Basta ya de mentiras: lo primero es el
toro y luego el torero.
TORO CUADRI
La mayoría de los males de la fiesta actual en
nuestro país son una consecuencia de la falta de emoción, debido al mediotoro
(o cuarto y mitad) que sale en la mayoría de las plazas y que imponen sobre
todo las figuras y los taurinos. Muchos aficionados tenemos cada año que irnos
a Francia a recibir unas periódicas transfusiones de emoción y de afición,
sobre todo en plazas no muy grandes, donde ni los taurinos ni las figuras hacen
los carteles, sino los aficionados, buscando encastes y ganaderías difíciles,
de las que muchas están en peligro de extinción, porque casi ningún taurino las
quiere aquí.
Muchos de estos franceses, que se han asomado a
la tauromaquia no hace mucho tiempo, han descubierto la belleza y la emoción
que tiene una suerte de varas bien ejecutada, que es justamente donde se prueba
la importancia del toro, en cuanto a bravura (o mansedumbre) y sobre todo en
cuanto a su poder, es decir su fuerza. Y recuerdo que no hace mucho, cuando
comenzamos a asistir y a descubrir la fiesta en el país vecino, se entregaban a
la entrada de algunos cosos galos unas hojas donde se explicaba a los neófitos
aficionados la importancia de la suerte de varas para conocer al toro
protagonista indiscutible del espectáculo y a partir de ahí poder juzgar la
labor de los toreros, de forma que, si el toro no era tal, lo que hiciese
después el torero tenía mucha menos importancia y no debería ser premiado con
benevolencia. Por el contrario, en los casos de toros poderosos y complicados,
algo que se debería poder detectar en los dos primeros tercios, que para eso
están, todo lo que hiciesen después los toreros sí debería ser premiado, sobre
todo por su dificultad y riesgo ante un antagonista fuerte y peligroso. Y por
encima de todo, la suerte suprema, pie- dra angular de la tauromaquia y único
momento en el que el matador le pierde la cara al toro, en la que se debería
entrar por derecho y por arriba, buscando el hoyo de las agujas y jugándose la
cornada. Y si la estocada cae baja es que algo se ha hecho mal y no debe haber
premio alguno para el matador. Por todo esto, que es y ha sido durante siglos
la esencia de la tauromaquia, los aficionados franceses actuales ven la fiesta
de forma distinta a lo que lo hacen la mayoría de espectadores españoles. Es
estremecedor y pone la carne de gallina escuchar allí las ovaciones dadas a
ciertos picadores, simplemente al salir al ruedo, si en una actuación anterior
estuvieron brillantes. Aquí, justo lo contrario. Se les ovaciona por no picar,
especialmente cuando simulan la suerte de varas ante moribundos.
No creo yo que sea ésta la manera de ver la
fiesta que tienen actualmente las figuras ni los taurinos aquí. Aquéllas,
actualmente, sólo buscan su comodidad, lo fácil, toros que no les creen
problemas y eso, que podría ser hasta disculpable a veces, al tener que
prodigarse casi a diario debido a sus numerosos contratos, no les exime de que
para demostrar lo que son, es decir figuras, al menos unas cuantas tardes y en
plazas importantes deberían apuntarse a torear esos encastes que no quieren ni
ver y que los dejan para otros más modestos, que tienen que salir a jugársela
cada tarde y por salarios mucho menores. Esos toreros que este año, en muchas
plazas francesas, han demostrado con sus triunfos la verdad del toreo cuando
hay un toro toro en la arena, casos de Fernando Robleño y Javier Castaño, por
ejemplo. Y por contra, los aficionados franceses han rechazado recientemente a
ciertas figuras, que se han aliviado buscando un toro bobalicón, sin fuerzas,
que perdía la vertical a cada paso, simulando la suerte de varas para
mantenerlo en pie como simples y vulgares enfermeros, como suelen hacer aquí. Y
por eso, El Juli, máximo exponente y cabeza visible del escalafón, al igual que
algunos otros de sus compañeros del grupo especial, se ha enfadado por algunas de las críticas recibidas
últimamente, tras una mala actuación en Francia y con toros impropios de lo que
debe exigirse a una figura como él, arremetiendo contra todos y especialmente
contra André Viard, un ex-matador francés que no tuvo mucha fortuna, pero que
mantuvo siempre su dignidad torera, ahora metido a crítico y escritor taurino, en
la que, tras declararse admirador suyo, le echa en cara su falta de implicación
en lo que la fiesta debe tener de verdad, el toro, que es lo que van buscando
en Francia.
Pero aún es más gracioso escuchar a cierto político,
nominado digitalmente por el actual ministro de Cultura como presidente de la
nueva Comisión de Asuntos Taurinos para arreglar los problemas de la fiesta,
creando un plan de fomento y protección de la Tauromaquia, decir que “los
franceses no nos pueden dar lecciones” ¿Sabe usted de qué habla? ¿Está
usted seguro de lo que dice? Pues nosotros le decimos que arreglar esto es muy
sencillo, tal como intentan hacer en Francia. Que salga el toro toro (el que
aguante las varas de rigor, no los picotazos simulados) y que las figuras lo
toreen o al menos lo intenten. Y también incluímos aquí al fenómeno o “Mesías”
José Tomás. Así ha sido siempre. Y el que no sea capaz, ya sabe, a casita.
Pero basta ya de mentiras.
Fuente: La Voz de la Afición. Boletín de la Asociación El Toro de Madrid. Nº 41, Octubre de 2012.
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