EL EJE DE LA LIDIA

EL EJE DE LA LIDIA
"Normalmente, el primer puyazo lo toman bien los toros, y si ése fuera el único del tercio, todos parecerían bravos. En el segundo ya empiezan a dar síntomas de su categoría de bravura. Y es en el tercero donde se define de verdad si el toro es bravo o no. En el tercer puyazo casi todos los toros cantan la gallina, se suele decir". JOAQUÍN VIDAL : "El Toreo es Grandeza". Foto: "Jardinero" de la Ganadería los Maños, primera de cuatro entradas al caballo. Corrida Concurso VIC FEZENSAC 2017. Foto : Pocho Paccini Bustos.

lunes, julio 30, 2012

Tertulia 9.º La disminución del toro


Escrito por ELCHOFRE   
jueves, 30 de diciembre de 2010

La tendencia a disminuir el potencial del enemigo se debió iniciar hace, relativamente, muchos años y ha ido progresivamente desarrollándose de manera simultánea a la dejación paulatina del amor propio, y de acuerdo con los intereses creados, cada vez mayores, a medida que aumenta el número de «comparsas» de la or­ganización comercial taurina.
Los aficionados de finales de siglo, ya pro­testaban y abroncaban a los matadores, pues  decían  que los toros no eran grandes. ¿Qué liarían si vieran lo que se torea hoy?
Parece que en la citada época, el salir toros  chicos fue culpa de ciertos ganaderos, quizá por descuidar el cebado de las reses; y más tarde, sobre el 1915, la presentación de toros pe­queños se hizo más frecuente.
En una de las eras más brillantes de la tauromaquia —por no decir la mejor— ocurrió que Juan Belmonte y Vicente Pastor sufrieron un boicot de los ganaderos. Todos ellos hicie­ron causa común para no vender sus toros «cuando toreara alguno de estos espadas. Ello fue a consecuencia de que los dos se habían negado a lidiar más ganado de ciertas ganaderías (dejo en silencio los nombres) que venían en­viando toros de poca presencia; y como en ta­les corridas el público arreciaba su cólera contra el torico  que al fin y al cabo es el único  que siempre tiene que dar la cara, tanto al toro como al espectador decidieron negarse a to­rearles más toros. De aquí surgió la represalia colectiva, y ahí tenemos a los dos pundonorosos matadores, toda una temporada, condenados a no pisar los ruedos porque no quisieron torear unos toros que, entonces, parecieron chicos.
Ahora, se ha llegado a la más incomprensible insignificancia del torete. Menos mal que se inició cierta reacción, por parte de algún torero y de los pú­blicos de ciertas ciudades que han empezado a reclamar.
Se han fijado y quieren que no se permita el «afeitado». Particularmente soy de opinión de que eso es lo menos malo que se le puede hacer al toro.
Creo, porque lo he visto, que un toro afei­tado puede perfectamente pegar una grave cor­nada, cosa siempre lamentable y que debe evitarse por todos los medios. Dicen que «Islero» estaba afeitado y sin embargo nos quitó a uno de losmejores toreros que ha tenido el mundo, yo no lo vi.
Personalmente sí he presenciado dar una cornada espantosa un toro cárdeno de Pablo Romero lidiado en novillada de desecho de tienta y cerrado, al novillero Gallito de Zafra, en la Plaza del Triunfo. Al toro aquel le fal­taba casi todo el pitón derecho, por accidente natural desde hacía años; cogió al novillero al entrar a matar porque confiado en tal circuns­tancia se atracó de toro. Pero como tenía edad, más de seis años, pesó más de 320 kilos en ca­nal, y mucha fuerza, le partió cuatro costillas y gracias a Dios no murió, pues este quiso que la operación la hiciera el inmenso ciruja­no don Francisco Mesa Moles, gloria de la Facultad de Medicina de Granada.
Se les han hecho a los toros, en estos últi­mos años, otras muchas cosas antes de salir al ruedo, bastante más perjudiciales y eficaces pa­ra anularlos:
Hemos visto recientemente, grandes «figu­ras» «tremendos revolucionarios del toreo» que se han hecho millonarios, matando erales en­gordados, condenable infanticidio bovino.
Toros que se caen, también los vemos to­dos los días. ¿Por qué se caen?: por muchas cosas: Un par de días bebiendo agua con sal de higuera. La dieta rigurosa con ausencia total de habas, garbanzos o cebada. El «calen­tarlos» en los chiqueros con un saco de arena contra el espinazo. Obligarlos a permanecer en corrales de piso durísimo, con grava, los siete u ocho días inmediatamente anteriores a la co­rrida, cosa dañina sobre todo si se trata de reses criadas en marismas... En fin para qué se­guir, de estas cosas ya sabe bastante el públi­co y parece que las autoridades se preocupan mucho de evitarlas, a juzgar por las más recientes disposiciones sobre la materia.
La integridad física del torero es algo que nos interesa sobremanera a los verdaderos afi­cionados, aunque sólo fuera por el egoísmo de recrearnos viéndoles torear, pero merecen un recuerdo los que sucumbieron. También eran toreros y seres humanos. Cobraban menos para exponer más, hoy se cobra más para expo­ner nada o muy poco.

Fuente autorizada por  http//:www.elchofre.com


1 comentario:

  1. Por ese gesto de Vicente Pastor y Juan Belmonte están en la memoria y que el paso de los años agiganta su recuerdo.
    Respecto al toro de hoy,la afición sabe y acepta que puede ser bravo o manso,y lo asume,lo que no es de recibo es que sea anovillado,justo de fuerzas,sospechoso de pitones y borrego,lo que le hagan está ayuno de emoción.
    Le Romo.

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