"Y Juan Belmonte comenzó con un pase ayudado colosal, con los pies juntos y atornillados en el suelo. Siguió con uno natural y uno de pecho muy ceñidos, que arrancaron olés de entusiasmo. Un natural sublime, así como suena, y otro natural y uno de pecho con mucha valentía. Dos ayudados por bajo, quieto y estirado el matador. Uno con la derecha y otro alto con la izquierda, y dos molinetes, ejecutados en la cara del bicho. Un pase con la derecha arrodillado y muy ceñido; otros dos más y un pinchazo superior, acometiendo bastante bien."
Toros en Madrid
Don Severo y Belmonte
Gaya Picón (Don Severo) es tan simpático y buen amigo como culto escritor, excelente periodista y notable revistero taurino. Llegó á Madrid á pasar unos días, y naturalmente, abusando de su amabilidad le encajé las revistas de las corridas del Montepío y cuarta de abono.
Me alegré por el descanso que su trabajo me proporcionaba y he de sentirlo forzosamente después, por no poder, ya que la ocasión llegó, hablar de Belmonte y su gran faena.
¡Qué se le va á hacer ¡ ! Suerte!
Don Severo es gallista, así que cuanto diga en favor del trianero, además de ser justo, lo suscribo yo y siempre quedará en el fondo del elogio, para mí por lo menos, una nueva alabanza, aunque Gaya apure todos los adjetivos.
La faena de Belmonte y la visita de Don Severo son para mí dos satisfacciones tan intensas que, puestas en la balanza, no sé cuál de ellas pesaría más en el sentido de la satisfacción y el cariño.
A uno y al otro les envío mi cordial saludo, por la inesperada visita del primero y por el resurgimiento triunfal del otro y ….
¡Ojo¡ ¡Que llega Don Severo¡
UNOS DIAS EN MADRID...
A punta de capote
La corrida del Montepío de Toreros
La mejor faena de Belmonte
Apenas llegado aa Madrid, donde sólo he de permanecer, desgraciadamente breves días, me cogen por su cuenta los buenos y excelentes amigos Adolfo Durá y Mariano F. Portela, y me dicen :
—Amigo Don Severo, usted va a encargarse de las corridas del jueves y del domingo. Viene usted con gran oportunidad: viene usted como pedrada en ojo de boticario. Ya que nos ha dado usted tantos camelos con su viaje, ahora nos vamos a vengar de usted.
— Pero, señores — replico yo, ustedes quieren abusar de mi... ¿Cómo voy a meterme yo en esos trotes...?
—Che, yo necesito descansar un par de corridas—me replica Durá.—Llevo demasiadas latas sobre mis costillas, esta temporada...
—Tiene razón Durá—;añadió Portela, — está negro de sufrir tanta bueyada y de padecer a tanto coleta con usaura. Usted se encarga de esas dos corridas.
Y he aquí por dónde, en la corrida a beneficio del Montepío de los toreros, hubo algo que nos sacó de nuestras casillas. Algo que alegró la tarde a Durá, cuando empezaba a aburrirse como los demás espectadores. Y ese algo corrió a cargo de Juan Belmonte.
De Juan Belmonte, el mozo trianero, que desarrolló todo un curso de toreo.
Y ello fué... Ello fué que transcurría la fiesta sin nada de particular, y al llegar la suerte de banderillas del quinto bicho—un choto feúcho y bizco del derecho,—José cogió los palos y los ofreció á Gaona. Y el niño Maravilla, después de una pasada sin clavar, con mucha vista, dejó un superior par al cuarteo. El mejicano, a continuación, salió andando poco a poco, con mucha elegancia y mucha gracia torera y colocó un par de los que se aplauden una temporada. Otro par de Joselito, también andando paso a paso y marcando un zig-zags, bueno de veras, y otro de Rodolfo, de dentro a fuera, casi de poder a poder y saliendo apurado de la suerte. Cuatro ovaciones y voces de que toreen una corrida los dos juntos.
"Los dos, los dos", repetía el público.
Esto significaba la inutilización, la proscripción absoluta de Belmonte, que había quedado mal en el tercer toro, y que se había echado el público encima en una caída peligrosa por dejar al piquero a merced del bicho.
Pero Juan Belmonte tiene amor propio y sabe aprovechar las ocasiones. Y como la ocasión se presentó al poco rato, vino con ella la, rehabilitación del trianero.
El sexto, de nombre “Barbero” era un toro negro, chico, algo sacudido, delantero de cuernos, veleto, muy brocho y astifino.
En el primer quite, Juan dió tres lances y un recorte muy buenos, que le valieron una ovación y muchos olés. En su turno, nos regaló en otro quite con una verónica, un farol y media verónica de las suyas. Las tres suertes fueron apretadas y toreras. Brutales. Gaona y Joselito, asimismo, hicieron lo suyo, que no fué poco. Un tercio animadísimo de verdad y de los que se recuerdan siempre con entusiasmo.
Dos pares colosales, formidables, de Magritas, el segundo mejor que los cuatro de Gaona y Joselito— ¡casi nada!—y un palito suelto de Maera, y ahora viene lo extraordinario, lo estupendo, lo que está por encima de toda ponderación.
El torillo llegó á la muerte suave, noble, boyante. Y Juan Belmonte comenzó con un pase ayudado colosal, con los pies juntos y atornillados en el suelo. Siguió con uno natural y uno de pecho muy ceñidos, que arrancaron olés de entusiasmo. Un natural sublime, así como suena, y otro natural y uno de pecho con mucha valentía. Dos ayudados por bajo, quieto y estirado el matador. Uno con la derecha y otro alto con la izquierda, y dos molinetes, ejecutados en la cara del bicho. Un pase con la derecha arrodillado y muy ceñido; otros dos más y un pinchazo superior, acometiendo bastante bien.
Siete pases más y entrando bastante bien atizó media estocada un poquillo delantera, que fue lo suficiente para dejar para el arrastre al animalito de Concha y Sierra.
Bueno; la faena así relatada no puede lucir todo lo que debe lucir por su mérito absoluto é indiscutible. Fué una faena precisa, justa, equilibrada, en la que no hubo pases demás ni de menos. Le dió Juan al bicho los muletazos que debían dársele. Y en muy poco terreno, en el mismo tercio, metiéndose en su jurisdicción, llevándolo atado a los vuelos de su muleta.
Una faena que tuvo la virtud de hacer levantar a todos los espectadores de sus asientos y prorrumpir en un alarido de entusiasmo. Y nos hizo romper las manos aplaudiendo, y nos hizo enronquece; de tanto gritarle olé, ole...
Muchas veces he visto a Juan, bien, muy bien, superior. Pero como la tarde del jueves, no le he visto nunca. Tan variado, tan preciso, tan suave, tan emocionante, no le había visto nunca.
Tenía que realizarse esa faena en la plaza de Madrid y tenía que venir a verla yo desde Barcelona. Yo que admiro a Juan Belmonte en lo que vale; pero que no soy un partidario incondicional suyo, como muchos de los que ni siquiera le han visto torear…
Belmonte vuelve a ser lo que era. El Belmonte de las grandes tardes de emoción y de arte incomparable. El que se transforma ante los toros y compone figuras magníficas.
¿ Que ahora volverá a estar tres, cinco, diez corridas apático, indolente, sin afición?, Es fácil ; pero el día que le salga otro toro a propósito hará lo que hizo el jueves.
Hoy Juan Belmonté se parece, en este detalle, a Rafael el Gallo. El día que quieren o les sale un toro que embista...
Yo siento que el amigo Durá no haya hecho la crónica de esta corrida. Habría dicho del trianero lo que acabo de consignar y mucho más. Adolfo Durá, es de los belmontistas conscientes.
Rodolfo Gaona
No supo sacar partido el mejicano, del único toro noble y tonto de la corrida, después del que cerró plaza. El primer toro, de Concha y Sierra también, se dejaba torear admirablemente. Y Gaona lo aburrió a muletazos, algunos buenos, y no logró lucirse.
En el cuarto, que estaba aplomado, achuchaba y tenía la cabeza por el suelo, no llevó a cabo la faena de castigo que el bicho requería. Bien en quites, especialmente en las brutales gaoneras al sexto, insuperables por lo ceñidas y toreras.
Joselito
Tan torero, valiente, habilidoso y activo como siempre.
Estuvo breve en el segundo, que tenía la cabeza por el suelo e inteligente en el quinto, que no veía y que no acudía, por ello, bien a la muleta, ni se dejaba torear. José tuvo que advertir al público el defecto del bicho, pues muchos espectadores le pedían que lo torease más, cuando no era posible de ninguna manera.
En la brega y quites, oportuno como de costumbre.
Hay que anotarle tres verónicas formidables que dió al quinto bis, y otros tres lances ceñidísimos, exponiendo mucho, al sexto, en un quite.
...Y pare usted de contar. De los seis bichos de Concha y Sierra, anunciados, se desecharon tres, que fueron sustituidos por tres de Campos, y como de éstos tuvo que ser retinado al corral uno, el quinto, que se resentía de los cuartos traseros una barbaridad, y además era manso, salió a sustituirle a su vez uno de Salas, que aunque acusó alguna codicia, no tenía poder.
Mansos y chicos fueron los tres de Concha y Sierra, y mansos y grandes los de Campos. Se salían sueltos de los caballos, y no se prestaban para la lidia. El tercero, de Campos, tenía mucho poder. El picador Pedrín pasó á la enfermería a consecuencia de una caída.
¿Si tan insignificantes é inaceptables eran los que salieron de la viuda de Concha y Si-erra, como serían los desechados?
Es una vergüenza la desaprensión do esos ganaderos.
Amigo Durá : Mi enhorabuena por el desquite de Juan Belmonte. “
Fuente : La Lidia Taurina, Lunes 25 de junio de 1917.
Transcrito in extenso por Eldesjarretedeacho.blogspot.com
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