar un paso adelante para restaurar el orden lógico que ha permitido mantener la historia de la Tauromaquia por el camino de la verdad y el rigor. Recuperar los viejos valores y el respeto mutuo entre los tres estamentos es un medio fundamental para lograrlo. Los toreros no pueden dar la espalda al riesgo de forma permanente, deben volver a la competencia en los carteles, torear todo tipo de encastes y respetar a la afición que es en definitiva quien sostiene con su dinero el espectáculo; en los momentos actuales la fiesta debe defenderse sola pues la etapa de dinero público y las subvenciones han terminado. “(…..) “.
Los ganaderos, a pesar de los malos momentos que están viviendo, deben mantenerse firmes en defender la casta de sus toros y no plegarse a los intereses espúreos de las figuras y su entorno; es difícil en estos tiempos pero la crisis y el desinterés está echando del campo bravo a los advenedizos; espero que esta selección natural devuelva el prestigio al mundo ganadero y salgan a flote aquellos que de verdad mandan en sus casas y han mantenido sus reses contra los vientos y las mareas del dinero y triunfo fácil.
Los aficionados debemos seguir luchando por defender la fiesta de verdad. Es muy difícil, pero hay que intentar recuperar el prestigio que siempre tuvo en las plazas importantes. En Las Ventas, la voz de los sectores críticos era respetada y tenida en cuenta por la crítica y los profesionales. Pero hoy somos incómodos; nos han intentado callar, ridiculizar, culpabilizar de todos los males... pero es igual. En estos momentos tan críticos sólo recuperando el equilibrio entre los protagonistas, volviendo la afición a ser “el respetable público” se logrará dar sentido a la fiesta.
El torero a torear con verdad, el ganadero a criar el toro encastado y el aficionado exigiendo que uno y otro cumplan su papel en la fiesta ¿Utopía? No, pues cuando eso fue así la Tauromaquia siempre fue grande.
Yolanda Fernández Fernández-Cuesta
Aficionada y miembro de la Asociación El Toro de Madrid
Fuente: La voz de la Afición. Boletín de la Asociación el Toro de Madrid. Nº 42, mayo de 2013. P.16.
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