EL EJE DE LA LIDIA

EL EJE DE LA LIDIA
"Normalmente, el primer puyazo lo toman bien los toros, y si ése fuera el único del tercio, todos parecerían bravos. En el segundo ya empiezan a dar síntomas de su categoría de bravura. Y es en el tercero donde se define de verdad si el toro es bravo o no. En el tercer puyazo casi todos los toros cantan la gallina, se suele decir". JOAQUÍN VIDAL : "El Toreo es Grandeza". Foto: "Jardinero" de la Ganadería los Maños, primera de cuatro entradas al caballo. Corrida Concurso VIC FEZENSAC 2017. Foto : Pocho Paccini Bustos.

martes, noviembre 02, 2021

Cuando el picador mexicano, SIXTO VÁZQUEZ, revivió la bella Suerte de Varas.

Sixto Vázquez, picando de largo a “Canastillo

La tarde del 31 de julio de 1955, Las Ventas vivió un acontecimiento inédito: tras su actuación frente al novillo “Canastillo” de Domingo Ortega, el picador mexicano Sixto Vásquez fue invitado por el público a acompañar a su matador en la vuelta al ruedo. 

Todo había comenzado días antes de esa fecha, cuenta Octavio Lara, «con una discusión entre subalternos mexicanos y españoles, que, si en España se podían o no picar los toros de largo, pues alegaban los piqueros peninsulares que allá por el peso y el volumen del toro, éstos no se podían picar de largo. Esta polémica se expandió rápidamente en los mentideros taurinos, así, el día de la novillada y en la prueba de caballos para la pica en los patios de la plaza de Las Ventas, todo el mundo, incluyendo a la prensa, ya sabía que ese día el picador azteca picaría un toro de largo, algo que, en España, hacía mucho tiempo no se veía. Ese día al abrirse la puerta de cuadrillas e iniciarse el paseíllo, la gente del tendido recibió al picador Sixto Vásquez con frases como “manito, estás loco, acá en España no se puede picar el toro de largo”, “acá en el tendido te esperamos manito”, todo haciendo alusión a lo que intentaría hacer el picador mexicano».

Zabala, relataba así lo que sucedió en el ruedo de las Ventas: «Hacía mucho tiempo que en España no se veía en todo su esplendor la suerte de varas, es decir ejecutar la suerte tal y como mandan los cánones, de largo, sin ventajas para el hombre de la puya, toreando a caballo en cite gallardo y lleno de verdad y hermosura, con la vara en alto, invitando al toro a una reunión sin mentiras, sin engaños, con la nobleza que siempre debiera existir en la más bellas de las fiestas, la Fiesta Brava». Dicha actuación le valió al picador mexicano Sixto Vásquez torear ese año 1955 más de 40 tardes en España, viendo su nombre en los carteles al mismo tamaño que el de los matadores.  

Vimos picar, surgir la suerte de varas

En el semanario gráfico de los toros, El Ruedo, Barico, señalaba lo siguiente de tan importante acontecimiento: «Si el espada mejicano Jaime Bravo no hubiera tenido la feliz ocurrencia de presentar en Madrid al Picador, también azteca, Sixto Vázquez, la novillada que se celebró en el ruedo de las Ventas el pasado domingo no hubiera merecido comentario alguno y bien servida estaba con una escueta referencia. 

Ni novillos ni matadores habían hecho méritos para ser recordados, hasta que apareció en el albero madrileño el cuarto astado, un bicho negro entrepelao, que fué saludado por Jaime Bravo con un farol, una Verónica y media, cuando ya los técnicos que habían instalado en el tendido ocho una magnífica cámara cinematográfica habían desmontado aquel artilugio, sin  un metro de cinta útil, convencidos de que allí no tenía nada que hacer. Y fue justamente entonces cuando se vió lo que raramente, por no decir casi nunca, se ve en los ruedos españoles: picar bien a un cosumado jinete que sabe torear a caballo, vimos  a un auténtico picador hacer la suerte a la perfección.

Lo ocurrido merece que echemos las campanas a vuelo. ¿Ustedes han visto picar irreprochablemente un toro  alguna Vez? ¿ Sospechaban, después de ver tanta calamidad en el primer tercio, que puede ser artístico el hecho de picar reses bravas? Sí, amigos, sí. Ahí está Sixto Vázquez, que picó al novillo «Canastillo», de Domingo Ortega, para demostrarlo. Sixto Vázquez, que merece, como en sus tiempos de subalterno consiguió «Guerrita», que su nombre se anuncie en los carteles en letras del mismo tamaño que las empleadas para dar los nombres de los espadas. 

Arte brillante este menester de picar cuando se realiza como lo hizo Sixto Vázquez. No es cosa fácil, aunque lo parezca a los no aficionados. La primera condición precisa para picar como él es saber montar muy bien a caballo. La segunda, tener el valor suficiente para prescindir de los «monos», y la tercera, conocer a fondo todos los secretos de la profesión.  ¡Poca cosa!.

Sixto Vázquez, picando de largo a "Canastillo" de Domingo Ortega                           

El picador que pretenda parecerse a Sixto Vázquez en este arte se coloca frente al astado, y, sin ayuda de nadie, hace que el caballo avance en derechura hacia su enemigo. Si estima que el burel va a tardar en arrancarse, procura alegrarlo levantando la vara, paralela al suelo, para que el bicho le vea, y hasta empinándose repetidamente sobre los estribos para que el astado responda a lo que al parecer, es una provocación; pero si, a pesar de todo esto, el toro no se arranca, hay que procurar que lo haga toreando a caballo, en un gallardo juego de avance y retroceso que no puede ser puro capricho del jinete, sino medida justa y perfecta que lleve rápidamente a la consecución del fin propuesto: la arrancada del toro. Una vez conseguida, no es licito, o, por lo menos, no debería serlo, esperar a que la fiera meta la cabeza en el peto, para entonces, impunemente, clavar la garrocha a mansalva. Sixto Vázquez hace cosa muy distinta: clava la puya cuando el burel está en su jurisdicción, antes de que llegue a cornear el peto, y detiene, en lo posible, la acometida. Luego, sin rectificar ni taparle al bicho la salida, pone a prueba la potencia de su brazo en pugna con la fuerza bruta de su enemigo, para terminar la suerte tirando de las bridas hacia su izquierda, mientras empuja con la puya hacía su derecha al toro. Así lo hizo, por tres veces, en el novillo «Canastillo» el magnífico jinete, el gran picador Sixto Vázquez.

La suerte de varas, hundida por la mediocridad de la inmensa mayoría de quieres la practican, ha sido reivindicada por ese picador mejicano que trajo a Madrid Jaime Bravo.

Tres varas, tres ovaciones; dos saludos castoreño en mano, otra ovación —con gran parte del público en pie— al retirarse, y, una vez arrastrado el novillo, una vuelta al ruedo.

¿Quién dijo que no interesa ya la suerte de varas? Cuando es un arte, interesa, emociona y entu siasma.

Al lado de lo que hizo el picador Vázquez, el resto de lo ocurrido en la novillada del domingo o tuvo poca importancia o careció de ella en absoluto.

El simpático y valiente novillero mejicano dio una vuelta al ruedo, a pesar de la opinión en contra de parte del público, y otra acompañando al picador Sixto Vázquez. Una y una suman dos; en este caso, una y una, igual a cero. Misterios de la Fiesta.

Jaime Bravo, que no estuvo muy lucido con el capote, se dedicó con la muleta a practicar el «tancredismo». Con el estoque demostró que para matar no le hace falta muleta; para matar mal, claro. A su primer novillo le dio treinta y cuatro muletazos, unos con la derecha, otros con la izquierda; unos mirando al novillo y otros mirando a la andanada. De torear, muy poquita cosa. Fue volteado, se cayó en la cara del bicho y no hubo, por fortuna, percance que lamentar. Mató de dos pinchazos regularcejos y media en su sitio. Siguió toreando con los pies juntos al cuarto. Veinticinco muletazos. Algún que otro susto y tal cual pase efectista. Un pinchazo regular, y después de brindar la suerte al público, otra sangría leve entrando con el brazo suelto. Otro pinchazo echándose fuera y prescindiendo de la muleta, otro pinchacito. Descabella al cuarto intento, y en vista de que hay división de opiniones va en busca del picador Sixto Vázquez, y con él da la vuelta al ruedo. ¡Qué muchacho más listo!».

La vuelta al ruedo de Sixto Vázquez

Joaquín Vidal en “El Toreo es Grandeza” recordaba así al picador michocoano: «Primero había que verle cabalgar, dominando la montura con técnica de jinete consumado y evolucionando con torería. Citar después, un tanto terciado el caballo, que adelantaba exponiéndolo por los pechos. Cuando se arrancaba el toro, Sixto Vázquez se inclinaba adelante, se dejaba caer lateral, la vara en ristre, y adelantándola a la extensión natural del brazo, recibía la embestida hundiendo la puya en el morrillo. Pero, al tiempo volvía el cuello del caballo para librarlo del hachazo y con ese leve giro, más la fuerza de su brazo, empujaba al toro hacia fuera de la suerte y prácticamente lo dejaba en los vuelos del capote que el matador presentaba para el quite. Dicen que la suerte de varas no gusta al público. En efecto, no gusta la suerte que se hace mal, pero la de Sixto Vázquez – y la de algunos excelentes varilargueros que aún quedan –, sobre gustar, entusiasmaba; ponía al público de pie, y engrandecía el tercio, que adquiría una emoción y una belleza máximas. Concluida la lidia Sixto Vázquez hubo de dar la vuelta al ruedo, y dio otras vueltas al ruedo en premio a sus actuaciones, tanto en Las Ventas como en otras plazas.

Cuando se recuerda esta forma de picar y se pide que el caballo no tenga tanto peso, sea más liviano el peto y menos mortífera la puya – lo cual se ha hecho en los debates serios sobre el tercio de varas-, uno de los líderes laborales que tienen los picadores hace uso de su apocalíptica oratoria y protesta:

–¡Señores! Ni el toreo en general ni la suerte de picar en particular son una partida de ajedrez. Los puristas, que desconocen totalmente la fiesta en general y nuestro oficio en particular, pretenden que los picadores salgamos montados en un caballo de cartón, protegido con un papel de fumar y utilizando en vez de puya un mondadientes.

La oratoria del líder, con semejantes argumentos, es contundente: nadie le replica. Y así sigue la fiesta, decayendo un poco cada día, imparable hacia su propio holocausto por culpa del desafuero vil de unos cuantos desaprensivos (…) ».

Y el domingo 7 de agosto del citado 1955, en el Puerto de Santa María, después de otros tres puyazos soberbios y tras la muerte del toro, la gente obligó al Presidente a otorgarle al picador una oreja.

Cuarenta y cinco años después, merced a la gran actuación de otro picador mexicano en Las Ventas, Efrén Acosta, don Joaquín Vidal recordó así a Sixto Vázquez el 15 de octubre de 2000: «Picaba con otro estilo más hondo. Citando de frente, vara en alto, cuando el toro se arrancaba Sixto Vázquez sacaba medio cuerpo paralelo al cuello del caballo para recibirlo, y tiraba la vara al morillo en acción de detener, que es la regla la suerte. Efectivamente detenía; y con destreza de caballista consumado vaciaba la suerte por delante del caballo dejando al toro prácticamente en los vuelos del capote del espada, que entraba por la izquierda al quite». 

Semanas más tarde de su triunfo madrileño, Sixto Vázquez daría otra clamorosa vuelta al ruedo en la Maestranza de Sevilla».

Sixto Vázquez, picando magistralmente en Las Ventas


Fuentes: 

Semanario gráfico de los toros, El Ruedo. Madrid, 04 de agosto de 1955. Año XII. N° 580.

Joaquín Vidal Vizcarro.  El Toreo es Grandeza. Ediciones Turner, Segunda Edición, Setiembre de 1994. pp.78. 

Revista- Libro Tierras Taurinas. Opus N°16. Septiembre de 2012. pp 106 y 107.

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