EL EJE DE LA LIDIA

EL EJE DE LA LIDIA
"Normalmente, el primer puyazo lo toman bien los toros, y si ése fuera el único del tercio, todos parecerían bravos. En el segundo ya empiezan a dar síntomas de su categoría de bravura. Y es en el tercero donde se define de verdad si el toro es bravo o no. En el tercer puyazo casi todos los toros cantan la gallina, se suele decir". JOAQUÍN VIDAL : "El Toreo es Grandeza". Foto: "Jardinero" de la Ganadería los Maños, primera de cuatro entradas al caballo. Corrida Concurso VIC FEZENSAC 2017. Foto : Pocho Paccini Bustos.

domingo, noviembre 05, 2017

Maneras de tentar. Una, para el ganadero, y otra, para servir al torero. Una, con rigor, y otra, con vistas al negoció.

"LA MEDIDA DE LA CASTA.- ...No hay otra fórmula conocida que la pelea del toro en el caballo. Ahí en el patio de caballos, tenemos la auténtica medida de la casta: el caballo y el brazo del picador."

LIBROS DE GANADERÍA : LAS NOTAS Y LAS TIENTAS
"Ya hemos hablado varias veces de la importancia que tienen los libros en las ganaderías de bravo,  cuando se llevan con rigor y sinceridad.
En los libros está la historia de la ganadería con todos sus por menores, y si éstos son fidedignos el ganadero encontrará allí en cualquier momento la solución a los problemas de genética o bravura que pueden planteársele. Si las circunstancias aconsejan postergar la bravura en beneficio de la suavidad "comercial" bastará con repasar el historial de las vacas que se mantengan en una linea “dulce” y usarlas como base, sacando de ellas los sementales que han de marcar la nueva línea.
Por el contrario, si la ganadería está “apagada” y el mal juego de los toros en el caballo o su reservonería en la muleta necesitan un refresco de sangre brava, el ganadero encontrará en los “libros” las vacas de buena nota con el caballo qué, a su vez, dieron toros de sobresaliente pelea en el tercio de varas. Entonces buscará en esta "reserva de casta” que debe haber en todas las dehesas, esa sangre "alegre” que necesita para que sus toros no salgan mansos o deslucidos.
¿Pero se llevan todos los libros con sinceridad? ¿Se hacen las tientas con rigor? ¿Se le pone nota de brava a la vaca que realmente lo es? ¿Se desecha sin sentimentalismos?
Ahí está el secreto. Y ahí también la paradoja de que muchos libros no son el auténtico historial de un hierro, sino una versión apasionada del ganadero que sin darse cuenta tira piedras a su propio tejado. Porque cuando en el capítulo de vacas aprobadas se da asiento a una que no fue brava más que para la visión apasionada el ganadero (influido por lo que se divirtió el torero en la tienta), ese asiento acarreará una herencia degenerada, que puede, a la larga, variar las características si con las demás hembras se sigue este criterio. Porque muchos piensan que al dejar para madre a una vaca mediana con el caballo y superior con la muleta, sus hijos sacarán necesariamente estas características. Y esto no deja de ser una alegre aventura, porque son muchos los casos en que el hijo hereda únicamente todo lo malo que hizo en varas su madre y absolutamente nada del buen juego que dio para el torero.
Vamos a citar dos ejemplos de tentaderos opuestos: En una ganadería cercana a Madrid vimos hace dos años tentar ocho éralas, de las que dos salieron mansas y seis fueron al caballo desde largo y cuantas veces las pusieron, pero sin recargar en el peto. Para el torero acusaron el mismo tono. Cuando el ganadero hubo cerrado la libreta le pregunté cuántas había aprobado. ¡ Ninguna!—me contestó-—: "Las seis que parecieron buenas tuvieron falta de fijeza".
El ganadero en este caso se dio perfecta cuenta de la trayectoria excesivamente suave que llevaba y de haber dejado para criar a las seis vacas bravas, pero distraídas, es posible que a la larga sus toros dejaran de ser suaves para heredar de esa falta de fijeza y la acometividad de las madres, un revoltijo que acabaría necesariamente en la mansedumbre peligrosa, cien veces más comprometida para el torero que la casta, palabra temida.
En otro tentadero de una divisa postinera, casi siempre “de moda”, salieron, entre cinco vacas, tres de las llamadas “indefinidas”, cumplidoras con el caballo y el torero, pero sin apuntar cualidades ni defectos sobresaliantes. Hubo luego o t r a extraordinariamente brava y codiciosa para la puya y la muleta, que a duras penas pudo sacársela de la plaza, y finalmente otra que cobardeó en el caballo, sin tomar en regla un solo puyazo, pero de excepcional bondad para el torero, aceptando más de cien muletazos sin hacer un extraño.
El ganadero únicamente aprobó esta última y cuando se le preguntaron sus argumentos para desechar la vaca bravísima, contestó:
“—¡Imagínense que sale así un toro en la plazal ¿Quién puede con él? ¡Si un hijo de esta vaca le toca a una figura, lo trae de cabeza y no vuelve a vender una corri- da!...”
¿Cómo se tomaron las notas en los libros? Ahí tienen nuestros lectores dos ejemplos típicos de maneras de tentar. Una, para el ganadero, y otra, para servir al torero. Una, con rigor, y otra, con vistas al negoció. ¿Qué razones haría constar el segundo criador en el historial de la vaca brava que fue al matadero y de la mansa que quedó para simiente? ¿Sería capaz de poner la “M” fatídica a la que fue superior, o la “S” de honor a la que mereció una “M” en el caballo?
Sobre esto se puede contar una anécdota que ocurrió el pasado año hojeando el libro de un ganadero amigo, donde hacía dos años me correspondió en la tienta una érala que fue berreona con el caballo, saliendo siempre suelta y muy suave para la muleta. Por curiosidad busqué en las notas del libro de tienta y encontré: “Pitillera”, número 59; “seis puyazos buenos y superior para el torero”. Nada se decía allí de todas las cosas feas que hizo en su examen de bravura. Así, si un día esta vacada cambiara de dueño, el nuevo ganadero encontraría a “Pitillera” calificada con “B” en el caballo y “S” en la muleta. Datos inexactos que podían inducirlo, por ejemplo, a elegir un hijo que diera buen juego como semental. Entonces ocurriría posiblemente que los nietos salieran “abueleando”, es decir, con las características de “Pitillera”, madre del semental, y en una sola cubrición habría formado un verdadero “gazpacho” del que no se daría cuenta hasta pasados tres o cuatro años, a la vista de los resultados de los productos
Hay casos conocidísimos del semental que deshace una ganadería en sólo dos años, llenando la dehesa de sangre mansa, que luego cuesta muchísimo dinero desechar.
Para deshacer éstos errores es necesario mandar al matadero muchísimas cabezas, si se quiere conservar la pureza. ¿Se comprende ahora la importancia de llevar los libros con orden? Una vaca aprobada indebidamente puede ser madre también indebidamente en un semental que si echa a las vacas sin el aconsejable periodo de prueba, puede tener cincuenta crias cada año. ¿se dan cuenta de la cantidad de descendencia mala que habrá dejado hasta que el ganadero acierte con la causa? Y si el ganadero no anda bien de dinero y se resiste a matar todo lo malo ¿ cuantos años tardará en poner en orden los libros?
La ganadería de bravo española atraviesa un periodo de crisis, y tal vez el origen esté en ese afán de falsear los conceptos que luego pasan a los libros.
Se llama bravo a lo que no lo es y se dice que una vaca o un toro son “molestos” cuando tienen casta. La casta ha pasado a ser término prohibido en el lenguaje ganadero. Cuando a Fulano le sale un toro con casta (un toro que no es bobo), en seguida se corre la especie: “Lo de Fulano sale con mucho genio”... Y los toreros se niegan a ponerse delante.
Pero hemos llegado ya demasiado lejos en esta política de echarle agua mansa a la bravura, y cuando sale una novillada brava (para más encomio en período de prueba), todo el mundo se maravilla del poder, alegría y codicia que ya teníamos olvidados. Y se maravillan también que los toreros no sean capaces de hacerle faena a esos novillos que no tenían de particular nada más que eso, ¡bravura!
Hora es ya de rectificar señores ganaderos. Si colocan en al libro de toros el calificativo dee “cumplió” al que tomó un puyazo, ¡un solo puyazo!, ¿qué habrían puesto en sus libros de estos novillos, derribando con clase y tomando después tres puyazos sin abrir la boca?...
Estamos sacando las cosas de madre. Pero no olvidemos que, aparte de estos alardes comerciales, debe imperar ese refrán de “las cuentas claras”. No olvidemos tampoco que siguiendo unos cuantos años más con esta política de llamar bravo a lo que toda la vida hemos tenido por manso, llegará un día en que la realidad se im- pondrá a las modas, y aunque los libros hablen de “orejas cortadas”, la verdadera sangre brava acabará “desapareciendo”.
Bien está que quiera condescenderse con ciertas exigencias del mercado, pero es necesario respetar la seriedad de las tientas y de los libros.
Alfonso NAVALÓN

Fuente : Semanario gráfico de los toros El Ruedo. Año XXI. Madrid, 28 de marzo de 1967. Numero 1188.

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