EL EJE DE LA LIDIA

EL EJE DE LA LIDIA
"Normalmente, el primer puyazo lo toman bien los toros, y si ése fuera el único del tercio, todos parecerían bravos. En el segundo ya empiezan a dar síntomas de su categoría de bravura. Y es en el tercero donde se define de verdad si el toro es bravo o no. En el tercer puyazo casi todos los toros cantan la gallina, se suele decir". JOAQUÍN VIDAL : "El Toreo es Grandeza". Foto: "Jardinero" de la Ganadería los Maños, primera de cuatro entradas al caballo. Corrida Concurso VIC FEZENSAC 2017. Foto : Pocho Paccini Bustos.

sábado, diciembre 29, 2018

LA TAUROMAQUIA DE ANTONIO ORDÓÑEZ : (Capítulo IV)

" (...) pase regular es todo el que se da con la izquierda; por consiguiente, el pase natural solamente puede ser dado con la mano más cercana al corazón (....) en la faena clásica no hay mano izquierda y mano derecha, sino mano de torear y mano de matar."

EL PASE NATURAL
NO hay punto en que discrepen tanto las tauromaquias como en la terminología de los pases regular y natural. Para muchos es el mismo. Para otros tantos son conceptos absolutamente diferentes. Unos —como «Pepe-Hillo» - dicen que se ha de dar con la izquierda; otros —como «Paquiro»— admiten que se pueda hacer con la mano de la espada, lo cual «aun cuando no está mal visto, no es tan airoso”. Y de aquí en adelante, la polémica se enciende, los tratadistas se dividen, y como la anfibología es tan evidente como personales las interpretaciones, se mantiene el desacuerdo al llegar a Cossio y Corrochano, a los que citamos como ejemplo de críticos que han estudiado a fondo el toreo de ayer, vivieron el de José y Juan y han publicado sus doctorales escritos en nuestros días, después de Domingo Ortega y «Manolete».

Pero como las dimensiones de este borrador de Tauromaquia no fueron concebidas para hacer crítica de críticos, sino para exponer con lisura cómo practicó el toreo Antonio Ordóñez, diré brevemente que me sumo a la escuela, cuyo último representante, es don Gregorio Corrochano, y que, para mí, pase regular es todo el que se da con la izquierda; por consiguiente, el pase natural solamente puede ser dado con la mano más cercana al corazón. ¡Como que hay que ponerlo entero en el lance!
Ved la foto, en la que todas las premisas del arte están cumplidas con rara perfección y nítida claridad. Parece que Antonio se haya vuelto antes al tendido- como  hacía en algunas tardes inspiradas- para preguntar «Vamos a ver si es así»-¡Claro que es así ¡
El torero ha ido al toro de frente, dejándose ver, con la flámula en la mano de torear —porque en la faena clásica no hay mano izquierda y mano derecha, sino mano de torear y mano de matar— y dando el pecho. La muleta cuadrada, a su caída, hacia  el terreno de afuera y cogida por el centro del palo. La distancia, la que exijan las condiciones de bravura y ligereza del toro; la que aguante el corazón del torero; en esto no hay más medida exacta ni más criterio que el conocimiento del toro que —a esta altura de la faena— debe tener su lidiador; no debe ser tan corta distancia que el toro se ahogue; ni tan larga que pierda el celo y quede suelto; la verdadera dimensión —la distancia torera— es la resultante de una ecuación cuyas dos incógnitas son la bravura del toro y la guapeza del torero para aguantarla.

Hay toros que se arrancan como un huracán de codicia. Otros —la mayoría de los que vemos lidiar- llegan a este trance escaso de pies y fuerza, poco boyantes; a estos hay que adelantarles en el cite la pierna contraria, siempre la derecha en el natural clásico, movimiento con que el torero llama la atención al toro, lo provoca y —al mismo tiempo— le coloca centrado con él; es decir, el tronco del torero, el que ha de cimbrearse al encauzar la embestida, queda «en el centro» del compás abierto de las piernas y puede girar como eje para cargar la suerte erguido con holgura, con mando, sin retorcimiento.

Mientras tanto, la espada —que siempre lleva la mano de matar— debe apenas reposar sobre la cadera de ese lado. No debe intervenir ni ayudar en el logro del pase para que éste no pierda pureza. Y la muleta —que aquí está aún un poco atrasada en relación con el cuerpo— irá adelantando, poco a poco para atraer la mirada del animal, como para hacer el quite a la pierna derecha, que es último elemento móvil del cuerpo torero que el toro advirtió. Todo está a punto para provocar la embestida y trazar el pase más bello y fundamental de cuantos pueden esculpirse sobre la arena.

Para los pueblos mediterráneos —más sutiles— tiene un encanto mucho mayor la lucha entre la fuerza bruta y la inteligencia; los refinados romanos hacen lidiar a los gladiadores, pero Ies dotan de distintas armas; al más fuerte lo cubren con gran casco y coraza defensiva y le dan como arma una aguzada y corta espada; al más ágil le hacen pelear con una red en la mano izquierda, un tridente en la derecha, y sin otra protección.
Así, el torero y el toro. Como moderna versión de una noble y cruel tradición clásica, ahí está Antonio Ordóñez, tendiendo al toro la muleta, engañosa red, donde queda prendida la bravura, hasta llevar el desigual combate a un final de muerte y triunfo.

PERO vengamos del Coliseo al casticismo garboso de la Plaza….  Cuando el toro embiste y al llegar a jurisdicción, se le para —es decir se destruye su ataque, se le engancha en  la muleta o, como dicen los castizos se le «embarca» para llevarle muy toreado— y se le marca la trayectoria necesaria para la más perfecta ejecución del pase, por alto o por bajo. En las tauromaquias clásicas se aconsejaba llevar toreado al toro en línea recta y apurar la suerte cargándola hasta que el toro volviese y se le pudiera echar por delante con el pase de pecho. Y así parece ser el primer tiempo del pase natural de Antonio Ordóñez, que, con el compás exactamente abierto, corre el brazo templadamente en su longitud. Pero como Antonio es torero de su tiempo, empieza a mandar en el viaje, dándole trayectoria curva, describiendo con la muleta un tercio de círculo antes de buscar el remate.
HE aquí, con nitidez, la técnica del perfecto pase natural. En el centro de la suerte, el tronco del torero se mece —en un juego flexible de cintura— y, a la vez que el brazo alimenta con temple la embestida del toro, el peso del cuerpo torero, que gira, pasa de la pierna derecha a la pierna izquierda, sobre la cual se carga la suerte. Es en este momento, en el centro del pase, cuando el pecho se pone paulatinamente de perfil, paralelo al viaje del toro. Esto quiere decir que todo lo que sea citar de perfil es demérito de la suerte, quede esta idea muy clara; demérito no quiere decir que el citar de perfil para el natural sea cosa deleznable, sino que la suerte no es tan gallarda, ni tan torera, ni tan clásica. En este pase, la muleta, llevada por un brazo que torea suelto, espontáneo, natural, luce su brillante tersura.
Y llegamos al remate de un pase bien dado. Pero antes queremos llamar la atención sobre otro detalle de autenticidad de este natural; que está dado con los terrenos invertidos, dando al toro los adentros, lo cual supone la renuncia del torero a toda licita ventaja. Ahora ya es el pie izquierdo el que recibe el peso del cuerpo del diestro, mientras el derecho se va levantando suavemente a fin de avanzar y quedar de nuevo en posición de torear en el siguiente pase.  Porque —como antes he dicho— Antonio es torero de su tiempo y a veces liga los naturales, haciendo toreo en redondo, hasta cuajar una serie que en cada lance gana perfección y angustia, hasta lograr el clima propicio para que todos —toro, torero y público- desahoguen, aquél su celo, estos su asfixia de placer, en el inmenso y emocionante alivio del pase de pecho.


Fuente: Semanario gráfico de los toros, El Ruedo. Madrid, 28 de febrero de 1963. Año XX, Nº 975.

Continuará en la próxima entrega.....


1 comentario:

  1. Hace tiempo no sale un torero de leyenda,embrujo,fantasía,valor e inteligencia como lo fue Ordóñez.Un monarca del toreo.Que acierto el recordarlo.
    M.D.S.

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