GENEROSIDAD,
PROFESIONALIDAD, TORERÍA Y VERDAD
Escrito por Eneko Andueza
Lunes,03 de junio de 2013.
Volvió a coger los palos
enrabietado tras caerse uno del par anterior. Despacioso se fue a la cara del
toro. Provocando su atención. Lo fijó. Fue andándole con torería, achicando las
distancias. Y allí, en un palmo de terreno, le ganó la cara, levantó los
brazos, reunió los palos, se asomó al balcón y colocó un par de antología que
fue un canto glorioso a la suerte de banderillas.
Fue la chispa que terminó de
detonar toda la emoción contenida de la tarde. Con ese par, David Adalid,
rubricó una lidia perfecta ejecutada junto a sus compañeros que fue, ni más ni
menos, un precioso fruto de la generosidad de su jefe de filas: Javier Castaño.
Sería injusto, subjetivo y
sesgado poner en un pedestal a la cuadrilla sin dar lo que se merece a un
matador de toros curtido en el banquillo y en las tardes donde sale el toro que
vende muy cara su muerte y premia su bravura a quién le puede.
Javier Castaño ha decidido
devolver a la afición lo que la mayoría, por no decir todos, los de su
escalafón niegan a la afición: disfrutar de la lidia de un toro bravo.
A este torero que se viste por
los pies le ha podido la afición y el amor a la fiesta. No le importa
sacrificar su triunfo, mecerse en el egoísmo y centrase en lo suyo. Eso no va
con él.
Este torero ha decidido salirse
de lo común para devolvernos la normalidad. Así, como se lo cuento.
Vuelvan a leer la frase si no la entiende, o, si lo prefieren atiendan a lo que
les digo a continuación: Javier Castaño ha decidido no seguir la senda que
impone el sistema, la de privar a la afición de la lidia para centrar todos los
esfuerzos en la labor con la muleta. Ha decidido hacer una excepción de lo que
debería ser la norma de cada tarde. Simple y llanamente ha puesto cordura y ha
querido devolverle a la fiesta gran parte de su sentido.
Los toros tienen su
lidia, y esa lidia, en si misma, por su belleza, por su espectacularidad cuando
se hacen bien las cosas, por su variedad dependiendo del toro que tengas
delante, supone una obra de arte que no se puede desperdiciar. Javier Castaño
es, ante todo, generoso y complaciente. Es generoso con la afición, porque nos
genera ilusión por ir a la plaza y nos ha devuelto parte esencial del sentido
de la fiesta: la lidia como concepto en toda su acepción. Es generoso con los
ganaderos, porque luce a sus toros y demuestra con absoluta transparencia las
cualidades de sus toros. Y es generoso con su cuadrilla, a la que mima, da
rienda suelta para que expresen lo que llevan dentro y permite hacer las cosas
como se deben hacer en una plaza de toros. Su gesto de satisfacción mientras los
suyos daban la vuelta, el detalle de estar sujetando al toro mientras la daban,
sus gestos de cariño hacia ellos no dejan de ser el reflejo de su
personalidad y el espejo de su alma.
Lo del sábado, como lo de
tantas tardes, nunca será posible sin la generosidad del jefe de filas. Y eso,
señores aficionados, se merece, además de nuestro respeto, nuestra gratitud y
la debida recompensa.
¿Que el sábado pudo estar mejor
con ese quinto? Muy probablemente. Pero al César lo que es del César. Una
vuelta con su cuadrilla tampoco hubiera estado de más. Creo, sinceramente, que
hubiera sido una buena manera de decirle: este es el camino, gracias por
elegirlo, y que sepas, que estamos contigo. Nada más y nada menos.
Lo de su cuadrilla merece capítulo aparte….
¿Qué les voy a decir de un subalterno que no lleva el capote como si fuera una carpa de circo, que no da un capotazo de más, que lleva el temple grabado en sus muñecas y “hace” a los toros en la brega? Pues que Marco Galán es un lidiador de los pies a la cabeza, un escultor de embestidas, un auténtico guía para su matador al que enseña como embisten sus toros. En definitiva, un peón, que más que un peón es un pilar para su torero y para sus compañeros. Un pilar en el que todos ellos basan su labor
¿Qué les puedo decir de David
Adalid y de Fernando Sánchez, dos banderilleros que ponen la plaza en pié
demostrando que se puede clavar asomándose al balcón, cuadrando en corto, yendo
a la cara con torería y despaciosidad? Pues primero, que demuestran cada tarde
que para poner un buen par de banderillas no hace falta ser el correcaminos,
segundo, que el alivio no va con ellos, y, tercero, que no por ser un
banderillero se deben hacer las cosas de cualquier manera.
Todo esto puede resultar
extraordinario, pero no deja de ser lo que debiera ser cotidiano. Todo esto es,
simple y llanamente: LA LIDIA.
Este grupo humano ha decidido
tirar por el camino más difícil, ha decidido emprender un camino en el que ante
todo, hay que enfrentarse cada tarde al toro que exige, al toro que no perdona,
al que hay que poder, LIDIAR, y torear.
Parece que hay “compañeros” a
los que no les ha sentado nada bien la vuelta al ruedo del pasado sábado. Una
vuelta que, para este humilde aficionado que ocupaba su localidad en el “7” fue
justa, en el momento emocionalmente cumbre y cuando se debía de dar. Los que lo
vivimos in situ sabemos porqué la pedimos entonces y porque la valoramos tanto
ahora: porque nos emocionaron y nos devolvieron la afición que otros se
empeñan en robarnos.
No entiendo ese afán de tirar
por tierra lo hecho ese día. No lo entiendo porque a buen seguro la mayoría de
los que les critican se morirían por vivir algo tanto bonito en sus propias
carnes. Entonces, ¿es envidia?. Puede ser. Y puede ser una buena dosis de
impotencia, de la impotencia de saberse reprimidos por sus correspondientes
matadores. Puede ser miedo a que el público y los aficionados les pidan lo que
saben que es suyo y les exijan que lidien a los toros. Puede ser complejo, el
propio de aquellos que son conscientes de que llegado el caso y la
circunstancia de tener que lidiar de verdad a un toro bravo se saben incapaces
de poder hacerlo…
De momento, a aquellos que lo
critican sólo puedo decirles una cosa como aficionado: tomen nota de lo que
quiere la afición, reivindiquen su puesto en la fiesta y hagan saber a sus
matadores que con actitudes como la de Javier Castaño y su cuadrilla salimos
ganando TODOS.
A aquellos que se descubren,
como nosotros, ante esta actitud generosa, profesional, sincera, y, ante todo torera,
sólo puedo decirles que cada tarde, cuando se sienten en su localidad de
tendido, lo reconozcan y lo exijan, sólo así podremos recuperar el verdadero
sentido de la fiesta de los toros: la LIDIA de un toro bravo.
Bien por el reconocimiento a la recuperación de los tres tercios de la lidia.Una clara demostración que,el toreo es vocación y sacrificio,es sentirlo en el alma e interpretar con justeza las reglas del arte.
ResponderEliminarEs transmitir la emoción y la belleza que brinda el toro,que provoca sensaciones de admiración y la capacidad de asombro en el aficionado.Así es como se recupera el interés por la fiesta,hoy que más vulnerable se encuentra.
Desde Surco.
Eso, emoción en buena cuenta.
ResponderEliminarSaludos,
Pocho