A pesar de ello, y para compensar fuerzas y así poderse mante-
ner la fiesta auténtica, todavía hasta hace unos años, la presión
de los aficionados era un contrapeso importante a la hora de con-
feccionar los carteles, tanto es así que las figuras, conscientes del
poder de la afición exigente y de los ganaderos íntegros, se veían
obligadas a hacer algún gesto importante ante toros de los menos
comerciales, es decir, serios y encastados, con lo que mantenían
su prestigio y lo más importante, el respeto de la afición. Toreros
mandones sabían ponerse en su sitio y en Madrid, Bilbao y pla-
zas importantes, solían dar un aldabonazo para ser respetados a
lo largo de la temporada. Ordóñez, Camino, El Viti, por citar algu-
nos no muy antiguos, mantenían el equilibrio de fuerzas para no
acabar con la fiesta, pues eran conscientes del sentido heroico y
épico que está en la raíz del espectáculo. Privar a las corridas de
toros de su esencia era convertirlas en entretenimientos llenos de
plástica, colorido y pases, que no toreo, para pasar un rato de
domingo sin emoción y riesgo; algo que poco a poco fue calan-
do en el ánimo de los toreros que vieron el camino fácil de las
ganancias. Por si esto fuera poco, la llegada del boom económi-
co trajo al mundillo ganadero un grupo de advenedizos inverso-
res sin tradición ni verdadera afición que rompió casi por com-
pleto el equilibrio de fuerzas. Movidos por el ansia de figurar y
ganar dinero, se dejaron embaucar por veedores, apoderados y
empresarios para criar el toro comercial que ayudara al triunfo
fácil de las figuras, verdaderos dictadores de la fiesta y lograr pin-
gües beneficios a las empresas.
¿Y la afición? Lamentablemente debemos reconocer que aunque
gozó de gran importancia en otros tiempos, hoy vive un debilita-
miento preocupante y es notoria su falta de contrapeso pues, aun-
que sigamos protestando unos pocos, en este proceso se ha ido
aburriendo y alejando de las plazas, harta de sentirse demoniza-
da por la prensa y los críticos y de escuchar el discurso del tau-
rinismo, falso y contradictorio en su esencia: “... comprenderán
que el público quiere ver triunfos y orejas y con los toros que uds.
quieren... las figuras se niegan a venir”. Argumento “de peso” que
deja en muy mal lugar a la torería y la profesionalidad de quie-
nes se llaman figuras y que sólo ha tenido como resultado la cri-
sis profunda que vive la fiesta.
Por ello, considero llegado el momento de dar un paso adelante
para restaurar el orden lógico que ha permitido mantener la his-
toria de la Tauromaquia por el camino de la verdad y el rigor.
Recuperar los viejos valores y el respeto mutuo entre los tres esta-
mentos es un medio fundamental para lograrlo. Los toreros no
pueden dar la espalda al riesgo de forma permanente, deben vol-
ver a la competencia en los carteles, torear todo tipo de encas-
tes y respetar a la afición que es en definitiva quien sostiene con
su dinero el espectáculo; en los momentos actuales la fiesta debe
defenderse sola pues la etapa de dinero público y las subvencio-
nes han terminado. Por eso, quiero felicitar a Alejandro Talavante
que es el único torero que sí ha demostrado hacer un gesto en
este San Isidro encerrándose con los Victorinos. Hechos así ani-
man a los aficionados y engrandecen la fiesta.
Los ganaderos, a pesar de los malos momentos que están vivien-
do, deben mantenerse firmes en defender la casta de sus toros y
no plegarse a los intereses espúreos de las figuras y su entorno;
es difícil en estos tiempos pero la crisis y el desinterés está echan-
do del campo bravo a los advenedizos; espero que esta selección
natural devuelva el prestigio al mundo ganadero y salgan a flote
aquellos que de verdad mandan en sus casas y han mantenido
sus reses contra los vientos y las mareas del dinero y triunfo fácil.
Los aficionados debemos seguir luchando por defender la fiesta
de verdad. Es muy difícil, pero hay que intentar recuperar el pres-
tigio que siempre tuvo en las plazas importantes. En Las Ventas,
la voz de los sectores críticos era respetada y tenida en cuenta
por la crítica y los profesionales. Pero hoy somos incómodos; nos
han intentado callar, ridiculizar, culpabilizar de todos los males...
pero es igual. En estos momentos tan críticos sólo recuperando
el equilibrio entre los protagonistas, volviendo la afición a ser “el
respetable público” se logrará dar sentido a la fiesta.
El torero a torear con verdad, el ganadero a criar el toro encas-
tado y el aficionado exigiendo que uno y otro cumplan su papel
en la fiesta ¿Utopía? No, pues cuando eso fue así la Tauromaquia
siempre fue grande.
Yolanda Fernández Fernández-Cuesta
Aficionada y miembro de
la Asociación El Toro de Madrid.
FUENTE: La Voz de la Afición. Nº 42, mayo de 2013. p. 16. Boletín de la Asociación El Toro de Madrid.
http://www.eltoro.org/boletines/boletin42.pdf
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